Cuando fui niño, la casa de mis tías abuelas era el centro de reunión
de la extensa familia a la que pertenezco. En aquellos días felices,
los más pequeños solíamos frecuentar la casa sobre todo por el cariño
que nos tenían mis tías, traducido en el consentimiento de casi toda
clase de caprichos comestibles.
En especial, los sábados, días festivos o en vacaciones solíamos
hacernos los aparecidos alrededor del mediodía, cuando se comenzaba a
preparar la comida del día. A esa hora, tía Chaguita, encargada de la
cocina, a partir de la masa de nixtamal que ya se tenía preparada desde
temprana hora, empezaba a producir a mano las tortillas que acompañarían
la comida.
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