Traducción automática:
Por Million Belay, Coordinador General, AFSA
El reciente cierre de las operaciones de USAID en varios países africanos ha conmocionado a los círculos políticos, las ONG y las comunidades. Durante décadas, USAID fue un pilar del desarrollo impulsado por los donantes, financiando desde el apoyo a los refugiados y la atención médica hasta la educación y la agricultura. Su repentina ausencia ha puesto de manifiesto la fragilidad de los sistemas que dependen de la ayuda y ha dejado a millones de personas vulnerables, desplazadas, sin alimento y con incertidumbre sobre su futuro.
Seamos claros: no celebro el sufrimiento humano causado por esta disrupción, ni apruebo la retirada abrupta y mal planificada que dejó a muchas instituciones y comunidades africanas conmocionadas. El impacto ha sido real y devastador, y siento el dolor de los afectados.
Pero también veo este momento como una oportunidad, un punto crítico en la historia de los sistemas alimentarios africanos. La retirada de USAID del espacio de política agrícola de África podría ser una bendición disfrazada.
Como alguien que ha trabajado en soberanía alimentaria y agroecología durante décadas, he presenciado de primera mano cómo USAID ha moldeado, silenciosa pero poderosamente, la trayectoria agrícola de África, no para beneficio de los agricultores ni de la soberanía alimentaria, sino para servir a intereses corporativos y geopolíticos. Mediante su financiación de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA) y su apoyo a la reforma regulatoria que permite los organismos genéticamente modificados (OGM), USAID ha impulsado un modelo agrícola industrial de altos insumos que socava los sistemas locales de semillas, desplaza las alternativas agroecológicas y erosiona la autonomía política nacional.
En la Alianza para la Soberanía Alimentaria en África (AFSA), escribimos no una, sino tres veces a Samantha Power, directora de USAID, instándola a dejar de financiar AGRA. Nunca recibimos respuesta. Nuestras preocupaciones no eran retóricas. Estábamos viendo, en tiempo real, el daño que la ayuda condicional estaba causando a los sistemas alimentarios africanos, ya fuera la debilitación de la ley de bioseguridad de Etiopía en 2015 (un proceso financiado por USAID), o la más reciente configuración de estrategias agrícolas continentales como el Programa Integral para el Desarrollo de la Agricultura Africana (CAADP), donde instituciones financiadas por USAID como Policy Link y Academia 2063 lideraron procesos que deliberadamente marginaron la agroecología.
A pesar de las abrumadoras demandas de organizaciones campesinas, investigadores y actores de la sociedad civil en toda África, la agroecología fue excluida del borrador final del CAADP Post-Malabo. En cambio, se promovió el mismo modelo agrícola industrial, basado en el uso intensivo de insumos, que no ha cumplido sus promesas, a la vez que agota los suelos, aumenta la deuda de los agricultores y encadena a las naciones africanas a la dependencia de las semillas y fertilizantes de las grandes empresas.
La influencia de USAID no ha sido solo técnica, sino también profundamente política. Al financiar e integrarse en departamentos gubernamentales africanos, organismos regionales y plataformas agrícolas, ha determinado quiénes toman las decisiones, qué voces se amplifican y qué soluciones se consideran legítimas. Al hacerlo, ha acallado las voces de los pequeños agricultores, las comunidades indígenas y los jóvenes que reclaman sistemas alimentarios basados en el equilibrio ecológico, el conocimiento cultural y la soberanía.
Ha llegado el momento de reimaginar nuestros sistemas alimentarios, sin la presión excesiva de los mandatos de los donantes. La agroecología no es una alternativa marginal. Es un enfoque científicamente validado, socialmente justo y ecológicamente sólido que ofrece soluciones reales a las crisis alimentarias de África. Fomenta la salud del suelo, aumenta la biodiversidad, fortalece la resiliencia comunitaria ante las crisis climáticas y empodera a los agricultores para que tomen el control de sus semillas, tierras y medios de vida.
Si la retirada de USAID crea un espacio para que los gobiernos africanos, la sociedad civil y los agricultores recuperen su espacio político y reafirmen su capacidad de acción, este momento de crisis podría convertirse en un momento de posibilidades. Pero solo si actuamos con decisión.
Debemos exigir ahora que nuestros gobiernos inviertan en agroecología, no como un añadido simbólico, sino como la piedra angular de un futuro alimentario sostenible. Debemos resistir el resurgimiento de modelos corporativos en nuevas formas y lenguajes. Y debemos estar atentos para garantizar que los nuevos donantes o las alianzas público-privadas no se limiten a replicar los patrones extractivos del pasado.
La soberanía alimentaria no puede ser impulsada por los donantes. Debe estar arraigada en las personas, en el territorio y en el poder. La desaparición de USAID en África puede marcar el fin de una era, pero también debe marcar el comienzo de otra: una en la que los africanos definan y construyan los sistemas alimentarios que realmente desean y necesitan.
Art. original:
https://afsafrica.org/why-the-demise-of-usaid-could-be-good-for-african-food-systems/
De:
https://x.com/Afsafrica/status/1914744989248315684
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