Para el campo mexicano, los transgénicos sirven para
una cosa: para nada, señala José Sarukhán, coordinador de la Comisión
Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad (Conabio) y ex
rector de la UNAM.
Enfático durante muchos años sobre que los organismos genéticamente
modificados no son para nada estandarte de nuestra seguridad
alimentaria, el investigador emérito del Instituto de Ecología de la
Universidad explica que estos sólo pueden crecer en lugares donde hay
agua, fertilizantes, plaguicidas, terrenos planos y maquinaria…, que
solo poseen el 15 por ciento de las zonas productoras agrícolas del
país. En el resto serían inútiles.
“Si llevan maíz transgénico y lo plantan en una milpa no crece nada.
Además los rendimientos, un beneficio que buscaríamos en estos
materiales, son idénticos a los de otros productos ortodoxos de
mejoramiento de plantas”, añadió durante la presentación del libro El
maíz en peligro ante los transgénicos. Un análisis integral sobre el
caso de México.
“Tampoco está muy claro que las otras características por las que se
supone son económicamente más atractivos –como usar menos insecticidas-
estén dando los resultados que se dicen. Ni tampoco quedan claras las
ventajas de las variedades transgénicas resistentes al Roundup
(herbicida de espectro amplísimo producido por el mismo Monsanto”.
El biólogo miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de
Ciencias, refirió que no tiene ningún problema con la biotecnología y
los transgénicos, que pueden ser muy útiles, depende para qué. “Donde sí
tengo un problema muy grande es cuando la información que tiene que ver
con cómo la gente puede adquirir semillas para producir alimentos en
este país se vuelve privada. Y si en algún lugar ha habido privatización
del conocimiento científico, es en este sector”.
En el país no estamos generando ciencia fundamental básica de primera
línea en muchos campos esenciales para la producción de alimentos en
México, enfatizó. Por lo tanto, la pérdida de soberanía es enorme, al
rendirse a la rectoría alimenticia y dejarla en manos de las empresas
como Monsanto, Pioneer, Dow, Bayer CropScience…, que controlan el
mercado en el mundo.
Los transgénicos están por todos lados y se puede debatir y estudiar
los efectos que pueden provocar en la salud, pero el problema no está
ahí, “sino si el país mantiene su capacidad y soberanía alimentaria para
decidir cuándo, qué y de qué manera generar semillas para producir sus
alimentos. Si bien no todo, sí los básicos. Eso es lo que hay que
encarar”.
TECNOCIENCIA. El maíz en peligro ante los transgénicos… compila el
estado de la ciencia e investigación relacionada con la inviabilidad
para el campo y biodiversidad nacional de la introducción de los
organismos genéticamente modificados. A través de diversas áreas se
busca atraer un debate científico real sobre lo que significan estos
organismos, social y económicamente.
Para Sarukhán Kermez, quienes tengan interés en adentrarse en este tema
y detalles de la problemática que lo rodea, leer el libro es una
opción. “Es un material enriquecedor, muy informativo y balanceado en
cada tema. Pero ese no es el problema: éste reside en otro lado...” y
que refirió en la exposición anterior.
El texto, editado por la UNAM, la Unión de Científicos Comprometidos
con la Sociedad (UCCS) y la Universidad Veracruzana, y presentado en la
Facultad de Ciencias, “busca generar alternativas que se comprometan con
el saber y no con esta ciencia falsa de la cual se está recurriendo:
una tecnociencia, sin ciencia”, apuntó Elena Álvarez-Buylla,
investigadora del Instituto de Ecología y coordinadora el libro.
La científica recordó que el desarrollo y liberación de transgénicos al
ambiente han sido empujados por el lucro, no por la ciencia, como
tampoco por intereses sociales ni mucho menos ambientales. “Esto ha
generado riesgos sociales, económicos, de salud, ambientales y legales
públicos. Y ha ocurrido porque han implicado beneficios privados enormes
para muy pocos”.
Añadió que desde el conocimiento crítico y libre de conflicto
intereses, organizaciones como la UCCS y otras instituciones como la
UNAM deben comprometerse y ser tajantemente distintos en ayudar y
promover una discusión profunda comprometida con el saber, la soberanía
alimentaria y con la justicia social para promover el camino hacia una
vida digna y sustentable.
“Sabemos que los desarrollos tecnocientíficos transgénicos que ofrecen
las grandes corporaciones han demostrado ser completamente obsoletos
ante los paradigmas actuales. Tenemos retos sociales, económicos y
políticos, y uno científico enfrente: desarrollar la ciencia sin
conflicto de intereses y que esté comprometida con la justicia social y
la sustentabilidad, vital para nuestra soberanía alimentaria”.
De:
http://www.cronica.com.mx/notas/2014/818977.html
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