Hay países que permanecen casi en el anonimato y si pensamos en el continente americano, quizá, el principal en este rango pueda ser Paraguay. En Europa, la mayoría de las personas tendrán grandes dificultades para situar a este país en el mapa y otro tanto ocurrirá si preguntamos por alguna característica que lo pueda definir.
Sin embargo, a pesar de los muchos elementos positivos que tiene este país, en términos negativos, Paraguay podría pasar pronto a definirse como “Sojaguay”. En una campaña publicitaria del año 2003 de una de las mayores transnacionales del agronegocio en el mundo, entonces Syngenta y hoy ChemChina-Syngenta, este territorio era el centro de una ficticia República Unida de la Soja, junto con aquellos otros estados que le rodean como Argentina y Brasil, además de Bolivia y Uruguay. Entonces esta ya era una de las mayores zonas productoras del mundo de soja (hoy lo sigue siendo), en su inmensa mayoría transgénica y orientada su exportación a Europa, a fin de que ésta última pueda alimentar a su ganado, sobre todo en las macro granjas intensivas, y ser, a su vez, la mayor productora de biodiesel del mundo. Respecto a este último, es importante tener presente que el biodiesel se presenta como un combustible altamente positivo en el proceso de abandono de los combustibles fósiles. Sin embargo, esto quedaría matizado si atendemos a las consecuencias sobre las tierras en las que se aplica el actual modelo de producción intensiva. Como muchos dicen, el problema no solo es la planta, especialmente en su variante transgénica, sino, sobre todo, su modo de producción. Y Paraguay es el mejor ejemplo para ilustrar esta otra realidad.
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