El decreto presidencial que marca el fin del glifosato y el maíz transgénico en nuestro país es un hito y el primer paso para transformar nuestro sistema agroalimentario y debe servir para impulsar el cambio de modelo agrícola; de uno agroindustrializado basado en agroquímicos dependiente de las empresas transnacionales como Bayer-Monsanto, a uno agroecológico que ofrece soluciones a problemas de fertilidad de suelos y plagas locales, permite diversificar los cultivos, proteger la biodiversidad y la salud de las campesinas, campesinos y personas consumidoras.
A través de la regeneración de suelos y el uso de técnicas como el manejo de arvenses o la implementación del uso de bioinsumos que promueve la agroecología, se pueden tener suelos sanos, aumentar los rendimientos en la producción, hacer frente a las amenazas del cambio climático y ofrecer alimentos nutritivos y de bajo impacto ambiental a las y los consumidores.
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