domingo, 17 de diciembre de 2023

Bolivia: ¿otro laboratorio más para los transgénicos?

“Buscamos pan que nos cure, no que nos enferme”, afirma Ignacio Fontclara, panadero paraguayo. Su sector ha lanzado la campaña “Pan sin veneno”, conjuntamente con organizaciones indígenas y campesinas. Se oponen a la resolución de mayo de este año que liberó el trigo transgénico HB4 en el más completo sigilo. La movilización paraguaya se ha articulado con la resistencia popular desplegada en Argentina y Brasil. Del otro lado del Atlántico, bajo el lema “Trigo transgénico fuera de África”, otros movimientos denuncian que la importación por Sudáfrica de trigo HB4 argentino expone además a Botsuana, Zimbabue, Lesoto, Zambia y Namibia.

Entre las múltiples razones para rechazar este cultivo, provenientes de organizaciones sociales pero también del mundo científico, se destacan: los riesgos para la salud, la alimentación y el medio ambiente asociados al uso del herbicida glufosinato de amonio, más tóxico que el controvertido glifosato, y la rápida contaminación de otras variedades de trigo. A pesar de ello, en tres años, el trigo transgénico se ha ido expandiendo. Tras la confirmación de la producción y comercialización en Argentina, Brasil aceptó no sólo la importación de harina de trigo HB4, sino también la siembra, en el marco de un proceso pleno de irregularidades. A partir de ahí, algunos países continuaron con aprobaciones de consumo humano y animal en Australia, Colombia, Nueva Zelanda, Nigeria, Sudáfrica, e Indonesia. La aceptación en este último país preocupa, puesto que se encuentra entre los principales importadores de trigo a nivel global.

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