Un tribunal de Estados Unidos halló culpable a la empresa Bayer de haber enfermado a un campesino que se contaminó con un producto a base de glifosato. Es el noveno fallo en ese sentido, pero el glifosato tiene aún una larga vida por delante.
El fallo se produjo en el estado de Georgia y es el noveno en el que la
transnacional alemana es condenada a indemnizar a un trabajador agrícola
que contrajo cáncer por haber estado en contacto con uno de los
herbicidas más vendidos en todo el mundo, el Roundup, elaborado a base
de glifosato. La suma que deberá pagar es una de las más altas
estipuladas hasta ahora por la Justicia de Estados Unidos: un total de
2.065 millones de dólares, entre daños compensatorios (65 millones) y
daños punitivos (2.000 millones). Pero a Bayer le espera además una
enorme cola de otros juicios por casos similares: más de 60 mil personas
la han demandado por los daños a la salud que les ha causado el Roundup
y también por la política de ocultamiento que la empresa ha seguido
sobre los perjuicios potenciales que su uso puede acarrear a las
personas, además de al medioambiente. Bayer sostiene, como todas las
transnacionales del sector, que los pesticidas y los herbicidas que
comercializa, en especial el Roundup, son inocuos y niega que el
glifosato sea cancerígeno, a pesar de la cada vez mayor cantidad de
estudios científicos independientes que así lo afirman. La corporación
produce sus propios análisis o contrata a laboratorios para que los
hagan y los presenta como probatorios de la inocuidad de sus productos, a
menudo con la complicidad de organismos supuestamente regulatorios,
pero sus triquiñuelas (des)informativas, y las de sus pares del sector,
están siendo ventiladas por denuncias de algunos de sus propios
ejecutivos o exejecutivos y fundamentalmente por investigaciones
periodísticas.
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