Organizaciones de América Latina y África denunciaron el "fracaso" del trigo transgénico HB4 de la empresa Bioceres. Exigieron que sea retirado del mercado por sus consecuencias en la salud, el ambiente y en la producción. Argentina es el primer país del mundo en consumir el cuestionado transgénico. El trigo se cultiva con el agrotóxico glufosinato de amonio.
Organizaciones internacionales que defienden la soberanía alimentaria reclamaron la suspensión definitiva de todo permiso de siembra y comercialización del trigo transgénico HB4 en Argentina, Brasil y Paraguay. El pronunciamiento se produjo tras la comprobación de que el trigo transgénico rinde menos que el trigo convencional y en el contexto de la caída de la empresa Bioceres (desarrolladora de la semilla) en el mercado. “Dado el gran fracaso de la tecnología HB4 —al que Bioceres está arrastrando a agricultores en Argentina, Paraguay y otros países—, es hora de que sea sepultada definitivamente”, señalaron las organizaciones Bases-IS, Instituto de Salud Socioambiental, Grain, el Grupo ETC y Acción Ecológica, entre otras.
Demandan a los Estados la suspensión del trigo HB4 y denuncian la mentira productiva de la semilla transgénica. Bioceres la había presentado como una innovación tecnológica resistente a las sequías y como una solución al cambio climático. También la promocionó como resistente al glufosinato de amonio, un agrotóxico más peligroso que el glifosato. Sin embargo, los resultados económicos contradicen los informes presentados por la empresa al momento de vender este producto.
Desde la agroecología, en tanto, se propone un modelo de cultivo de alimentos sanos, sin contaminación y con rentabilidad y trabajo local.
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