Debemos ir cambiando el centro de gravedad de nuestros sistemas
alimentarios, pero la concentración de poder en el sistema actual ha
alcanzado cotas tan altas que la acción política resulta también
esencial para su desmantelamiento
Si sabemos que necesitaríamos siete planetas para que todo el mundo viviera como un estadounidense medio, ¿cuántos necesitaríamos para que todos los agricultores trabajasen en el futuro que se imaginan Bayer y Monsanto?
Si sabemos que necesitaríamos siete planetas para que todo el mundo viviera como un estadounidense medio, ¿cuántos necesitaríamos para que todos los agricultores trabajasen en el futuro que se imaginan Bayer y Monsanto?
El pasado 14 de septiembre recibíamos, después de varios
avisos, la noticia del acuerdo definitivo de Bayer con Monsanto para la
compra de la primera por 66.000 millones de dólares. Esta unión se sumaba a la de Dow-Dupont ( diciembre de 2015) y a la de Syngenta-ChemChina ( febrero de 2016),
y dejaba “desparejada” a la otra gran empresa del sector semillero y de
agroquímicos, BASF, de quien se espera que mueva ficha próximamente.
Pero esta agitación no sólo está dándose en este sector, sino también
en otros sectores vitales en el mundo de los insumos agrícolas, y con
unos volúmenes de mercado mucho mayores, como son el de los
fertilizantes (175.000 millones de dólares en el año 2013, respecto a
los 93.000 del mercado de pesticidas-semillas) y el de la maquinaria
agrícola (116.000 millones). Todas estas empresas se encuentran
igualmente en un frenesí de compras y fusiones, de apuesta por nuevos mercados y de concentración en cada vez menos manos.
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