Por la gravedad de las afirmaciones sin fundamento del artículo publicado en un diario nacional el 29/10/13 del Sr. Giovanni Garro, me siento obligado a refutarlo por este medio.
Como puede corroborarse en cualquier libro básico
sobre manipulación genética, ésta dista de ser de “mucha precisión”,
debido a la falta de control sobre la integración de los constructos
genéticos artificiales en el genoma que se está alterando, ocurriendo
fenómenos indeseables como el silenciamiento genético, y a que la
expresión de los genes foráneos es a menudo inestable.
En 99,3% del área
cultivada en los poquísimos países del mundo que permiten estos
cultivos, sólo tienen dos cuestionados cambios en menos de una docena de
cultivos: 1.- Tolerancia a un par de herbicidas, y 2.- Tolerancia a
larvas de mariposas y coleópteros. ¡Nada más! Sin embargo, estos cambios
no se mantienen, ya que tanto las malezas como los insectos se tornan
resistentes con el tiempo, lo cual obliga al uso de dosis crecientes de
agrovenenos, con las implicaciones negativas socioeconómicas y ambientales respectivas.
Para el consumidor el cambio de tener
cultivos tolerantes a herbicidas resulta más bien un riesgo a su salud,
dado que, a diferencia de los cultivos naturales, en las cosechas
transgénicas quedan no sólo residuos de los herbicidas aplicados
(principalmente al cuestionado glifosato), sino también del insecticida “natural” que producen (Bacillus thuringiensis).
La polémica en torno al tema de la
bioseguridad ambiental no es fortuita por varias razones. Primero: la
mayor parte de estudios que ofrecen resultados a favor de los cultivos
transgénicos son realizados o pagados –directa o indirectamente- por
empresas que los producen. Segundo: Esos estudios se declaran
confidenciales. Tercero: Se han comprobado relaciones poco transparentes
entre corporaciones y miembros de autoridades regulatorias de los EE.UU. y la Unión Europea.
Contrario a lo anterior, son múltiples los estudios de científicos
independientes abiertos al público, que corroboran los impactos adversos
de este tipo de cultivos y alimentos, como los compilados en http://goo.gl/J94MXW
Tampoco es cierta la afirmación de que
la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CNTBio), de la que forma
parte el señor Garro Monge, esté conformada por “expertos
(científicos)”. Para integrarla no se exige idoneidad, simplemente ser
representantes de organizaciones que sean “especialistas en materias
relacionadas”.
Ni los protocolos ni los análisis de
riesgo, ni aquí ni en ningún país del mundo, han evitado los problemas
ambientales y socioeconómicos asociados a la contaminación transgénica.
Se escapa a los “expertos” de la CNTBio reconocer que estamos tratando
con organismos vivos liberados al ambiente que –por su condición- solo
respetan las leyes de la naturaleza, y no las que quieran imponerles una
comisión de “expertos”.
También es falsa la afirmación de que en la CNTBio “las votaciones no existen”, dado que como indica el Decreto n.° 26921-MAG:
“Las decisiones se tomarán por mayoría simple de votos presentes y en
caso de empate el Presidente tendrá la facultad de ejercer el doble
voto.”
En cuanto a la supuesta objetividad e
independencia “de intereses políticos y económicos” de los miembros de
la CNTBio, cabría preguntarse si el apoyo y acompañamiento abierto,
público y notorio por la prensa, radio e Internet, así como seminarios y foros que ha dado el Sr. Garro al sector empresarial no nos dicen todo lo contrario.
Adicionalmente no hay que olvidar que la
supuesta “posición objetiva basada exclusivamente en hechos y datos
científicos y técnicos reales” -en la cual se basan los miembros de la
CNTBio para emitir su voto- está primordialmente basada en información
confidencial que entregan las empresas solicitantes, y que no están
disponibles al público para su escrutinio.
Respecto a “posiciones extremistas a
favor o en contra” de los dictámenes de la CNTBio “sin siquiera haber
leído el expediente técnico”, se omite indicar que como dicho, estos
expedientes son declarados confidenciales. ¿Entonces? En cuanto a los
miedos infundados y las “posiciones extremistas a favor” promovidos por
el Sr. Garro en conjunto con el sector empresarial en esta materia se
recomienda la lectura de la entrevista publicada en goo.gl/WmJ8R7
La “protección de las variedades
criollas, orgánicas y tradicionales” de maíz no se puede asegurar con
criterios técnicos por una sencilla razón: se está tratando con
organismos vivos liberados al ambiente, los cuales se dispersarán, tanto
por factores naturales (viento, animales, otros) como antropogénicos
(ej. trabajadores que se llevan “por curiosidad” algunas de estas
semillas para sus fincas o la de sus hijos, amigos o familiares). Es un
asunto de sentido común, y negar esta realidad sería tanto o más que
negar la existencia de la ley de la gravedad. Al respecto recomiendo la
lectura del artículo “La contaminación silenciosa”.
Tampoco es cierta la temeraria
afirmación de inexistencia de efectos adversos en las abejas por parte
del polen de los cultivos transgénicos tal y como lo demuestran las
referencias científicas independientes citadas en la publicación
reciente “Impactos adversos de los cultivos y alimentos transgénicos”.
Igualmente falso es asumir que no
existen obstáculos comerciales en Europa con la miel y el polen
contaminados con cultivos transgénicos. Como lo advirtió el presidente
de la Federación Internacional de Asociaciones Apícolas, Guilles Ratia,
“el uso de transgénicos provocará la pérdida de calidad en la miel
costarricense y afectará las exportaciones a la Unión Europea”, tal y
como ha venido sucediendo con las exportaciones de miel y polen de Chile, Uruguay, Brasil y Argentina. Las organizaciones de apicultores de México y Costa Rica han externado sus preocupaciones argumentadas al respecto.
Es interesante leer la “exigencia” (no
controlada por la CNTBio) de eliminar insectos “durante la época de
floración”, lo cual se haría obviamente con la aplicación de
insecticidas, contaminando adicionalmente el ambiente. Sin embargo, y
dado que el polen no se traslada únicamente por esa vía, está claro que
esta medida de bio(in)seguridad contaminante no resulta efectiva.
El artículo señala, sin mencionar la
fuente, que las empresas productoras de semillas transgénicas en nuestro
país ofrecen trabajo a más de dos centenas de familias. Sin embargo, es
muy posible –por el tipo de actividad- que este trabajo sea, para la
mayor parte de los casos, empleos temporales no exentos de peligros
graves (ver noticia de intoxicaciones de 93 trabajadoras de estas
empresas ocurridas en Bagaces y Chomes en goo.gl/B7o2sd).
Adicionalmente es interesante hacer notar que varias de estas empresas
no cumplen sus obligaciones ante la Caja Costarricense del Seguro
Social. Así, por ejemplo, las empresas Semillas Olson S.A., Semillas del
Trópico S.A. y Dekalb Genetic Corporation, adeudan a la Caja alrededor de 100 millones de colones.
Igualmente falsa es la aseveración de que el artículo de Séralini et al. (2012)
haya sido “descartado” a la fecha en que el Sr. Garro publicó su
artículo en este diario (29/10/13), reiterando así lo dicho meses atrás
en la publicación InformaTEC n.° 332 (p. 12). Las críticas -provenientes principalmente de un grupo reducido de personas y organizaciones (ej. EFSA) con conflictos de interés-, fueron contestadas ampliamente en un artículo
publicado en la misma revista. Como puede observarse, este no es sino
otro caso típico de “bullying científico” como otros descritos en el
documental alemán “Científicos bajo ataque”, así como en el artículo “Séralini y la ciencia: una carta abierta”, apoyada por un gran número de científicos a nivel mundial. No fue sino hasta hace unas pocas semanas (28/11/13),
cediendo vergonzosamente a intereses comerciales, que la revista retiró
el artículo en cuestión, no por mala calidad científica o por datos
fraudulentos, sino porque en su criterio las pruebas presentadas no son
concluyentes, lo cual no es un motivo aceptable para retirar un
artículo. Como lo destaca Javier Flores en el periódico mexicano La
Jornada del 3/12/13:
“La declaración oficial de la revista señala que el editor en jefe no
encontró ninguna evidencia de fraude o tergiversación de los datos; es
más, afirma que los resultados no son incorrectos”. La respuesta de
Séralini et al. a esta inédita e injustificable retractación por parte
de la revista puede leerse en http://goo.gl/rujEgb.
Además, ya se sabía que algunos datos eran preliminares, pero esto no
elimina la preocupación por los posibles efectos negativos en la salud,
documentados en otros muchos trabajos científicos, y la necesidad de
aplicar aquí el principio de precaución.
La “gran inversión estatal” (con el pago
de nuestros impuestos) a la que se hace alusión al final del artículo,
no han rendido ningún fruto tangible que haya llegado a la sociedad
después de poco más de dos décadas. Hay, sin duda, opciones más viables,
sostenibles y menos onerosas y peligrosas que ésta para conseguir los
mismos objetivos, tal y como lo recomienda la Evaluación Internacional
del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo
Agrícola (IAASTD, 2008) y el informe publicado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (2013).
Como lo destaca este último documento: “La agricultura industrializada
es insostenible y los ajustes tecnológicos basados en la ingeniería
genética no han sido capaces de obtener los Objetivos de Desarrollo del
Milenio [de la ONU]. Por el contrario, han introducido productos que
restringen la innovación de los agricultores, la conservación in situ de
la biodiversidad, y el acceso al germoplasma adaptado localmente.”
Por último, deseo hacer eco de las palabras del Dr. J. Gutiérrez Góngora publicadas en un diario matutino el 17/5/13:
“Hoy día, estamos cayendo en otra arrogante tentación; la de tratar de
aplicar la ingeniería genética para lograr un radical e irrevocable
cambio de la sociedad con base en lo que creemos que sabemos;
incurriendo en la arrogancia de ignorar lo mucho que no sabemos.
Seguimos escuchando el síndrome redentorista, típico de los charlatanes
mesiánicos que ofrecen ‘el cambio’ como medio de erradicar la pobreza,
entre otros males que aqueja la humanidad.”
(*) Dr.sc.agr. Profesor Catedrático de
la UNED y la UCR. Miembro de la Red de Coordinación en Biodiversidad
(RCB), así como del Movimiento de Agricultura Orgánica Costarricense
(MAOCO), biodiversidadcr@gmail.com
De:
http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/89541
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