Global Research, 29 de agosto de 2017
Como humanos, hemos evolucionado con el entorno natural durante milenios. Hemos aprendido qué comer y qué no comer, qué cultivar y cómo cultivarlo y nuestras dietas se han adaptado en consecuencia. Hemos cazado, recolectado, plantado y cosechado. Nuestra
supervivencia general como especie se ha basado en relaciones graduales
y emergentes con las estaciones, los insectos, el suelo, los animales,
los árboles y las semillas. Y
de estas relaciones, hemos visto el desarrollo de comunidades cuyos
rituales y vínculos tienen una conexión profunda con la producción de
alimentos y el medio ambiente natural.
Sin
embargo, en las últimas dos generaciones, la agricultura y la
producción de alimentos han cambiado más de lo que lo habían hecho en
los últimos milenios. Estos cambios han implicado una gran agitación social
a medida que las comunidades y tradiciones han sido desarraigadas y han
implicado la modificación de lo que comemos, cómo cultivamos nuestros
alimentos y qué les aplicamos.
Todo esto ha sido impulsado por preocupaciones geopolíticas y poderosos
intereses comerciales con sus productos químicos patentados y semillas
patentadas. El proceso de globalización neoliberal está acelerando el
proceso, ya que los agricultores son alentados a a producir para las cadenas de suministro globales dominadas por los agronegocios transnacionales.
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