Forma parte de un ejido en el estado de Campeche, donde los integrantes
de su comunidad tienen parcelas similares. La mayoría se dedica a lo
mismo: cultivar
miel de la delicada abeja melipona, que no posee aguijón, por lo que no puede defenderse de sus depredadores.
No, no es un terreno grande el de Leydi. Sin embargo, ahora mismo está
en el centro de una batalla de alcances globales: la de quienes están a
favor o en contra de los cultivos
transgénicos.
Apicultores como Leydi temen que los cultivos
transgénicos puedan contaminar la
miel que producen artesanalmente. México es el tercer exportador mundial de este producto y la mayoría de quienes la trabajan son
indígenas.
Amparos
La semana pasada, un juez concedió un amparo a
indígenas y campesinos de Yucatán por medio del cual se suspendía la siembra de
soya transgénica en la región por parte de la empresa
Monsanto.
Dos amparos similares habían sido otorgados en marzo y abril a campesinos e
indígenas de Campeche, entre los que se encuentra Leydi.
Según medios de comunicación y activistas, las medidas cobijan a unos 30
mil apicultores con sus familias, en su mayoría de pueblos originarios.
En los fallos de Campeche se indica que el gobierno no consultó a las comunidades
indígenas mayas sobre una decisión que las tocaría directamente.
En el dictamen de Yucatán, además de este argumento, también se
contempla la posibilidad de que las semillas transgénicas puedan afectar
los cultivos y en especial la producción de
miel.
“Es el derecho a que no se puede implementar ningún tipo de
biotecnología hasta que no se garantice plenamente los efectos
secundarios” explica el abogado Jorge Fernández, quien forma parte del
colectivo Ma OGM , que asesora a los apicultores.
En los tres amparos -que han sido calificados de “históricos” por
defensores del medio ambiente-, además de suspender los cultivos
transgénicos se ordena realizar las debidas consultas con las comunidades indígenas.
Guerra jurídica
Esta nueva batalla entre agricultores y activistas contra la siembra de
semillas transgénicas se viene desarrollando con especial intensidad en
México desde junio de 2012.
Ese mes, el gobierno autorizó al gigante
Monsanto a sembrar
soya transgénica a nivel comercial en más de 253.000 hectáreas distribuidas en siete estados.
Según dijo Ariel Álvarez Morales, secretario ejecutivo de la Comisión
Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente
Modificados (Cibiogem) a la periodista Elva Mendoza -especialista en
medio ambiente de la revista Contralínea- “cuando el Estado da permisos
para la liberación, en este caso de
soya, es porque no hay elementos de bioseguridad que nos digan que algo malo va a pasar”.
No es lo que opinan activistas ecológicos ni los indígenas y campesinos
que tienen sus sembradíos en los alrededores de las áreas donde se
cultivaría la
soya, quienes de inmediato interpusieron demandas en cuatro de los siete estados donde se concedieron los permisos.
No son los únicos que se oponen. En una serie de reportajes publicados
en 2013, Elva Mendoza indica que, antes de que se concedieran los
permisos, tres organismos gubernamentales -la Comisión Nacional para el
Conocimiento y Uso de la
Biodiversidad;
el Instituto Nacional de Ecología y la Comisión Nacional de Áreas
Naturales Protegidas- se habían pronunciado de manera negativa a la
solicitud de siembra de
Monsanto.
Sus argumentos iban desde “la posible filtración de agroquímicos
(glifosato) a los mantos acuíferos”, hasta “la colindancia de los
polígonos liberados con áreas naturales protegidas y zonas prioritarias
terrestres, marinas e hídricas”.
A pesar de eso, la Secretaría de Medio Ambiente y
Recursos Naturales (Semarnat), que estudió esos conceptos, dio luz verde a la siembra.
De hecho, según el diario El Financiero, en la decisión del juez de
Yucatán influyó que no se tomaran en cuenta las opiniones técnicas de
los mencionados organismos. El juez además “desechó los argumentos de
las autoridades demandadas quienes exigían a los apicultores mayas
pruebas científicas plenas de que los permisos otorgados influyen
negativamente en la producción de
miel”.
¿Qué dice Monsanto?
Desde su sede en México se indica que la gigante trasnacional,
especializada en investigaciones tecnológicas agrícolas (en su sitio de
internet dicen que invierte US$2 millones diarios en investigar), no
está concediendo entrevistas sobre el tema.
Sin embargo, luego del dictamen en Yucatán dio a conocer un comunicado en el que fija su posición.
En él se indica que “cualquier afectación resultante de la liberación de
organismos genéticamente modificados debe ser evaluada por las
autoridades competentes en estricto apego a la ley y con base en
evidencias y estudios científicos concluyentes”.
Se agrega que durante la rueda de prensa en la que se dio a conocer el
fallo “terceros distintos a quienes interpusieron el amparo” divulgaron
información “que genera confusión ante la opinión pública”.
Esa información, añaden, también “ignora la afectación que incide sobre
los productores de soya de la región, quienes han subsistido su cultivo
durante años y tienen derecho a acceder de forma voluntaria a mejores
tecnologías agrícolas en beneficio propio de sus familias”.
En el comunicado también se anuncia que Monsanto está analizando el amparo “a efecto de interponer los
recursos que por ley le asisten para defender sus derechos”.
Además de en México, Monsanto sostiene -o ha sostenido- batallas
jurídicas en diferentes partes del mundo, como Estados Unidos, Brasil
(donde los cultivos
transgénicos ya superarían a los naturales), Chile o Francia.
La miel de la melipona
México es el tercer exportador de miel a nivel mundial (detrás de
Argentina y China) y el sexto productor global. Según reportes,
anualmente se producen en este país unas 57.000 toneladas de miel.
Más del 40% de la miel mexicana proviene de la llamada península de
Yucatán, que se adentra como una espuela en el Mar Caribe y que incluye
al estado del mismo nombre, así como a Campeche y Quintana Roo.
Casi la totalidad de la miel que produce la península -donde unas 30.000
familias dependen de su cultivo- se exporta a la Unión Europea. Uno de
los temores que existen entre los apicultores es que la UE rechace su
miel si encuentra que supera los limites aceptados de polen transgénico.
Y la miel más preciada de Yucatán es la que proviene de la abeja
melipona, que puede venderse hasta por diez veces el precio de la miel
común.
La voz de Leydi Pech se endulza cuando habla de ella.
“Es una abeja ancestral que los mayas hemos utilizado por mucho tiempo.
Para nuestro consumo y para curarnos. Lo que tiene de especial esta
abejita es que selecciona la floración que recolecta. También produce
menos cantidad de miel”, dice con el español golpeado que caracteriza a
los maya-hablantes.
Luego, un toque de hiel: “es una abeja que está en peligro de extinción en la península de Yucatán”.
El cultivo de la miel entre los mayas es prehispánico. En un estudio, la
doctora Alejandra García Quintanilla, de la Universidad Autónoma de
Yucatán, indica que tanto en la cerámica del período maya clásico (200 a
1.000 DC), como en los libros del Chilam Balam, se encuentran
testimonios sobre la importancia de este néctar en la vida de las
comunidades indígenas.
Es un conocimiento que sigue vivo: Leydi aprendió todo lo que sabe de la
apicultura a los doce años, de su abuelo. Él, a su vez, recibió el
saber de sus padres.
“Lo que más recuerdo de lo que me enseñó mi abuelo es que no hay que
dejar que las abejas se mueran, siempre hay que defenderlas. Porque las
abejas no sólo sirven para hacer la miel, sino para polinizar nuestros
alimentos, lo que consumimos. Eso las comunidades mayas lo tenemos muy
claro: es un servicio que nuestras abejas nos están dando. Y gratis”.
Lo que se viene
Lo más seguro es que, como lo insinúa en su comunicado, Monsanto impugne
las decisiones de los jueces de Campeche y Yucatán. Y un tribunal
superior bien puede ordenar la reanudación de los cultivos de soya.
Quienes apoyan los cultivos transgénicos insisten en que no hay pruebas
de que hayan contaminado la miel.
A nivel global, quienes respaldan los cultivos genéticamente modificados
aseguran que son indispensables para alimentar a una población mundial
en aumento.
De vuelta en México, los amparos plantean enormes retos logísticos. Los
jueces ordenaron que se consulte a las comunidades. El de Yucatán
incluso dio plazo: seis meses. El abogado Jorge Fernández cree esto en
inviable en tan corto período: hay que traducir al maya -y en un
lenguaje comprensible- el proyecto. Luego viene la consulta interna no
sólo entre los apicultores, sino entre sus comunidades. Además, es algo
que nunca antes se ha hecho.
Leydi no tiene dudas en que, como sea, hay que consultarlos: “nosotros
tenemos asambleas. Cada comunidad, cada ejido hace su asamblea por usos y
costumbres y tomamos nuestras decisiones… Estamos peleando esa parte:
que nos pregunten. Porque tenemos derecho a opinar. Conocemos nuestro
medio ambiente, nuestra
biodiversidad, porque la hemos cuidado por miles de años”.
Según recuerda la periodista Elva Mendoza, los permisos para cultivar
maíz
transgénico -contra el que también se han presentado fuertes protestas-
se encuentran asimismo suspendidos desde el año pasado por la
interdicción de un juez que recibió una demanda colectiva. Según
Mendoza, las transnacionales afectadas, entre ellas Monsanto, ya
interpusieron los
recursos jurídicos necesarios.
Leydi Pech tiene la esperanza de que la Suprema Corte de Justica de México “atraiga” los casos y de un dictamen definitivo.
Mientras tanto, lo que ha ocurrido con Leydi y sus compañeros
apicultores es visto por sus simpatizantes como otra victoria local en
medio de una enorme batalla global.
Ecoportal.net
El Cantor
http://www.elcantor.com/
De:
http://www.ecoportal.net/Eco-Noticias/Mayas_le_ganan_demanda_a_Monsanto_el_multinacional_dejara_de_sembrar_transgenicos