Con una
intensidad inusitada América Latina está sufriendo un avance de las
corporaciones del agronegocio que recuerda a la primera embestida en el
marco de la Revolución Verde en los años 60 o al primer desembarco de
los transgénicos en los 90. De punta a punta del continente americano, y
con diferentes matices, la invasión de transgénicos amenaza la
posibilidad del cultivo de la tierra y de la alimentación para millones
de campesinos, pueblos originarios y consumidores. La lista abarca a
casi la totalidad de los países y por mencionar únicamente los casos
emergentes podemos empezar nuestro recorrido desde el Sur con el golpe
parlamentario en Paraguay que tuvo como uno de sus ejes la intención de
lograr la autorización del maíz transgénico que el gobierno de facto ya
intenta instrumentar.
En Argentina, Monsanto quieremontar la
planta más grande de América Latina para procesar maíz transgénico y
existe la intención de modificar la Ley de Semillas para adecuarla a las
necesidades de dicha empresa. En la región andina nos inquietan los
intentos de quebrar la prohibición de los transgénicos en Bolivia y
Ecuador con argumentos insostenibles. En Costa Rica la Comisión de
Bioseguridad intenta también aprobar un maíz transgénico.
No es casual que en casi todos los casos
sea el maíz, nuestro maíz, el principal objeto de estas agresiones. Y no
es casual tampoco que México está siendo el punto focal de una de las
más brutales agresiones.
Es posible que antes de terminar el periodo presidencial de Felipe
Calderón, o como uno de los primeros actos de gobierno del presidente
entrante, Enrique Peña Nieto, se abra la siembra comercial de maíz
transgénico en ¡más de dos millones de hectáreas del territorio
mexicano!, repartidas en los estados de Sinaloa y Tamaulipas para
empezar, como documenta con alarma el Grupo ETC:
Están en proceso las primeras solicitudes de las transnacionales
Monsanto y Pioneer (propiedad de DuPont) para sembrar maíz transgénico a
escala comercial en México: un millón 400 mil hectáreas en Sinaloa y
más de un millón de hectáreas en Tamaulipas. Esto equivale a una
superficie mayor que todo el Estado de México, 17 veces mayor que el
Distrito Federal, y mayor que la suma del todo el DF, Morelos, Tlaxcala,
Colima y Aguascalientes juntos. Es también muy superior a decenas de
países enteros, por ejemplo, mayor que todo El Salvador, Kuwait o
Luxemburgo.
En más de la mitad de esa superficie, quieren usar el mismo tipo de maíz
transgénico (con el gen Mon603) que produjo cáncer en ratas en el
experimento del doctor Seralini en Francia, publicado en octubre 2012.1
De aprobarse, este maíz de riego, sembrado en los próximos meses, se
esparcirá por México a mediados del año entrante. Será un maíz que,
siguiendo los canales convencionales de distribución, inundará las
grandes ciudades: la zona metropolitana del Distrito Federal, Tijuana,
Monterrey, Guadalajara y otras ciudades medianas, poniendo en grave
riesgo a la población que lo consuma en directo como masa para
tortillas, atole, tamales o pozol, o indirectamente como parte de la
inmensa cantidad de alimentos procesados que lo contendrán como
edulcorante, emulsificante, estabilizador o excipiente —y al que es muy
difícil rastrearle el camino.2
El Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam),
redactó un primer folleto para apoyar la resistencia a la agresión donde
insistió en el punto anterior diciendo:
Las comercializadoras como Cargill y las industrializadoras como Maseca,
Minsa y ADM compran el maíz a los agricultores. Cargill vende a los
molinos urbanos maíz en grano para fabricar la masa3
con la que surten a las tortillerías. Maseca y Minsa elaboran harina de
maíz y la venden a las tortillerías, algunas tortillerías mezclan la
harina con masa, otras sólo utilizan harina, como las que venden en
Walmart. Maseca y Minsa también fabrican tortillas y venden harina de
maíz al menudeo. ADM distribuye maíz en grano para las tiendas Diconsa.
Todos estos tipos de harina y masa estarán elaborados o contaminados con
maíz transgénico, pues no es posible separar el maíz transgénico del
que no lo es.
Además el gobierno de México se ha opuesto siempre al etiquetado de los
productos transgénicos, así que muy pronto todos estaremos comiendo maíz
transgénico sin saberlo.4
¿Por qué la alerta roja?
Las comunidades campesinas, indígenas, la gente de los barrios de todas
las grandes ciudades, las organizaciones de la sociedad civil, claman
una alerta roja total por lo que consideran “una contaminación planeada
con toda la intención”.5
La extensión a ser sembrada es tan vasta que podemos considerar que es
una verdadera avalancha de maíz transgénico el que se cierne sobre todo
el país, tanto en el campo para los cultivos, como en las ciudades para
la gente que lo consuma.
Hablamos de una alerta roja ambiental, porque significará la erosión de
la inmensa variedad de las semillas nativas del maíz en su centro de
origen, uno mucho más vasto que sólo “mesoamericano”. Las dependencias
gubernamentales han argumentado la existencia de “centros de origen y
diversificación del maíz” en México (abriendo la posibilidad de que
hubiera regiones donde sí es factible sembrar lo que sea porque “no son
centros de origen”) mientras las comunidades y las organizaciones de la
sociedad civil insisten, junto con investigadores y expertos de varias
partes del mundo, en que:
La contaminación es un tema que concierne a todo el mundo, en tanto que
el maíz es uno de nuestros cultivos alimentarios más importantes y
México es reservorio de su diversidad genética, de la cual todos
dependemos. Los cambios en la política que se están considerando ahora
podrían poner al gobierno mexicano en el trágico papel histórico de
haber permitido la destrucción de un recurso crítico para el futuro
global de la seguridad alimentaria, y haber puesto en riesgo el legado
más precioso de los pueblos indígenas y campesinos de México. 6
Esta carta se publicó en 2003 poco después de que cientos de comunidades
y organizaciones, de modo autogestionario, demostraban que ya había
focos de contaminación transgénica en variedades nativas de maíz en
varios estados de la República.
Entre marzo y mayo de 2009, se pronunciaron (firmando una nueva carta
dirigida al pueblo de México, al gobierno mexicano a la FAO, al Convenio
de Diversidad Biológica y a la Comisión de Desarrollo Sustentable de
Naciones Unidas), más de 762 organizaciones de 56 países y literalmente
miles de personas, que alarmadas rechazaban el acto del gobierno
mexicano por el cual ponía fin a la moratoria al maíz transgénico que
estaba en efecto desde fines de 1998 y principios de 1999, y que
preparaba el terreno para la siembra comercial que hoy está a punto de
aprobarse.
En esa carta, junto con la Red en Defensa del Maíz, un espacio de
confluencia de más de mil comunidades de 22 estados de la república
mexicana, los firmantes insistían:
México es centro de origen y diversidad del maíz. Existen más de 59
razas reconocidas y miles de variedades, que serán indefectiblemente
contaminadas.
Los pueblos indígenas y campesinos son quienes han creado y mantienen
este tesoro genético del maíz, uno de los principales cultivos de los
que depende la alimentación humana y animal en el planeta.
El maíz es alimento básico de la población mexicana. En ninguna parte se
ha evaluado su consumo cotidiano y en grandes cantidades, como sucede
aquí. Existen estudios científicos que, con mucho menor consumo,
reportan alergias y otros impactos a la salud humana y de los animales
alimentados con transgénicos.7
En 2011, en diversos talleres y encuentros, las comunidades reafirmaron
no permitir que el gobierno intentara establecer esos supuestos “centros
de origen” que dejaban zonas abiertas para el cultivo. Ya en ese
entonces, el responsable de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos
Naturales mexicana, (Semarnat), Juan Elvira, había declarado:
“consideramos que son por lo menos 2 millones de hectáreas en donde se
puede sembrar maíz con biotecnología, en donde no hay afectación a
nuestras variedades de maíz criollo, en donde la preservación del maíz
criollo y de sus ancestros, los teocintles, están completamente
preservados bajo un criterio científico”. Y al otro día se retractó.8
Ante la inminencia de los 2 millones 400 mil hectáreas de siembras
transgénicas tan sólo para Sinaloa y Tamaulipas, se queda chico lo
declarado entonces por el secretario Juan Elvira. Y las comunidades ya
entonces le respondían diciendo:
Todo México es centro de origen del maíz, es más, toda Mesoamérica y sus
vecindades (que van desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de
América del Sur) son el territorio que consideramos como centro de
origen. Porque además el maíz nunca ha sido solito. Siempre está en una
profunda relación con los pueblos. Hay una comunidad entre las
comunidades humanas y la comunidad del maíz con otros cultivos, plantas y
animales con los que ha convivido por milenios. Los criterios
gubernamentales que requieren de hallazgos arqueológicos de rastros de
maíz para calificar como una zona como centro de origen son
insuficientes y sesgados. Si los expertos no encuentran nada dicen “que
no hay”, sin tomar en cuenta la memoria histórica y la presencia viva
del maíz en todas las regiones de México.9
Efectivamente, el examen de la complejidad parece confirmar una estrecha
relación entre lo biológico y lo social. Según Paul Weatherwax, uno de
los historiadores del maíz, “cuando se estableció el contacto entre el
Nuevo y el Viejo Mundo, el maíz se cultivaba desde los 45 grados
de latitud norte, donde hoy se encuentra Montreal, Canadá, hasta los 40
grados de latitud sur, casi mil kilómetros al sur de Santiago de Chile”,
y así lo citó Arturo Warman, investigador y luego funcionario en su hoy
legendario libro sobre la expansión del maíz en el mundo.10
Y hay más. El Relator Especial para la Alimentación, Olivier de
Schutter, recomendó expresamente restablecer la moratoria a la siembra y
comercialización del maíz transgénico en su informe de misión a México
en 2011.11
Recientemente, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad
(UCCS), con ligas con otras uniones semejantes en todo el mundo, hizo un
llamado a la comunidad científica a defender el maíz en su centro de
origen. En su invitación decían:
México es el Centro de Origen y Diversificación del maíz y de sus
parientes silvestres, con más de 59 razas (variedades nativas) de maíz
distribuidas a lo largo y ancho del país.
* Estas variedades nativas de maíz representan no sólo un reservorio de
diversidad genética fundamental para esfuerzos actuales y futuros de
mejoramiento agronómico que coadyuven en la adaptación de procesos de
cambio climático a nivel mundial, si no también, el modo de vida de
millones de campesinos en México.
* La evidencia científica disponible demuestra que una vez que se
siembre maíz transgénico en cualquier parte de México será imposible
evitar el flujo de transgenes hacia las variedades nativas, lo cual
pondrá en entredicho no sólo la viabilidad del maíz nativo mexicano, si
no también afectará el modo de vida de millones de personas, incluyendo
campesinos, agricultores de mayor escala y consumidores.
Por todo lo anterior, y ante la perspectiva de que el saliente gobierno
quiere dejar como legado la imposición de la siembra de maíz transgénico
en nuestro país, a través de un proceso de desregulación que ha
ignorado toda la evidencia científica de riesgo, así como las peticiones
de la sociedad civil nacional e internacional, les pedimos se adhieran a
la siguiente Declaración y Llamado a la Acción que serán promovidos
ante instancias nacionales e internacionales desde la Unión de
Científicos Comprometidos con la Sociedad12
Es entonces una alerta roja mundial agrícola y de biodiversidad porque
la irremediable contaminación con transgénicos de ese enorme centro de
origen de la planta maravillosa, uno de los cuatro cultivos cruciales
para la humanidad, implica la devastación más brutal de las estrategias
de supervivencia de la humanidad de que se tiene noticia —y de la
subsistencia, la seguridad y la soberanía alimentaria real de las
poblaciones urbanas y rurales. Nunca antes se ha erosionado en tal
escala de magnitud, extensión y volumen el acervo genético de un cultivo
en su centro de origen, ni se ha atentado tan directa y masivamente
contra la vida de una población que consume (como bien documenta Ana de
Ita del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano-Ceccam)
115 kilos de maíz anuales por persona en promedio.13
¿Y el principio precautorio?
Parte de la alarma general es que las organizaciones sociales resienten
esta siembra como un “ataque contra la subsistencia más elemental y la
salud de la población mexicana” que “equivaldría a un genocidio”14
ya que numerosos experimentos alertan de los enormes riesgos que
entraña el consumo de este maíz, pues puede provocar mutaciones,
tumores, cáncer, posible depresión de la inmunidad general u otros
efectos nocivos todavía no identificados. Antes, estas dudas profundas
eran el fundamento del universal Principio Precautorio, mediante el que
cualquier aplicación derivada de la experimentación o la teoría (de la
cual hubiera dudas de su inocuidad), podía y debería frenarse hasta que
hubiera evidencia sustantiva de que no ocasionaba ningún daño. En los
tiempos que corren, la comprobación de inocuidad parece recaer en la
sociedad civil, y las empresas de innovación impulsan todo lo que no
esté demostrado que no hace daño (según sus propias regulaciones) sin el
menor miramiento y con una irresponsabilidad que puede calificarse de
criminal.
El problema de la alimentación.
El Ceccam ha sido parte de las organizaciones que han estado impulsando
la resistencia contra la aberración industrial de inundar el campo y la
ciudad con maíces transgénicos que ni siquiera se sabe bien a bien cómo
funcionan. De hacerse, gobierno y corporaciones estarían sustituyendo la
actividad de los agricultores de Sinaloa y Tamaulipas y entregando la
siembra transgénica a las corporaciones. Dice Ana de Ita:
En septiembre pasado, Monsanto solicitó los dos primeros permisos para
la siembra comercial de 700 mil hectáreas de maíz en Sinaloa; unas
semanas más tarde Pioneer Hi-Bred International solicitó tres permisos
para la siembra comercial de 320 mil hectáreas en Tamaulipas.
Usualmente en Sinaloa se siembran con maíz 300 mil hectáreas de riego,
pero Monsanto solicitó que le aprueben 700 mil para este ciclo
otoño-invierno. En diciembre próximo Monsanto pretende sembrar con maíz
transgénico todas las hectáreas de riego existentes en Sinaloa [...]
En Tamaulipas, Pioneer pretende duplicar las hectáreas sembradas con maíz [...]
Los agricultores de Sinaloa y Tamaulipas que producen maíz para el
mercado, utilizan semillas híbridas que compran año con año a las
transnacionales productoras como Monsanto, Pioneer, Dow, mismas que
producen y promueven las semillas transgénicas. Si estas empresas
deciden comercializar únicamente semillas transgénicas los agricultores
no tendrán opción. Además, quienes decidan no sembrar transgénicos serán
contaminados por los cultivos de sus vecinos, y su maíz se mezclará en
el transporte, los silos, los elevadores o los almacenes. Tal como
ocurrió en Estados Unidos, será imposible segregar el maíz transgénico
del convencional y toda la cosecha terminará contaminada.
Dado que el maíz de Sinaloa llega a casi todos los rincones del país, la
amenaza se extiende a las áreas rurales, donde además contaminará las
razas y variedades locales dispersando los transgenes entre los maíces
nativos.15
Es muy sintomático que sea Sinaloa uno de los estados que son el
objetivo de estas siembras transgénicas porque de manera más o menos
abrupta el maíz de Sinaloa, que durante años se distribuía en las
ciudades, fue reemplazado por importaciones que el gobierno mexicano le
autorizó este año a varias comercializadoras, entre ellas sobre todo a
Cargill y Archer Daniels Midland (que decidieron dejar de comprarle a
los agricultores mexicanos de Sinaloa, y privilegiaron cosechas de
Sudáfrica y Estados Unidos), poniendo en grave riesgo a los productores
mexicanos de maíz comercial y comprometiendo la seguridad alimentaria de
la población mexicana. Esto se habría evitado si el Estado hubiera
apoyado a los productores para que su precio fuera mejor que el que le
ofrecen en Sudáfrica a las comercializadoras, pero “la
Secretaría de Agricultura, que confunde la seguridad alimentaria y la
política agrícola con oportunidades de negocios, argumenta que no tiene
recursos para apoyar a los productores a establecer algún esquema de
pignoración que evite la caída del precio del mercado, garantice la
venta de la cosecha nacional y constituya una reserva técnica, por el
contrario sostiene que apoyar a los agricultores nacionales implicaría
pérdidas. Olvida que una función del Estado es regular los mercados de
productos básicos y garantizar la producción nacional”. 16
Pero las contradicciones se suman. Al mismo tiempo que existe este
favoritismo para las comercializadoras en menoscabo de la producción
nacional, y que se pretende sembrar tal extensión de hectáreas con OGM,
un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal), la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) y el Instituto
Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), afirma que año
con año se destinan menos hectáreas a la producción de maíz, siendo
México uno de los que más ha disminuido su superficie sembrada (un 5 por
ciento en 5 años) sólo por debajo de Guatemala.17
Por último, permitirles que en tal extensión de hectáreas Monsanto,
Pioneer y Dow “siembren muerte”, directamente o por contrato, o a través
de la venta de semilla transgénica como única posibilidad del abasto de
semilla en esos espacios, es promover un acaparamiento de tierras
brutal, un desbancamiento de la producción nacional no transgénica y la
promoción nada indirecta de una distribución y comercialización de
alimentos a las ciudades, monopólica y especulativa por parte de ADM y
Cargill.
Y no sobra recalcar que no son los agricultores quienes solicitan estos
permisos: “son directamente las transnacionales de transgénicos que se
constituyen explícitamente en los dueños del agro mexicano —qué se
siembra, cuánto, dónde, a qué precio, bajo qué riesgos, para quién”.18
Por el contrario, las organizaciones campesinas, los espacios indígenas,
las redes de organizaciones de la sociedad civil, comienzan a
pronunciarse, hacen plantones, comunicados, carteles. Así, al exigirle
al gobierno que niegue tales permisos de siembra comercial de maíz a
Monsanto, Olegario Carrillo Meza, presidente de la Unión de
Organizaciones Campesinas Autónomas (Unorca), organización integrante de
Vía Campesina-Norteamérica, argumentó: “No existe ninguna razón
tecnológica, económica ni ética en beneficio de la población y la
mayoría de los productores del campo que justifique la autorización de
la siembra comercial de maíz transgénico en por lo menos un millón de
hectáreas en los estados de Sinaloa y Tamaulipas”. Carrillo Meza abundó:
“En el actual sexenio que está por concluir, el gobierno federal a
través de la secretaría de Agricultura y la secretaría del Medio
Ambiente otorgó 162 licencias para cultivo experimental de maíz
transgénico y de siembra piloto, lo que suma 177 permisos en campo
abierto”. El presidente de Unorca recalcó que el gobierno federal está
“obligado a restablecer la moratoria a cualquier tipo de cultivo de maíz
transgénico en el país”. Si el gobierno aprueba los permisos pendientes
“sería un atentado contra el cumplimiento del derecho a la
alimentación, pues reduciría más las posibilidades de que la población
acceda a comida sana, suficiente y de calidad; las pretensiones de las
empresas Monsanto y Pioneer, representan un peligro para la salud
humana, la biodiversidad, la cultura y la soberanía del país”.19
¿Por qué una avalancha?
Hay que recordar que durante once años —desde 2001— el gobierno no sólo
no detuvo la contaminación sino que le restó importancia y en los hechos
la permitió. La muy posible inundación con transgénicos en las
comunidades del centro y sur del país no ocurrió porque las comunidades
pudieron mal que bien frenar la entrada del maíz transgénico a sus
territorios mediante una moratoria de facto asumida naturalmente y sin
declaraciones vistosas pero con una
decisión y una certeza inquebrantable, que sigue vigente. Eso impidió
que cundiera la contaminación transgénica en México durante todos estos
once años —como sí lo ha ocurrido en otros países. El trabajo insistente
y cariñoso de la Red en Defensa del Maíz (como dijimos más de mil
comunidades en unos 22 entidades federativas del país) fue un freno
real. Pero la gente de las comunidades campesinas del país tiene la
claridad suficiente para saber que una avalancha de esta magnitud
terminará irremediablemente contaminando siembras ni siquiera tan
vecinas de los enormes campos sembrados con OGM, y se introducirá a la
alimentación de la población mexicana sin freno alguno.
Como afirma el cartel que circula ya para apoyar la resistencia en los barrios de muchas ciudades:
Hace más de once años, desde que se descubrió contaminación de maíz
transgénico, cientos de comunidades y organizaciones campesinas, muchas
de ellas indígenas, han estado luchando contra el maíz transgénico,
creando conciencia entre sus habitantes, afinando sus estrategias de
intercambio de semillas, observando más de cerca sus milpas, haciendo
estatutos comunitarios que prohiben la entrada de maíces transgénicos,
rechazando las semillas de los programas de gobierno. Han comprendido
que la lucha no es sólo por una comida, o por una planta, o por una
parcela; han comprendido que es la lucha que va de la semilla a los
territorios y la posibilidad de libertad material y política. 20
Durante esos años el gobierno mexicano implementó, paso a paso, leyes,
reglamentos y políticas públicas que sin duda promovieron el ingreso de
los organismos genéticamente modificados. Primero inundó los espacios
campesinos indígenas con maíz importado (con un alto porcentaje de maíz
transgénico revuelto e indistinguible) a través de las 23 mil tiendas
campesinas de la empresa paraestatal Diconsa lo que implantó focos de
contaminación en zonas que no lograron expandirse de una manera
generalizada. Entre las organizaciones y los estudiosos del proceso, hay
la certeza de que esta contaminación fue y es una estrategia consciente
de las empresas y los funcionarios técnicos y políticos del gobierno
mexicano.21
Después, desde las instancias del gobierno se promovió la idea de que
los mexicanos tendrían que aprender a “coexistir” con los organismos
genéticamente y que no pasaría nada. En este contexto, el congreso
mexicano en pleno (diputados y senadores por igual) aprobó la Ley de
Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM) y varias
leyes colaterales, como la Ley Federal de Producción, Certificación y
Comercio de Semillas, los reglamentos de ambas leyes y una batería
completa que configura un verdadero blindaje para obstruir la justicia.
En tercer lugar, el gobierno le apostó a la confusión. A ella contribuyó
el reglamento de la LBOGM en lo tocante al llamado Régimen Especial de
Protección al Maíz, que prácticamente desapareció y dejó así una
incertidumbre legal que existe aún en torno a si en México existen
centros de origen del maíz y sitios donde no hay tales centros, o si
todo el país es centro de origen —como lo han venido insistiendo
muchísimas organizaciones, comunidades, colectivos, investigadores y
gente de buena voluntad.
Que todo México y más sea el centro de origen del maíz para el mundo era
y es uno de los fundamentos de la moratoria de facto que funcionó de
1997 a 2009. Y es algo que la Red en Defensa del Maíz seguirá
reivindicando.
Aprovechando la confusión, se instalaron siembras experimentales y
piloto en el norte del país de un modo clandestino. Frente a ello, el
gobierno mexicano no reaccionó de acuerdo a lo que la ley mandataba en
ese momento, sino que, por el contrario, decretó la ruptura de la
moratoria, lo que ocurrió el 6 de marzo de 2009. Con la ruptura de la
moratoria se instauró un nuevo paso: de ahí en adelante, las
dependencias encargadas comenzaron a otorgar permisos de siembra
experimental y siembras piloto en el norte del país con la ley por
delante. En paralelo, el gobierno ha venido realizando preparativos para
emprender monitoreos a las comunidades en busca de semillas “no
certificadas”, “semillas pirata”, lo cual es uno de los signos más
alarmantes de cómo la biodiversidad en manos campesinas e indígenas está
siendo criminalizada bajo la excusa de protegerla.
De aquí en adelante, el discurso cambió. El gobierno emprendió una
estrategia doble: por un lado la promoción de leyes estatales que dicen
defender el maíz “criollo” de la contaminación mediante el registro, la
certificación y la fiscalización de las semillas, los productores y el
proceso agrícola. Por el otro, la delimitación de supuestos “centros de
origen” únicos en el territorio nacional, abriendo así el espacio para
que en el resto del país exista una enorme extensión para promover
agricultura industrial y transgénicos.
Ambas estrategias apuntan a lavar la imagen de las políticas estatales e
insisten en que son para cuidar del patrimonio genético del país, la
multiculturalidad de los pueblos originarios y la diversidad de los
maíces, cuando en realidad preparan la erradicación de todo aquello que,
en lo tocante a la agricultura, no esté sometido a los controles
establecidos por las normas, reglamentos, leyes y reformas
constitucionales de un Estado mexicano muy imbricado con grandes
corporaciones.
Hace once años que las comunidades que siembran maíz en sistemas
complejos como la milpa insisten en que para defender el maíz hay que
sembrarlo; que para defender la libertad de las semillas hay que
seguirlas custodiando e intercambiando; que la autonomía más primera es
sembrar los propios alimentos, y que partiendo de ahí es posible
emprender la defensa integral del territorio.
Las empresas buscan quebrar la producción independiente de alimentos.
Para lograrlo deben quebrar la relación de la gente con sus fuentes de
subsistencia, y por eso buscan quebrar la idea de la comunidad, la
defensa territorial, la autonomía de los pueblos. El acaparamiento de la
tierra y el agua es el paso primordial para después cambiar el uso del
suelo, inundar de monocultivos, promover programas autoritarios de
intensificación de cultivos con mecanización y paquetes de agrotóxicos,
lo que expulsa a la población a las ciudades o a los proyectos
agroindustriales para invadir en busca de minerales y biodiversidad,
predando el bosque o especulando con la compra-venta de bonos de aire en
las bolsas internacionales de valores.
Ahora, buscando apoderarse de toda la cadena alimentaria (desde el
acaparamiento de la tierra a los canales de comercialización de los
supermercados), han decidido imponer los OGM. Lo grave
es que no sólo está en juego la agricultura sino la subsistencia misma
de la gente. El ataque se ensaña también en quienes, sin producir sus
alimentos, son dependientes absolutos de las políticas gubernamentales y
empresariales que decidieron correr el riesgo de agudizar al extremo la
salud de toda la población urbana en México tan sólo por establecer su
control total sobre las fuentes de producción, la producción misma y su
procesamiento y distribución.
Una autorización de la siembra comercial de maíz transgénico con
distribución destinada a las ciudades es el momento más álgido de este
proceso y terminará con el debate posible por la vía autoritaria: una
avalancha de escala masiva que necesita ser frenada totalmente.22
La respuesta
La población mexicana no se está cruzando de brazos. Una resistencia
visible, encarnada en cientos de organizaciones, grupos de científicos,
organismos de la sociedad civil, comunidades, grupos campesinos, pueblos
indígenas, abogados, organizaciones barriales, estudiantiles y un largo
etcétera más y más anónimo conforme se torna más unánime por todo el
país, comienza a ejercer presión, solicitar el cumplimiento de las
normas preconizadas por el propio gobierno; comienza a vincularse desde
múltiples rincones, a socializar información, a abrir espacios para
consensar acciones de corto, mediano y larguísimo plazo (talleres,
encuentros, conferencias, procesos jurídicos y de sistematización ética
en los tribunales de conciencia, movilizaciones, volanteos, plantones y
más) Es una resistencia menospreciada, que surge de tan abajo que ni
siquiera está en los mapas oficiales pero que no permitirá una amenaza
así de grave contra la vida misma.
Una resistencia, pacífica pero decidida, por la subsistencia de la
población mexicana (y en el continente) en defensa del cuerpo, del
suelo, el ambiente, los saberes y las semillas; por nuestras estrategias
de supervivencia y alimentación; contra el genocidio, el desprecio, la
imposición y la devastación del maíz, del tlayolli, del yok-ixim o kiximtik, del niza, del i-ku,
y otros tantos nombres que, según la lengua original de cada pueblo,
permiten comunicarle su fuerza y su cuidado de milenios. Esta
resistencia pacífica se dirimirá en los barrios y las comunidades, en
los estanquillos, las escuelas, los comedores familiares, las
tortillerías y los molinos, en los centros culturales y en las
comunidades más apartadas, pero será cierta.
Se dirime también mediante una demanda interpuesta ante el Tribunal
Permanente de los Pueblos, que sesiona en México desde octubre de 2011 y
que sesionará hasta el 2014. Siendo un tribunal de conciencia de
reconocida trayectoria (es heredero del Tribunal Russell), el tribunal
está propiciando una articulación de las diversas resistencias al
interior de México, contra los inmensos agravios de todo tipo. Esa
demanda, contra los transgénicos y por la seguridad y la soberanía
alimentaria, agrupa ya a miles de comunidades y cientos de
organizaciones y emprende una sistematización integral de la
problemática de la defensa territorial, la agricultura, la producción
independiente de alimentos, la defensa de las semillas nativas y la
urgente seguridad alimentaria de la población que no produce alimentos.23
Más temprano que tarde esta resistencia en México se articulará con las
luchas que ya se emprenden en Costa Rica, Colombia, Ecuador, Bolivia,
Paraguay, Argentina y Chile y que de un modo irrenunciable buscan frenar
los transgénicos, las leyes de certificación de las semillas y la
imposición de modelos de cultivo que privilegian a las grandes
corporaciones del sistema agroalimentario industrial mundial contra la
agricultura campesina, tradicional y contemporánea que como reiteramos
una y otra vez, bien puede enfriar la tierra. La soberanía alimentaria
es el paso más rotundo desde los propios espacios para evadir la
dependencia de las corporaciones que quieren decidir qué comemos y a qué
precio. Entendiendo las relaciones entre el campo y la ciudad las
organizaciones, como la Red en Defensa del Maíz en México insisten:
Defender el maíz en México pasa necesariamente por el respeto a la libre
determinación y autonomía de las comunidades y pueblos indígenas y
campesinos.
Rechazamos una vez más cualquier siembra experimental, piloto o
comercial, así como la distribución, almacenamiento, comercialización,
de organismos genéticamente modificados en cualquier parte del
territorio nacional (y en el mundo).
La soberanía alimentaria radicará siempre en el respeto del derecho
colectivo a tener, guardar e intercambiar libremente semillas nativas
sin la imposición de mecanismo alguno de control estatal, federal o
empresarial (sea certificación, inventario, banco de semillas, catálogo
de variedades, patentes, denominaciones de origen o derechos de
obtentor).
La soberanía alimentaria requiere condiciones que permitan la producción
libre y autónoma de alimentos a nivel local, regional y nacional, el
respeto a nuestros territorios, amenazados ahora por proyectos mineros,
hidroeléctricos, petroleros, carreteros, de servicios ambientales,
reservas de la biósfera, privatización de los mantos de agua;
territorios amenazados también por la industrialización y urbanización
salvaje y por la política ambiental oficial de conservación sin gente.
Ecoportal.net .24
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Grain
http://www.grain.org
http://www.grain.org
1 Silvia Ribeiro (Grupo ETC), “Invasión”, La Jornada,
3 de noviembre de 2012. Ver Gilles-Eric Séralini , Emilie Clair, Robin
Mesnage, Steeve Gress, Nicolas Defarge, Manuela Malatesta, Didier
Hennequin, Joël Spiroux de Vendômois:, Long term toxicity of a Roundup
herbicide and a Roundup-tolerant genetically modified maize, Food and Quemical Toxicology, Volumíssue 11, noviembre de 2012, pp. 4221–4231
2 Para ahondar esta información, ver Maíz transgénico: Ataque mortal a nuestra salud, a los pueblos, al campo,
cartel elaborado por Movimiento Urbano Popular como material de apoyo a
talleres para alertar a la población, noviembre de 2012.
3
En México, la masa es la forma ancestral de procesar el grano,
añadiendo un poco de cal al maíz que se está cociendo, en un proceso
conocido como “nixtamalizar el maíz”. Esto garantiza que el maíz está
listo para que sus nutrientes se aprovechen al máximo
4 Ceccam: “Alerta roja transgénica”, material de apoyo para talleres de concientización barrial, octubre de 2012.
5 Testimonios recogidos en los talleres de capacitación y alerta del Movimiento Urbano Popular, octubre-noviembre, 2012.
6
“Carta a la opinión pública nacional e internacional firmada por 302
organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo”, noviembre de
2003. El maíz no es una cosa, es un centro de origen, Colectivo
por la Autonomía GRAIN, Centro de Análisis Social, Información y
Formación Popular (Casifop), Editorial Ítaca-CS-Fund, México, 2012, pp. 93-94
7
“Contra el fin de la moratoria”, Comunicado de la Red en Defensa del
Maíz suscrito por organizaciones y académicos, investigadores y personas
a nivel mundial”, marzo-mayo 2009. Ver El maíz no es una cosa, es un centro de origen, op.cit. pp 179-182.
8 Greenpeace, 17 de noviembre, 2011, www.greenpeace.org
9
Ver “Los pueblos indígenas de México defendemos todo México como cuna
del maíz”, Comunicado del Festival de Semillas del Centro Ecológico la
Primavera de Organizaciones Campesinas, y de la Organización de
Agricultores Biológicos, Tlacolula, Oaxaca, 27 de noviembre, 2011, Ojarasca en La Jornada 176, 10 de diciembre de 2011.
10 Arturo Warman, La historia de un bastardo: maíz y capitalismo. Fondo de Cultura Económica, México, 1988.
11 Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación: El
derecho a la alimentación: informe de misión a México, 2011, Naciones
Unidas-Derechos Humanos, Oficina del Alto Comisionado, 2012.
12
Invitación a firmar el comunicado de la UCCS. www.unionccs.org. Ligas
para leer y firmar el documento: Español:
http://www.uccs.mx/doc/g/planting-gmo-corn_es. English:
http://www.uccs.mx/doc/g/planting-gmo-corn
13 Ana de Ita, “Fe de ratas”, La Jornada, 16 de octubre de 2012.
14Testimonios recogidos en los talleres de capacitación y alerta del Movimiento Urbano Popular, op.cit.
15 Ana de Ita, “Fe de ratas”, op.cit.
16 Ana de Ita, “La seguridad alimentaria como negocio”, La Jornada, 28 de abril 2012
17 Ver “México, segundo país en AL que más redujo área para cultivar maíz”, nota de Susana González, La Jornada, 11 de noviembre de 2012.
18 Silvia Ribeiro, “Invasión”, op.cit.
19 Jair López Vega, “Campesinos demandan negar permisos para siembra de maíz transgénico”. El Financiero, 6 de noviembre de 2012.
20 Ver Maíz transgénico: Ataque mortal... op.cit.
21 Ver El maíz no es una cosa, es un centro de origen, op.cit.
22 Ver el recuento de la lucha de once años en El maíz no es una cosa, es un centro de origen. op cit.
23
Ver: “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y los derechos
y la autonomía de los pueblos”, demanda presentada ante el Tribunal
Permanente de los Pueblos, capítulo México, 2012, wwwtppmexico.org. Ver
también “Las razones del maíz” (en tres idiomas), www.grain.org
24 Comunicado de la Red en Defensa del Maíz, 17 de marzo de 2011. www.redendefensadelmaiz.net
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