Hemos hablado sobre las dificultades que el glifosato produce sobre el crecimiento de las bacterias simbióticas y comensales de vertebrados (incluidos nosotros) y sobre las bacterias del suelo (1). Precisamente, sobre estas últimas, Stephen O. Duke y sus colaboradores afirman que, efectivamente, el glifosato produce efectos negativos sobre el crecimiento de las bacterias edáficas pero que esto no se refleja en las productividades observadas en los tres principales cultivos que usan sistemáticamente glifosato (algodón, maíz y soja modificadas genéticamente). Esto, quizá nos de cierta luz de esperanza. Es bastante habitual caer en la tentación, simplificar la problemática y caer en reduccionismos diversos al contemplar tantos estudios que demuestran un daño directo sobre especies concretas de bacterias. Una visión general, como la que ofrece Duke y sus colegas al comprobar las productividades globales en Estados Unidos, nos tranquiliza: “menos mal, parece que hay algo que consigue contrarrestar los efectos nocivos del glifosato”. Es posible que la multiplicidad de resultados del reduccionismo nos vuelva “unos cenizos”. También es posible que la globalidad de los datos nos haga perdernos el detalle. Pero ¿Qué esconde estos datos globales?
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https://laquimeradegupta.tumblr.com/post/169973333845/bacterias-beneficiosas-y-glifosato-una-historia
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