Sin
lugar a dudas estamos asistiendo a una era radicalmente distinta en
la historia de la humanidad. Esto no es nuevo ni mucho menos, pues en
el pasado también hubo virus devastadores como la peste bubónica o
las innumerables guerras absurdas que enfrentaban a ejércitos
enteros por el color de una bandera o la soberanía de un territorio
y que costaban la vida de millones de personas. Sin embargo, la
crisis desatada por el Covid-19 es de una proporción inimaginable al
punto que las lógicas sociales y de mercado cambiarán su curso para
siempre. Escribir sobre este tema tiene una complicación adicional y
es que cada día, a cada minuto, crecen por el mundo los infectados y
fallecidos a causa del coronavirus.
Por ejemplo, al
cierre de esta redacción el mundo registra más de un millón cien
mil de infectados y más de 60.000 muertos,
tendencia que claramente irá al alza de acuerdo con las proyecciones
de instituciones como la Organización Mundial de la Salud. El país
con mayores registros es hoy Estados Unidos (con más de cuarto de
millón de casos detectados y más de 7.500 muertes), luego de las
patéticas decisiones del gobierno Trump de querer minimizar el
impacto del virus y reducir sus efectos a los de “una simple
gripa”. En un acto que castigó su soberbia e ignorancia, el
inquilino de la Casa Blanca tuvo que reconocer sus errores e hizo un
llamado a suspender los vuelos provenientes de Europa y a declarar la
emergencia nacional que se extenderá hasta el 30 de abril.
Por
esa razón, el propósito del presente texto no es el de dar cuenta
de la escalada del virus ni de sus repercusiones físicas o
económicas (pues pululan las reflexiones al respecto), sino de
brindar una perspectiva estructural y en algún sentido proyectiva
sobre el futuro de los virus como arma biológica.
En
tal sentido, los mares de tinta que se han producido en torno al
Covid-19 han enmascarado una serie de elementos que quisiéramos
traer a colación. El primero de ellos tiene que ver con el origen
mismo del virus que, de acuerdo con las versiones oficiales, surgió
a partir del consumo de sopa de murciélagos. Esta hipótesis se ha
reproducido sin ningún tipo de crítica y cualquier versión
alternativa es acusada de constituir una “teoría conspirativa”
que busca generar pánico en la población. Lo cierto es que
investigaciones
como la del grupo canadiense Global Research sugieren que el origen
del coronavirus tuvo lugar en Estados Unidos. En
efecto, de acuerdo con este grupo “el origen era desconocido
durante mucho tiempo, pero parece probable ahora, según informes
chinos y japoneses, que el virus se originó en otros lugares, pero
comenzó a extenderse ampliamente solo después de ser introducido en
el mercado de Wuhan. Según informes en japonés y otros medios,
puede haberse originado en Estados Unidos”. No sería extraño
entonces que estemos asistiendo a una nueva era de guerra biológica
que, por supuesto, incluye el papel de las grandes potencias
mundiales. Desde esta perspectiva específica, es probable que la
Casa Blanca tenga parte en todo este asunto de la pandemia. Aunque
pareciera contradictorio, si nos ceñimos a la hipótesis de que el
virus fue introducido en el mercado de Wuhan, se diría ¿por qué
Estados Unidos es hoy el principal afectado con la crisis pandémica?
La respuesta podría estar en el hecho de que el Pentágono no logró
dimensionar el rápido efecto contagioso que tendría el virus a
causa una sociedad global interconectada, ni mucho menos esperaba que
su invento pudiera jugarle en contra.
Sumado
al portavoz del gobierno chino Lijian Zhao quien señaló al
“ejército de Estados Unidos de llevar el virus a Wuhan”, el
líder de la República Islámica de Irán (el país más afectado
con el coronavirus en Medio Oriente), manifestó que dicho agente fue
“fabricado
específicamente para Irán usando datos genéticos de iraníes que
han logrado por diferentes medios”
y culpó al gobierno de los Estados Unidos de estar detrás de todo
ello. Por eso rechazó la ayuda ofrecida por el gobierno Trump, pues
según el propio Alí Jamenei, Estados Unidos busca “enviar gente
camuflada de doctores con el objetivo de ver los efectos que su
veneno ha producido en las personas”.
Pero
ésta no es la única voz:
En
un tuit publicado el 11 de marzo, 2020, el líder del Movimiento
Sadrista chiita en Irak Muqtada Al-Sadr atacó al Presidente de los
Estados Unidos Donald Trump, acusándolo de ser el responsable por la
propagación del coronavirus, particularmente en los países hostiles
a Estados Unidos: «Me sorprendí cuando Trump dijo: ‘Estamos
haciendo un gran trabajo en contra del coronavirus y la situación
hubiese sido peor si no fuese por nuestra intervención a ello'». Oh
Trump, tú y otros como tú son sospechosos de estar detrás de la
propagación de esta enfermedad, en especial porque la mayoría de
los que la padecen se oponen a los Estados Unidos»
‘Abd
Al-Bari’ Atwan, periodista palestino quien vive en Gran Bretaña y
es el editor del diario árabe en la red en Londres Rai
Al-Yawm,
escribió: «El portavoz de la cancillería de China escribió en su
cuenta Twitter en inglés que el ejército estadounidense puede que
haya sido responsable de introducir el coronavirus en la ciudad de
Huwan, siendo esta la más afectada por la enfermedad.
De
esa manera, no
son pocos los gobiernos y organizaciones que han buscado señalar
como el principal culpable de la creación y propagación del virus
al gobierno estadounidense..
Y aunque siempre puede existir un manto de duda en torno a los
orígenes de agentes patógenos, lo cierto es que muchos de ellos han
sido creados en laboratorios.
De
hecho, el segundo elemento de análisis es justamente el papel de los
laboratorios biológicos que tiene el Pentágono apostados en
diversas partes del globo. Hemos
realizado una investigación exhaustiva respecto al tema y mostramos
la presencia de al menos 25 laboratorios bioquímicos del gobierno
norteamericano ubicados geoestratégicamente.
En otras pesquisas, dimos cuenta de las investigaciones genéticas
promovidas por la Casa Blanca que buscan desarrollar armas biológicas
para atacar genotipos específicos como el de las etnias eslavas. De
esa manera, resulta
inquietante que varios de esos laboratorios biológicos estén
ubicados en ex repúblicas soviéticas como Georgia, Ucrania y
Kazajistán.
Por ese motivo, no es para nada descabellada la preocupación del
líder supremo de Irán en torno al desarrollo de virus, toxinas y
bacterias que ataquen a un segmento poblacional específico que
comparta ciertos rasgos genéticos.
Aunque
en el presente no pueda confirmarse con certeza absoluta que el
gobierno estadounidense está detrás de la crisis pandémica, sí es
posible fijar la atención sobre el futuro y el control de las armas
bioquímicas que tendrá el Pentágono. En este orden de ideas, el
tercer factor que el riesgo del coronavirus ha traído es un
escenario de futuro cercano caracterizado por el intercambio de armas
biológicas capaces de confinar a la población mundial y de arrasar
a una parte específica de ella. Por tanto, es probable que los
Estados Unidos ya estén desarrollando un virus mortífero capaz de
atacar segmentos específicos de la población, esto es, material
genético de pueblos concretos. Si algo ha demostrado la pandemia del
Covid-19 es que el control fáctico de la población es un asunto
real que involucra variables de orden geopolítico. Con la creación
de un virus es posible devastar la economía de un país y acabar con
millones de personas.
De
acuerdo con lo anterior, debe considerarse que se está librando una
ardua batalla por la hegemonía mundial y que la guerra biológica
puede ser uno de los tantos escenarios de confrontación. De hecho,
hace algunos meses los mercados estaban en pánico por una guerra
comercial sin cuartel que involucró a Washington y Pekín en un
intercambio de poder y negociación. Bajo todo ese aparataje había
una cuestión fundamental: el impulso a la tecnología 5G
desarrollada por la República Popular China que Estados Unidos
quiere evitar a toda costa. No es de extrañar, por tanto, que como
sostiene el biólogo ruso y ex miembro de la Comisión de Armas
Químicas y Biológicas de las Naciones Unidas, Igor Nikulin, “el
coronavirus es un arma biológica producida por Estados Unidos
durante los últimos 20 años y eso no es accidental sino un plan
diseñado para utilizarse contra sus enemigos, es decir China, Irán
[y Rusia]” .
Según esta versión, hay virus deliberadamente creados por el
departamento de investigaciones biológicas de los Estados Unidos que
pretenden a toda costa evitar el ascenso de China como única
potencia mundial, de ahí que tenga razón de ser el nuevo espacio
para la confrontación de los grandes poderes mundiales.
Varias
versiones han circulado en torno a la creación y propagación del
coronavirus. Se ha hablado sobre una supuesta conspiración de
farmacéuticas para la creación de vacunas y el surgimiento de un
nuevo negocio como sucedió en los casos de la gripe aviar o los
virus asociados a los cerdos. La realidad es que mientras el
magnate-presidente sigue vociferando en contra de China, culpándola
de haber sido el foco del virus, en vez de proteger a su población
de la propagación que ha llegado a niveles realmente alarmantes,
otros países han enfilado sus esfuerzos para acabar con la pandemia.
En efecto, científicos
rusos dicen tener un medicamento que bloquea el efecto degenerativo
que el Covid-19 tiene en las células .
Esto demuestra que mientras existen gobiernos que se culpan entre sí
de la creación y propagación de los virus, existen otros que se
inquietan por el futuro de la humanidad. Por esa razón, no es de
extrañar que la pandemia del coronavirus nos esté alertando sobre
el futuro cercano: una serie de gobiernos enfrentados a través de
peligrosas bacterias y virus que logren diezmar a la población
mundial. Estamos ante un nuevo capítulo de la historia de la raza
humana y tenemos que estar preparados para lo peor.
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