El trigo transgénico HB4 de la empresa Bioceres avanza, con resistencias, en su estrategia comercial para instalar el cultivo supuestamente resistente a la sequía y tolerante al glufosinato de amonio (un herbicida cinco veces más tóxico que el glifosato). El 10 de mayo pasado, a un año de su liberación comercial en la Argentina, el gobierno de Paraguay replicó con la Resolución 556 del Ministerio de Agricultura la habilitación para cultivar y comercializar el primer trigo transgénico del mundo en suelo guaraní. La resolución, que no figura en la web de ningún organismo público, fue firmada sin consulta ni información pública y tomando en cuenta estudios hechos en otros países, a partir de la flexibilización de la normativa para la aprobación de organismos genéticamente modificados (OGM). La noticia generó una rápida reacción de la sociedad civil paraguaya que lanzó la campaña “Pan sin Veneno”.
“La campaña está teniendo una respuesta muy importante por parte de la ciudadanía en general. Quienes primero se organizaron fueron panaderos y panaderas, cocineros y cocineras, después se fueron plegando otros sectores que trabajan con la alimentación. Y ahora se encuentran sectores relacionados con la medicina, la nutrición, la ingeniería agronómica, hay muchos agroecólogos y agroecólogas, organizaciones campesinas, productores de trigo orgánico, hay una adhesión muy importante”, celebra Lis García, integrante del centro de investigaciones paraguayo BASE-IS –especializado en el estudio del modelo agropecuario y cercano a los movimientos campesinos–.
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