El matrimonio de Monsanto con Bayer rompe récords no solo debido a su
envergadura sino por su mal olor, y no solo debido a la reputación de
Monsanto de dejar una estela mortífera en todo, desde la desaparición de
las flores silvestres y las mariposas a los agricultores abocados a la
pobreza por estar obligados a comprar sus semillas y pesticidas.
Bayer,
quizá más conocido por sus aspirinas, tan eficaces desde 1897, u otros
medicamentos útiles, tiene un historial marcado por unas cifras de
muerte mucho, mucho mayores. Bayer, junto con otras dos empresas
químicas gigantes, BASF y Hoechst, fue quien desarrolló en terrible gas
cloro que se utilizó en la Primera Guerra Mundial. En 1925 las tres
empresas formaron un cártel gigante, IG Farben (Joint Interest
Association Dyes), que se convirtió en el líder mundial de las
farmacéuticas, los tintes y los productos químicos, a menudo después de
tratos con DuPont y Standard Oil.
Durante los primeros años de
la década de 1930 IG Farben se convirtió en el mayor donante de la
campaña electoral de Adolph Hitler. Aunque al principio era ligeramente
reticente debido a que algunos de sus científicos clave eran judíos, en
los años decisivos antes de que Hitler lograra el poder IG Farben donó
400.000 a este y a su partido nazi, lo que fue ampliamente recompensado:
IG Farben, con Bayer, se convirtió en el mayor especulador de las
conquistas alemanas en la Segunda Guerra Mundial.
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