La agricultura biotecnológica no mejora la productividad con respecto a
la convencional. Es inútil al bien común. No soluciona los problemas de
acceso a alimentos ni mejora las redes de distribución. El glifosato,
asociado a este tipo de agricultura, produce grandes daños ambientales
en el medio acuático, terrestre y sobre la macrofauna.
El pasado 11 de agosto, El País publicaba un artículo titulado “Los científicos se rebelan contra la ley europea de transgénicos”.
Más allá de la generalización de ese titular, nos ha llamado la
atención que en el texto no se hace absolutamente ningún balance ni
crítica al uso de los organismos modificados genéticamente (OGM) en las
últimas décadas. El artículo parece tendencioso al hablar solamente de
las supuestas bondades de esta tecnología, repitiendo el mantra de que
puede crear plantas resistentes a la sequía o tomates con sabor a
tomate. La nueva técnica de edición génica de moda, el CRISPR, se nos
presenta como la panacea que nos hará conseguir aquello que ya se
prometió pero que nunca llegó: comida para todo el mundo. Pero no
fueron, y no son, más que fantasías de los departamentos de márketing de
grandes empresas, interesadas en sacar algo más de rendimiento a sus
capitales. De hecho, es irresponsable plantear una desregulación de una
tecnología que, de momento, es poco segura.
Desde
esta tribuna queremos hacer un resumen de la eficacia mostrada por la
agricultura biotecnológica hasta la fecha, por un lado analizando la
evolución de la productividad de cultivos clave, y por otro mostrando
las consecuencias de esta forma de producción agrícola. Estos cultivos
“toleran” al famoso glifosato, que se usa masivamente en este tipo de
agricultura. El glifosato se vende como un herbicida específico porque
en teoría inhibe una enzima presente solo en bacterias y plantas. Como
veremos, esto no es del todo cierto.
...
Más:
https://www.elsaltodiario.com/paradoja-jevons-ciencia-poder/la-agricultura-biotecnologica-ni-sostenible-ni-eficiente
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