Un reducido sector, con aval del Gobierno, impulsa el pan
transgénico (y con agrotóxicos). Quiénes y cómo buscan aprobarlo. El
factor Brasil. La interna empresaria. Y la voz de quienes reclaman: “No
se metan con el pan”.
Un puñado de funcionarios. Una
encumbrada científica del Conicet. Y medio centenar de empresarios.
Ellos son los responsables de que 44 millones de argentinos estén a un
paso de comer pan en base a trigo transgénico (y con restos de
agrotóxicos), con consecuencias impredecibles en la salud y el ambiente.
El macrismo lleva aprobados veinte transgénicos, de manera irregular,
en tres años. Un verdadero experimento masivo a cielo abierto.
La
principal estrella transgénica de Argentina es la soja, aprobada en
1996 por el entonces Secretario de Agricultura, Felipe Solá. Lo que
sobrevino es historia conocida: uso masivo de agrotóxicos, desmontes,
desalojos rurales y concentración de tierras en pocas manos. Fue un
cambio radical en la estructura agraria del país. El “modelo
transgénico” (llamado “agronegocio” por sus propios impulsores) avanzó
luego en Argentina con otros dos cultivos: maíz y algodón. Se sabe que
en Argentina el modelo agropecuario es política de Estado, sin importar
los gobiernos de turno. Pero el macrismo dio un paso más: avanzó en la
aprobación del primer trigo transgénico del mundo, cultivo que en
Argentina abarca 5,6 millones de hectáreas y es central para el pan, uno
de los alimentos más populares del país.
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