La
compra de Monsanto por parte de Bayer ha sido el peor negocio de la
historia, así la industria alemana quiera negarlo o minimizar su
impacto. En efecto, la empresa de origen norteamericano tiene la peor
imagen en el mundo debido a que sus productos contienen sustancias
peligrosas para la salud humana. En el mes de abril de 2019, en el
World
Conference Center
de Bonn (Alemania), se desarrolló la reunión anual de accionistas
de la farmacéutica alemana y los inversores lanzaron fuertes
críticas a los ejecutivos de la firma debido a la crisis peliaguda
por la que atraviesa en términos financieros. No es un dato menor
decir que las
acciones de Bayer han perdido la mitad de su valor. De hecho, por
primera vez en más de cien años de historia, los accionistas no
aprobaron la gestión de la junta directiva de Bayer y aunque no
tiene implicaciones legales, sí es un mensaje simbólico para
reprender a los ejecutivos sobre las malas decisiones que tomaron.
Sin
embargo, el
CEO de Bayer, Werner Baumann, se ha mostrado testarudo en sus
decisiones y aunque es imposible tapar el sol con un dedo,
insiste en decir que las deudas por concepto de las miles de demandas
que recaen sobre Monsanto, son menores a los beneficios que se
recibirán en el futuro. No obstante, para muchos analistas
financieros, la decisión del jefe de Bayer fue precipitada, como si
se hubiera absorbido a la compañía de agroindustria a ciegas. Lo
anterior se sustenta en el hecho de las millonarias indemnizaciones
que tendrá que pagar Bayer a personas que utilizaron su producto
estrella: el herbicida Round
up.
Por
mencionar sólo dos casos está el del jardinero Dewayne Johnson
quien recibirá luego de largos procesos, cerca de 80 millones de
dólares por los daños causados a su salud. La misma situación
vivió el matrimonio de Alva y Alberta Pilliod, una pareja de esposos
californianos que durante 30 años utilizaron el Round
up
y quienes, en consecuencia, desarrollaron linfomas no hodgkinianos,
esto es, cáncer. Un jurado encontró culpable a Monsanto por
proporcionar sustancias nocivas para la salud y la
indemnización será por 1.800 millones de dólares. De esta
manera, las circunstancias no son tan “simples” como las ha
querido mostrar Baumann, pues si continúan las demandas y por ende
las millonarias indemnizaciones, es probable que Monsanto resulte
inoperable y en un escenario más radical, lleve a Bayer a la
bancarrota.
Los
ejecutivos de Bayer, sin embargo, han buscado apelar todos los fallos
judiciales, incluso calificando las decisiones de los jurados
como “ muy emocionales” y alejadas de las “evidencias
científicas”. Para los altos cargos de la multinacional, no
existen estudios que prueben una correlación directa entre el
glifosato (sustancia esencial del Round
up)
y el cáncer como lo han asegurado miles de campesinos en todo el
mundo. Bayer-Monsanto se sustenta en una serie de 800 estudios
científicos que probarían que el glifosato no causa daños a la
salud humana. Sin embargo, de acuerdo con periodistas e
investigadores, “la literatura especializada se puede comprar”,
es decir, que la independencia de esos resultados es enteramente
cuestionable debido a que el gigante agroquímico (como evidentemente
lo ha hecho) puede manipular y comprar las conclusiones a su antojo.
Por
si esto fuera poco, en 2017 salieron a la luz pública, una serie de
documentos conocidos como Monsanto Papers. En estos folios con más
de 10 millones de páginas, la empresa norteamericana queda al
descubierto. Durante el proceso que se adelantó en su contra,
Monsanto tuvo que entregar material sensible, analizado por la
periodista Carey Gillam quien, dicho sea de paso, se ha convertido en
un objetivo de difamación por parte de la multinacional. De hecho,
la comunicadora logró difundir una serie de apartados de los
documentos en los que se busca "encubrir
los daños que produce el glifosato". La jefe toxicológica
de la empresa agroindustrial (según se consigna en los Papers) dijo
que “no se puede asegurar que Round
up
no provoque cáncer porque no lo hemos analizado lo suficiente”.
Con estas declaraciones queda evidenciado que Monsanto no puede
probar que no exista una correlación entre el cáncer y el uso del
glifosato, de ahí que la gran cantidad de estudios que dicen tener,
son invenciones pagadas.
De
las 800 investigaciones que Monsanto dice tener en su poder, tan sólo
12 se relacionan con pesticidas cancerígenos. Además, de acuerdo a
cinco estudios independientes, en los que fueron utilizados ratones,
se pudo establecer que el
glifosato efectivamente aumenta el riesgo de cáncer. La
sentencia definitiva la dio el Centro Internacional de
Investigaciones contra el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés),
un organismo de la Organización Mundial de la Salud de Naciones
Unidas. Este centro investigativo aseguró que “el glifosato es
probablemente cancerígeno para el ser humano”, con lo cual, queda
demostrada la relación entre el Round
up y
el desarrollo de linfomas no hodgkinianos. En consecuencia, la
encrucijada por la que atraviesa Bayer no es fácil de resolver, pues
no sólo perdió su reputación como farmacéutica sino además como
productora agrícola que era un campo en el que estaba explorando
antes de su fusión con Monsanto. Con esta pérdida de credibilidad,
Bayer también ha tenido que sortear profundos problemas internos y,
de acuerdo con varios testimonios de empleados, es imposible realizar
criticas a Monsanto sin recibir represalias y ser acusados de
“desleales”.
Por
su afán de mostrar solvencia económica y músculo financiero, Bayer
cometió un grave error al fusionarse con Monsanto, pues en la
actualidad se ha tenido que preocupar más por defenderse que por
lanzar nuevos productos. Además de lo anterior, la multinacional
estadounidense tiene a cuestas una investigación que, de
comprobarse, la podría llevar a tener serios aprietos. El caso fue
la venta de glifosato como el principal agente “reactivador” de
los campos de té en Sri Lanka. De acuerdo con la propaganda
hollywoodense, la agroindustria norteamericana logró la recuperación
de los campos en esta isla y la reactivación de su economía.
Empero, en un lapso de tan sólo 20 años, más de 70.000 personas
adquirieron una extraña enfermedad crónica renal. La investigación
del toxicólogo Channa Jayasumana logró
determinar que la causa era el envenenamiento de los pozos de agua
potable rociados con glifosato. De esa manera, el gigante
agroindustrial es el culpable de causar enfermedades incurables a
miles de personas inocentes. Aunque, claramente, como es su modus
operandi, la empresa ha negado cualquier relación con sus productos
y ha dejado en claro que es un fenómeno con causas diferentes.
Además, como ya es una costumbre Bayer-Monsanto intentan difamar
cualquier estudio o científico independiente acusándolo de querer
“evitar el progreso de las sociedades y la búsqueda de
alternativas para la alimentación de la población mundial”.
Otra
de las investigaciones que ha llamado particularmente la atención
son las muestras de cabello analizadas por científicos franceses en
la que logró determinar que 1 de cada 2 personas están contaminadas
con glifosato. En el laboratorio de ciencias de Kudzu en Estrasburgo,
se analizaron pruebas de todo el mundo y la conclusión es que la
mitad de las personas han tenido contacto con la sustancia. Sin
embargo, aunque no se puede asegurar que esto sea causante de
enfermedades, la realidad es que sí resulta preocupante. En esta
misma línea, lo más alarmante del caso, es que el Detox
Project Japan,
estableció que "de
28 muestras de cabello tomadas a miembros del parlamento japonés,
75%de ellas dieron positivo en la exposición a pesticidas a largo
plazo, con un total de 14 pesticidas detectados" . Esta
situación demuestra los riesgos crecientes que tiene la expansión
del glifosato y un posible proyecto de control demográfico por parte
de las multinacionales de alimentos.
En
Tilba, una región rural de Australia, también se sospecha de una
conexión entre el glifosato y el desarrollo de linfomas no
hodgkinianos. De ahí que se
ha logrado determinar que el glifosato tiene una estrecha relación
con la aparición de cáncer. En este caso, la granjera Tralee
Snape asegura que la exposición a la sustancia le causó la
enfermedad y está pendiente de establecer acciones legales en contra
de la multinacional pues, según su testimonio, no existen en los
envases del Round
up,
advertencias de posibles riesgos a la salud.
Con
todo este panorama gris, la farmacéutica alemana se enfrenta a uno
de los momentos más difíciles de su historia. De hecho, anunció la
inversión en investigaciones por un valor de 5.000 millones de euros
para encontrar productos alternativos al glifosato. El problema es
que cada día que pasa es un riesgo altísimo para los granjeros y
consumidores que están obligados a regar los campos con veneno. Por
esa razón, Bayer tiene en sus manos la oportunidad de cambiar el
régimen de producción alimentaria mundial y dependerá de su modelo
de negocios cómo es que se distribuirán los recursos en el futuro.
Sin embargo, si su actitud sigue siendo obstinada y sorda frente a
las demandas de millones de personas y se sigue creyendo en que son
sólo “juicios emocionales”, entonces es hora de que se denuncie
a voz en cuello que Bayer y Monsanto quieren seguir envenenando el
mundo.
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