Para
nadie es un secreto que internet es una de las rutas de información
más grandes en el marco del mundo globalizado. Se ha logrado
conocer, por ejemplo, que Facebook vendió una serie de datos a una
empresa británica –Cambridge
Analitica-
que finalmente influyó en las elecciones de algunos países en
América Latina. La red es hoy por hoy uno de los medios de
intercambio de información más importantes, pero al mismo tiempo
más peligrosos. Lo anterior se sustenta en un reciente artículo de
Wall
Street Journal en
el cual se sostiene que el gigante tecnológico Google,
tiene acceso a la información médica de millones de pacientes en al
menos 21 estados de Estados Unidos.
En colaboración con Ascension, uno de los mayores sistemas de salud
del país, la empresa de tecnología dispone de 2.600 instalaciones,
entre hospitales y consultorios a lo largo y ancho del país. Aunque
las dos empresas han salido al paso a decir que su actuación es
absolutamente legal, algunas preguntas saltan a la vista,
verbigracia, si su actuación está apegada a la ley y al
profesionalismo, ¿por qué se buscó ocultar la información? Este y
otros cuestionamientos serán el centro de la presente investigación.
Antes
de adentrarnos en los motivos reales de Google es fundamental conocer
un poco más del proyecto. En este sentido, el objetivo del gigante
tecnológico es desarrollar un programa de inteligencia artificial
capaz de alojar millones de datos de diferentes pacientes en una
misma interfaz. De acuerdo con Google y Ascension, el
proyecto conocido como Nightingale
cumple con las leyes federales en salud que permiten la transferencia
de información de sus socios sin nececidad de consultarlos.
Particularmente,
se menciona el Health
Insurance Portability and Accountability Act’
de 1996 que permite justamente conocer los datos de pacientes (sin
necesidad de ser autorizados), siempre que el fin sean funciones
médicas y que se disponga de un programa de protección de datos
personales. Bajo este paraguas, las dos compañías han buscado
evadir las responsabilidades y restar importancia a los riesgos que
tendría el hecho de que sólo 150 personas, trabajadores de Google,
tengan acceso al historial clínico de millones de personas en
Estados Unidos. Algo que puede expandirse por el globo si los
resultados son los esperados.
El
proyecto Nightingale
se presenta como un medio para gestionar soluciones en temas médicos
que permitan mejorar la situación de millones y, al tiempo,
optimizar los servicios prestados. En efecto, Google anunció en
julio pasado que “las soluciones de inteligencia artificial y
machine
learning
de Google Cloud están ayudando a organizaciones de atención médica
como Ascension a mejorar sus servicios y resultados” . De esta
manera, el gigante informático es un intermediario en la gestión y
protección de datos bajo estrictos estándares de privacidad y
seguridad, o ese es el deber ser de la compañía. Sin embargo, no es
del todo claro los protocolos de protección ni tampoco para qué se
quiere almacenar esa información tan sensible.
Desde
otra perspectiva, lo peligroso de este caso es que Google y en
concreto el software que se encuentran desarrollando, podría
determinar no sólo los procesos para “mejorar la atención
médica”, sino que eventualmente también estaría en la capacidad
de clasificar a los pacientes. Esto, dicho de otra manera, implicaría
que los hospitales estarían en la discreción de no prestar un
servicio de salud a determinados segmentos de la población al
considerarlos costosos o innecesarios. La situación no es irreal
toda vez que en los Estados Unidos se debate continuamente el acceso
universal a la salud como un derecho fundamental que, los grupos
conservadores amparados en las grandes empresas rechazan de
inmediato, al considerarlos demasiado “costosos”. Si llevamos más
allá el argumento, se podría afirmar que la concentración de datos
en una compañía como Google implica un control sobre la vida de los
ciudadanos y por qué no de las decisiones médicas que se tomen en
adelante. Un software puede determinar, por ejemplo, que un
tratamiento contra el cáncer es costoso en términos monetarios y de
tiempo, por lo que en el futuro los hospitales y consultorios podrían
dejar de prestar el servicio o cobrar en exceso la atención.
Lo
anterior confirma una verdad de Perogrullo: Google no es una empresa
altruista, es decir, que detrás de la recopilación de datos médicos
hay una clara intención política y económica. En efecto, la
empresa informática no realiza una actividad que no implique
monetización, de ahí que todo el entramado de las historias médicas
tenga un fin concreto. Como lo confirmó el abogado y miembro del
comité nacional republicano, Harmeet Dhillon,
la
situación respecto a la alianza Google-Ascension es "francamente
alarmante"
y lanza una pregunta a la ciudadanía: “¿confía en Google con los
resultados de sus análisis de sangre, diagnósticos e información
confidencial de salud?”. Es claro que constituye un riesgo mayor
otorgar información personal a un grupo que sólo le importa la
recolección de datos, que desconoce el valor humano y que se
interesa por obtener enormes ganancias. Por si esto fuera poco, las
personas que hoy se encuentran en las bases de datos de estos dos
consorcios, no tienen la menor idea, lo cual deja entrever la
seriedad del asunto.
Al
respecto es imperativo recordar el caso de Google Health 2008, una
aplicación de la empresa que, a pesar de proyectarse como una
alternativa para la gestión de temas de salud, cerró cuatro años
más tarde, al no poder persuadir a suficientes usuarios para que
subieran su historial médico. Los
pacientes se sentían incómodos de que una emprresa de informática
albergara datos tan sensibles.
Existieron múltiples razones para el fracaso de este servicio que,
en Estados Unidos mueve el 17% del PIB. Para algunos analistas la
causa fue justamente el fallo en torno a confiar información como
metas de salud, peso o colesterol. Muchas personas no estaban
dispuestas a exponerse de una manera tan evidente. Por otra parte, el
motivo pudo ser que el servicio no generó la suficiente “atracción”
a los usuarios y a los médicos que en poco promovieron la
aplicación.
No
obstante, la principal razón del fracaso de Google Health fue la
ausencia de monetización, es decir, que no pudo corresponderse con
el modelo de salud estadounidense. Como es bien conocido en el ámbito
global, la prestación del servicio en el país del norte se basa en
la medicina privada, esto es, en privilegiar la realización del
mayor número de intervenciones (muchas veces más de las
necesarias), ya que las instituciones médicas sólo devengan en la
medida en que se realicen mayores operaciones. Si ponemos todo lo
anterior en plata blanca, diremos que buena parte de la medicina
norteamericana se basa en la creación y cura de enfermedades en una
suerte de círculo vicioso; si alguno de esos factores se altera, así
lo hará la oferta y la demanda hecho que repercute directamente
sobre la economía del país. Por ese motivo, no es tan fácil
generar procesos de automatización y gestión en un Estado que
necesita continuamente del ejercicio de la medicina como oportunidad
de negocio.
La
salud en Estados Unidos funciona, entonces, como cualquier rubro de
la economía, es decir, basada en los principios de ganancia,
olvidando que es un derecho fundamental. Con la eliminación del
criterio de consentimiento individual de las operaciones con datos de
atención médica, el gigante tecnológico se libra de cualquier
responsabilidad penal y de paso asegura un campo lucrativo que se
corresponde con la proyección de una empresa de sus dimensiones.
Nunca debe perderse de vista que compañías como Google persiguen
fines económicos y que el tema de la salud pública siempre será un
espacio importante para las inversiones. Ahora bien, el
hecho según el cual, una empresa que conoce sobre las preferencias y
gustos de las personas, tenga acceso libre a datos tan sensibles
puede generar un conflicto ético y de intereses,
pues podríamos estar asistiendo a la reducción de la humanidad
misma a un dato de computadora. Este acontecimiento debería estar
alarmando a las sociedades tanto o más que el cambio climático.
También
deben considerarse las inquietantes alianzas de Google pues además
del gestor de salud Ascension, el
gigante Google ha entablado nexos con la clínica Mayo en septiembre
de 2.019,
acontecimiento que le permitiría el acceso al menos un millón de
datos de pacientes. Y aunque el pacto ha sido visto desde la supuesta
filantropía por parte de la compañía ofimática, la realidad es
que hay fuertes motivos de fondo. Esto se comprueba con la
adquisición de los dispositivos Fitbit, una aplicación relacionada
con el seguimiento del estado físico. El dispositivo le permite
acceder a información de poco más de 28 millones de personas; desde
los pasos que dan hasta el ritmo cardiaco. En ese sentido, es
evidente que el futuro de las compañías está dado en términos del
acceso y gestión de datos. Google Health no fue un fracaso, tan sólo
era un experimento de los hombres de negocios de Silincon Valley que
estaban probando diversas alternativas para lograr juntar los datos
de un número considerable de pacientes y de esa forma establecer un
algoritmo capaz de automatizar el acceso a la salud. Lo más grave de
todo es que habrá un futuro cercano en el que el acceso a los
tratamientos médicos hará parte de un reducido grupo de personas de
acuerdo con la lógica de oferta y demanda, condenando a millones de
personas a morir mientras esperan una atención que nunca llegará.
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