Rodrigo Bernardo Ortega
En
pasados artículos hemos mostrado las consecuencias irreversibles de
las decisiones implementadas por la compañía Monsanto. La
multinacional estuvo involucrada, entre otras cosas, en la creación
de la primera bomba nuclear, la invención del pesticida DDT, el cual
causó daños irreversibles en los riñones e hígados de miles de
campesinos (debido a ello fue prohibido por la Convención de
Estocolmo de 2004), la utilización del Agente Naranja durante la
guerra de Vietnam y el empleo de la hormona de crecimiento artificial
Somatotropina bovina, ésta última ligada a problemas de salud como
el cáncer. De igual manera, Monsanto monopolizó durante la década
de 1980 los endulzantes sin calorías y diez años más tarde inició
el negocio de las semillas genéticamente modificadas
(http://ecoosfera.com/2013/04/por-que-monsanto-es-la-peor-compania-sobre-la-faz-de-la-tierra/).
Sin embargo, a pesar de todos los daños causados a la humanidad,
Monsanto sigue siendo una de las multinacionales con más ingresos
del mundo y su éxito reside en dos pilares: las decisiones
publicitarias como su fusión con el gigante químico Bayern y el
pago de miles de millones de dólares a bufetes de abogados que se
encargan de ocultar los desastrosos efectos secundarios de sus
productos.
En
efecto, una de las principales preocupaciones de diversos sectores
sociales es que, debido a la actual circunstancia económica, las
empresas multinacionales gozan de amplias ventajas y protección
puesto que tienen el poder de manipular los mercados, comprar la
justicia y pagar a costosos abogados.
Pero
en este escenario dominado por los negocios y en el cual son
asesinados líderes sociales que se oponen a la utilización de
pesticidas y cultivos genéticamente modificados, existe una valiente
iniciativa internacional surgida desde la sociedad civil que busca
responsabilizar a Monsanto de los crímenes cometidos en contra de la
humanidad. Esta organización que se conoce como el Tribunal
Monsanto
y está compuesta por reconocidos jueces internacionales, quienes se
han encargado de recoger testimonios de víctimas y expertos para
emitir opiniones legales (http://es.monsantotribunal.org/).
De
hecho, el pasado 18 de abril de 2017, el Tribunal Monsanto, siguiendo
los procedimientos de la Corte Internacional de Justicia de La Haya,
encontró culpable a Monsanto de ser un agente comercializador de
productos altamente tóxicos que contaminan el medio ambiente de
manera permanente e irreversible, causando enfermedades y muertes a
miles de personas en todo el mundo.
Una
de las grandes conclusiones del Tribunal es que el modelo
agroindustrial promovido por Monsanto es el causante de al menos un
tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, al
igual que el desgastamiento e infertilidad de la tierra, la escasez
de agua y la creciente extinción de la biodiversidad. En pocas
palabras, la acción de la multinacional norteamericana ha
contribuido de manera definitiva al incremento de las consecuencias
del cambio climático. Por esta razón, no es para nada extraño que
el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump niegue las
evidentes secuelas del aumento de la temperatura del planeta y el
deshielo de los polos. De igual forma, no es una sorpresa que el
magnate haya negociado con la nueva empresa Bayern-Monsanto y que una
orden ejecutiva promoviera la utilización de semillas genéticamente
modificadas (conocidas por la sigla GMO).
(https://www.march-against-monsanto.com/breaking-news-president-trump-pushes-gmos-in-new-
executive-order/). En este sentido la ecuación es clara: todo
discurso a favor de la protección del medio ambiente resulta fatal
para los intereses de Monsanto, por lo cual al respaldo político del
imperio se suma el poderío económico de la multinacional. Si el
presidente Trump logra convencer al mundo (o al menos imponer su
estrecha visión) respecto a que el cambio climático es “un cuento
chino”, las grandes multinacionales como Monsanto seguirán
depredando los recursos. De ahí la importancia de iniciativas como
el Tribunal Monsanto.
A
pesar de la lucha sin cuartel impulsada por el Tribunal, no se pudo
evitar la reautorización del uso del glifosato en la Unión Europea.
No obstante, fue una victoria pírrica para Monsanto pues de los
quince años que esperaba obtener el visto bueno para el uso de ese
peligroso veneno, sólo le fue otorgado un permiso por cinco años.
La presión ejercida por el Tribunal y la iniciativa ciudadana
respaldada por casi dos millones de personas ha provocado que el
gobierno de Estados Unidos difunda una serie de documentos en los
cuales se demuestra la manipulación científica, política y
económica que ha ejercido la multinacional
(https://www.rebelion.org/noticia.php?id=236234).
En
la primavera del 2018 se espera que las revelaciones continúen,
hecho que causará más problemas a Monsanto pues los nuevos cultivos
transgénicos en los cuales se empleó el nuevo herbicida de Monsanto
llamado Dicamba, resultaron ser un desastre y más de 1.000
agricultores en los Estados Unidos han demandado a la empresa por los
daños causados, pues “en
algunas zonas de EEUU, las parcelas con semillas transgénicas
tolerantes a dicamba están cerca de las parcelas convencionales, y,
debido a la deriva, el herbicida aplicado sobre las plantas
transgénicas ha viajado hasta otros campos, destruyendo el resto de
cultivos. Este tipo de disputas entre vecinos suelen resolverse sin
demasiados problemas, pero en este caso la magnitud de los daños ha
sido tan grande - podría haber afectado a cerca de 100.000 hectáreas
de soja y también a cultivos de tomate, melón, cacahuete… -
que el conflicto no ha hecho más que escalar, traduciéndose incluso
en un
asesinato”.(http://www.observatorio-omg.org/blog/eeuu-herbicidas-asociados-nuevos-transg%C3%A9nicos-provocan-da%C3%B1os-masivos-los-cultivos-vecinos).
De
igual forma, la generación de cultivos Bt en la India ha sido un
fracaso rotundo de la multinacional.
Estos
casos son poco difundidos en la gran prensa donde Monsanto tiene
importantes inversiones, pero demuestran que el 2018 no será un buen
año para el gigante de los alimentos y pesticidas.
Otro
de los importantes logros conseguidos por el Tribunal de Monsanto fue
la creación de la ONG Justicia Pesticidas en julio de 2017. El
propósito de la organización es poner a disposición los datos
legales sobre las afectaciones de los plaguicidas en todo el mundo.
De esa manera se espera crear una amplia red de colaboradores para
reunir casos, datos y evidencias que soporten las demandas en contra
de Monsanto. Con la información jurídica y científica disponible,
la ONG aspira a prohibir los plaguicidas que afectan la salud humana
y el ambiente
(https://www.ecoportal.net/temas-especiales/hacia-una-nueva-tribunal-monsanto/).
Empero,
es una lucha complicada pues como es costumbre, la multinacional
tiene importantes influencias en todos los círculos poderosos del
mundo por lo que no será fácil encontrar elementos contundentes
para prohibir el uso de todos los productos que envenenan los campos
y el medio ambiente. De hecho, Monsanto ya ha tenido importantes
reveses financieros y judiciales, pero siempre encuentra la manera de
recuperar sus inversiones. Esto desde luego no resta importancia a la
actividad que el Tribunal lleva a cabo.
Aunque
no ha sido lo suficientemente difundido, el Tribunal Monsanto ha
recogido importantes testimonios que dan cuenta de los daños
causados por los herbicidas y plaguicidas de la multinacional. De
igual modo, los triunfos no han sido para nada despreciables. Por
ejemplo, el campesino francés Paul François denunció haber sido
envenenado en 2014 con el herbicida Lasso que posteriormente fue
prohibido en Francia. En esta misma vía, las múltiples denuncias en
contra del glifosato hicieron que la Corte Constitucional de Colombia
prohibiera las aspersiones aéreas en 2015 y en abril del 2017
reafirmó su postura aduciendo que el herbicida tiene el potencial de
generar daños en la salud y el medio ambiente
(http://www.eltiempo.com/justicia/cortes/corte-reitera-prohibicion-de-aspersion-aerea-con-glifosato-81866).
Estos casos revelan que la lucha en contra de las imposiciones de
Monsanto rinde sus frutos y que es posible transformar el modelo de
agricultura promovido por la revolución verde. De este modo,
organizaciones como el Tribunal Monsanto demuestran ser efectivos en
las denuncias y un puente entre campesinos y asociaciones de todo el
mundo afectadas por los productos dañinos de la empresa
norteamericana.
No
obstante, debe considerarse que la reacción por parte del gigante
financiero no se hizo esperar. Con el apoyo del magnate-presidente,
Monsanto espera seguir siendo el principal proveedor de veneno en el
mundo so pretexto de “combatir el flagelo de las drogas”. En
efecto, en junio de 2017, el secretario de Estado de los Estados
Unidos, Rex Tillerson instó al gobierno colombiano a retomar las
aspersiones aéreas para combatir el crecimiento de los cultivos de
coca
(http://www.semana.com/nacion/articulo/eeuu-pide-a-colombia-a-reanudar-la-aspersion-aerea-de-los-cultivos-de-coca/528490).
Y aunque el propósito aparente es reducir la producción de
narcóticos, la realidad es que Trump busca darle un empujón
financiero a la recién creada Bayern-Monsanto luego de los fracasos
registrados con los cultivos Bt. Ahí radica la importancia de la
presión ejercida por las ONG que combaten a Monsanto. A pesar de que
es una batalla desproporcionada debido al entramado legal y económico
con el que cuenta la multinacional, pequeñas acciones del Tribunal
pueden significan una piedra en el zapato para el gigante que en
cualquier momento lo pueden hacer tropezar.
De
acuerdo con sus estatutos, el objetivo principal del Tribunal
Monsanto es “lograr que se juzgue, siquiera de manera simbólica, a
la empresa Monsanto […] así como contribuir al establecimiento de
mecanismos internacionales que permitan a las víctimas de las
multinacionales recurrir a la justicia”
(http://es.monsantotribunal.org/__Como_).
Sin
embargo, el Tribunal es consciente de que la historia de Monsanto
constituye un paradigma de la impunidad y que la lucha en contra de
una empresa respaldada firmemente por uno de los gobiernos más
poderosos del mundo es un asunto serio y complicado. Es claro que
mientras para los accionistas siga siendo más rentable la promoción
de un modelo de negocios en detrimento de los derechos fundamentales
de las personas, las circunstancias difícilmente cambiarán. Por
ello resulta imperativo que el papel del Tribunal se reconozca y se
promocione como una alternativa eficaz para salvar al mundo de las
empresas depredadoras de recursos naturales.
Existen
nuevas denuncias en contra de la multinacional por el uso de soya
transgénica en plantaciones de comunidades mayas en México, lo cual
ha desatado una nueva polémica que pudiera ser otro punto de partida
para socavar el papel hegemónico de Monsanto en el mundo
(https://www.vanguardia.com.mx/articulo/denuncian-impunidad-por-danos-de-monsanto-comunidad-maya).
Cada denuncia es una oportunidad para visibilizar las atrocidades que
la multinacional comete y que en su mayoría quedan en la impunidad o
que se resuelven simplemente con indemnizaciones económicas que
jamás repararán los daños ocasionados. A pesar de que el juicio
celebrado en abril del 2017 en el que se imputaron cargos a Monsanto
por ecocidio y crímenes de lesa humanidad haya sido de forma
simbólica, las repercusiones han comenzado a tener eco en diferentes
medios de comunicación. Si bien la empresa sigue teniendo
importantes activos económicos y goza de protección gubernamental,
también ha tenido graves perdidas judiciales que sin duda
continuarán en 2018 cuando se revelen nuevos casos de afectación al
medio ambiente y la salud humana.
Por
esa razón, lo que está en juego es muy grande. Sin el propósito de
ser exagerados o alarmistas, el futuro de la humanidad dependerá de
la presión que organizaciones como el Tribunal Monsanto logren para
detener las acciones criminales de este tipo de empresas. Si logra
reunirse el suficiente material probatorio y si existen un movimiento
generalizado que demuestre las atrocidades cometidas por Monsanto y
sus pares, se logrará revertir una lógica de producción de
alimentos que está llevando a la humanidad a su paulatina extinción.
Por eso el fallo de abril tuvo repercusiones más que simbólicas, es
una oportunidad sin precedentes para que la sociedad civil sea
consciente de que la protección de la biodiversidad es la única
clave para tener un porvenir distinto al que un puñado de grupos
económicos quiere imponernos desde sus lujosas oficinas.
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