Por décadas,
comunidades campesinas y movimientos sociales han sostenido una lucha
por desmantelar un modelo agroindustrial de producción de alimentos que
utiliza un paquete tecnológico conformado por semillas transgénicas y
agroquímicos tóxicos. Para ello, tal modelo se basa en el despojo de
saberes y bienes comunes, privatiza las semillas nativas, contamina el
medio ambiente y afecta la salud humana, animal y vegetal.
La apuesta es, entonces, transitar de este modelo agroindustrial a un modelo de producción de alimentos desde la agroecología, con alternativas que no dañen el medio ambiente, que devuelvan a las comunidades campesinas la preservación de las semillas y sus saberes, y que garanticen los derechos humanos a la salud, a una alimentación adecuada y a un medio ambiente sano, apegado a los más altos estándares de protección de los derechos humanos, establecidos tanto en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como en los acuerdos internacionales que México ha firmado y ratificado.
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