En las montañas de San Lorenzo, al sur de Colombia, una resistencia silenciosa se arraiga en la tierra. No son marchas ni protestas, sino manos que siembran, seleccionan y comparten semillas nativas como lo hicieron sus ancestros. Se llaman a sí mismos «guardianes de las semillas», y su misión es clara: proteger el patrimonio agrícola del país frente al avance de los cultivos transgénicos.
Aura Alina Domínguez, una de las líderes del movimiento, lo resume con simpleza para The Guardian: “Cada semilla lleva la historia de nuestros abuelos”. A su alrededor, agricultores como Alberto Gómez y los hermanos Castillo llegan con mazorcas secas colgadas de vigas, envueltas en shigras tejidas a mano, listas para intercambiarse en rituales comunitarios de siembra.
Desde que en 2007 se introdujo el maíz transgénico en Colombia —después del algodón en 2002—, más de un millón de hectáreas han sido sembradas con cultivos modificados genéticamente. Las empresas promotoras afirman que estas semillas aumentan el rendimiento y reducen el uso de pesticidas, y según el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), habrían generado más de 300 millones de dólares en ingresos adicionales.
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https://www.enpositivo.com/2025/08/21/la-lucha-silenciosa-de-los-guardianes-de-semillas-en-colombia/
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