Este sábado, 11 de octubre, se celebrará en varias ciudades europeas
una jornada de oposición al Tratado de Libre Comercio que están
negociando desde principios de año la Unión Europea y los Estados Unidos
(más conocido como TTIP por sus siglas en inglés). Las razones que se
esgrimen son numerosas, quizá la más poderosa de ellas es que las
negociaciones se están llevando bajo la más estricta confidencialidad,
lo que mina el derecho básico a la información sobre los asuntos
públicos (algo que, por desgracia, es habitual en este tipo de
tratados). De lo que se ha podido saber del acuerdo, preocupa además la
posibilidad que daría a las empresas de demandar a gobiernos si estos
aprueban regulaciones que los perjudiquen o la armonización de normas
entre EE.UU. y Europa que llevaría a esta última a renunciar a muchas de
las protecciones a los consumidores actualmente vigentes (Podéis ver aquí el manifiesto de la Campaña No al TTIP).
Vídeo:
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=hU8SsEtFvds
Uno de los asuntos que más preocupa en esta armonización son los transgénicos, como ya han denunciado numerosas organizaciones.
La Unión Europea tiene unas estrictas normas en lo que se refiere a
comercializar nuevos productos alimenticios, sean estos transgénicos o
no. Es, por ejemplo, el caso de la estevia que, a pesar de no ser un
transgénico, su comercialización como alimento está prohibida, ya que se
considera una planta no conocida. En el caso de los transgénicos, la
Unión Europea ha enfatizado esta necesidad de pasar un control previo a
través de una regulación específica, aprobada en 2003, “a fin de proteger la salud humana y la sanidad animal”.
Esa misma normativa europea contiene una diferencia fundamental con la estadounidense: obliga a las empresas a etiquetar los productos
que tengan ingredientes genéticamente modificados, aunque permite, una
presencia de hasta el 0,9 por ciento del producto, siempre que ésta sea
accidental o inevitable. En Estados Unidos, los productores no están
obligados a especificar si sus ingredientes han sido modificados
genéticamente, a pesar de la presión de la campaña “Just label it!” (“¡Simplemente, etiquetalo!”) que tiene el apoyo del más del 90 por ciento de los ciudadanos, según Consumers Union.
Estados Unidos parece decidida a apostar fuerte en el asunto de los
transgénicos. El pasado mes de febrero, dos senadores, uno de ellos
presidente de la Comisión Financiera de la cámara, enviaron al
representante de Comercio Exterior de Estados Unidos una carta en la que
insistían que Washington debería forzar una relajación de la política
europea hacia los transgénicos como condición para firmar el acuerdo.
Los lobbies agrícolas y alimentarios también apoyan un cambio de la
normativa europea.
Sin embargo, la oposición a cambiar la regulación no tiene
partidarios sólo en el lado europeo y los ciudadanos estadounidenses ven
el tratado como una oportunidad precisamente para impulsar su campaña
pro-etiquetado. Hace escasos días, 70 organizaciones enviaron una carta
al presidente Barack Obama para que instarle a que no permita que el
acuerdo suponga un paso atrás en la lucha por una mayor transparencia y
para que la referencia sea el modelo europeo y no el estadounidense. De
momento, sólo un estado del país, Vermont, ha aprobado el etiquetado de
transgénicos, pero una veintena más lo están debatiendo.
Pero parece que los transgénicos no serán los únicos afectados por el
acuerdo, si Estados Unidos consigue imponer sus normas. La armonización
de etiquetas irá desde los químicos a las famosas denominaciones de
origen, que han sido consideradas como competencia desleal desde Estados
Unidos. Todo apunta a que el acuerdo primará la opacidad en un
etiquetado que, a pesar de haber mejorado durante los últimos años,
sigue siendo insuficiente para que el consumidor esté informado.
De:
http://www.carrodecombate.com/2014/10/09/ttip-transgnicos/
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