domingo, 1 de marzo de 2020

El desastre global llamado Bayer-Monsanto

Un agricultor estadounidense recibió una indemnización de $265 millones el pasado viernes 14 de febrero, luego de que un juzgado determinara que su plantación de melocotones había sido destruida por el herbicida “Dicamba”, propiedad de la alemana Bayer. El compuesto representa solo uno entre docenas de venenos puestos en el marcado por la firma que en 2018 compró Monsanto, una de las multinacionales más vilificadas de la historia (con total justicia).

Con la adquisición de la agroquímica de origen norteamericano, Bayer heredó la pésima imagen de Monsanto y sus decenas de miles de demandas judiciales por daños. Pero si Bayer gozaba de una buena imagen antes, ello se debe a su poderoso departamento de relaciones públicas y no a su respeto por el consumidor, el ecosistema o cualquier otra cosa distinta del bolsillo de sus accionistas. Como veremos, desde su creación, Monsanto y Bayer mantuvieron una relación bastante cercana.

A los pleitos legales causados por el efecto cancerígeno de los productos que antes eran de Monsanto –como el famoso Roundup–, se suman los ocasionados por la mencionada destrucción de cultivos: sus herbicidas y pesticidas suelen volatilizarse y contaminar las tierras aledañas a aquellas donde son aplicados, destruyendo toda la vida que no ha sido genéticamente modificada para resistir los potentes venenos que ya se encuentran diseminados por el ecosistema y en millones de seres humanos. Según el granjero estadounidense beneficiado por el fallo judicial, ello sería una estrategia para llevar a los afectados a sumarse al monopolio agroindustrial de la compañía. Además, ha minado las buenas relaciones entre granjeros vecinos, que en algunos casos se acusan mutuamente de reusar semillas que son propiedad intelectual de la industria agroquímica.
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https://www.alainet.org/es/articulo/204932

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