Hace unos días me invitaron a participar en un taller para conversar
sobre las experiencias de nuevo municipalismo que florecen por España
y, en concreto, acerca de la apuesta de Ahora Madrid. El encuentro se
celebraba en el Centro Nacional de Agroecología de Costa Rica y la
invitación me resultó extraña, puesto que se trataba de un taller sobre
las consecuencias de los transgénicos y el sentido de las patentes sobre
las semillas. La convocatoria estaba dirigida a campesinos locales y a
estudiantes de agronomía. ¿Qué tenía que ver Ahora Madrid con todo eso?
¿Qué pintaba yo en ese encuentro? ¿Cómo era posible que los campesinos
de un pequeño país centroamericano se interesaran por una experiencia
urbanita que acontecía en una remota ciudad de otro continente? Pasé
momentos de auténtico pánico hasta que, finalmente, llegó el día del
taller. El encuentro comenzó con la exposición de un ingeniero agrónomo,
a la que siguió la intervención de un activista medioambiental.
Entonces entendí todo. Íbamos a hablar de lo mismo.
Al igual que los alimentos transgénicos, la política constituye un organismo genéticamente modificado. Su
ADN ha sido intervenido para producir una transformación de su sentido
que se expresa en el paso de lo político a la política. Mientras que lo
político tiene que ver con cualquiera, puesto que trata de la vida y los
asuntos comunes, la política se presenta como un campo particular y
especializado circunscrito a la actividad de unos pocos: los políticos.
Al igual que está ocurriendo con las semillas, a lo político le han
colocado una patente y aparece privatizado por una política transgénica.
El 15-M ha expresado, precisamente, un deseo colectivo de recuperación
de la semilla, es decir, de lo que debería constituir el principio de
todo: una reapropiación democrática de lo político.
...
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https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/26229-manuela-nacho-y-la-derrota-la-politica-transgenica.html
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