La apuesta es, entonces, transitar de este modelo agroindustrial a un modelo de producción de alimentos desde la agroecología, con alternativas que no dañen el medio ambiente, que devuelvan a las comunidades campesinas la preservación de las semillas y sus saberes, y que garanticen los derechos humanos a la salud, a una alimentación adecuada y a un medio ambiente sano, apegado a los más altos estándares de protección de los derechos humanos, establecidos tanto en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como en los acuerdos internacionales que México ha firmado y ratificado.
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