Cuando el planeta Tierra se convierte en el enemigo a vencer por la
Humanidad, quedamos atrapados en una guerra ecológica que destruye los
recursos naturales de nuestros territorios. Así, cada gota de sangre que
carcome la semilla fértil del verdoso pasto, va dejando crecer la mala
hierba que envenena los sueños orgánicos cultivados por los campesinos, y
los transforma en una máquina de pesadillas para el beneficio económico
de las multinacionales.
Dicen que nada es gratis en la vida.
Todo tiene un precio que nunca pondera el costoso daño ambiental que
estamos perpetrando a escala global. El sol lo aclara y la luna lo
oscurece. No obstante, la Naturaleza siempre paga las consecuencias del
caótico proceso de industrialización del siglo XXI, que nos mantiene
inmersos en un gigantesco ecocidio por descubrir. Las amargas
experiencias se originan con la histórica deforestación de los bosques
para colonizar el trono del rey, pasando por los salvajes derrames
petroleros que yacen en las costas de los océanos, y llegando hasta el
siniestro cultivo de transgénicos que florece en un matorral de
ignorancia.
Precisamente, lo transgénico se refiere a un
organismo vivo al que se le agregan genes exógenos para modificarlo, y
así alcanzar nuevas propiedades que no fueron desarrolladas
naturalmente. De allí, que los alimentos transgénicos emplean la
ingeniería genética, vista como la tecnología que se encarga de
controlar, manipular y transferir el ADN de un organismo a otro, con el
fin de crear nuevas especies y fabricar distintos compuestos. De tales
alteraciones químicas, se produce el maíz y la soja transgénica que
muchísimas personas están dispuestas a consumir, sin medir el nefasto
riesgo para la salud humana.
...
Más:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202403
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