Mauricio Roman es productor de trigo agroecológico en el sur de Brasil y está preocupado. Desde que supo de la aprobación del trigo transgénico argentino en su país, hace pocas semanas, teme por sus cultivos. “Ya sufrimos con la soja, y ahora lo hacen con el trigo”, dice. Cuenta que días antes, con otros productores del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, denunció judicialmente la contaminación de sus cultivos por pulverización de glufosinato de amonio en campos cercanos de productores convencionales. “Por acción del viento, esos productos vuelan a kilómetros de distancia”, destaca.
El último 2 de marzo, en un proceso sin aviso previo, la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad aprobó en Brasil el trigo HB4 para cultivo. Ya lo había autorizado para importación, en forma de harina, en 2021, en la aprobación condicionada como principal comprador de trigo de Argentina. Pero ahora, además del recelo de los pequeños productores por un herbicida ya conocido que viene incorporado al paquete que requiere, se suma que este nuevo tipo de cultivo es la primera experiencia de un trigo transgénico aprobado para cultivo, consumo y comercialización en el mundo. “No hubo debate en la sociedad brasilera ni en los estados productores, que son Paraná, Rio Grande do Sul y Santa Catarina”, enfatiza Roman. “Somos responsables por el 90% de la producción de trigo y no fuimos consultados.”
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