Existen
diversos medios efectivos para controlar a grandes cantidades de población.Desde
el “poder blando”, es decir a través de medios culturales e ideológicos hasta el
uso de la fuerza desmedida, utilizando costosos despliegues militares. Dentro
de esta escala existe una modalidad basada en el control de la producción y
distribución alimentaria que ha afectado a millones de personas en el mundo. En
efecto, un puñado de empresas en su mayoría de origen estadounidense, se han
encargado del diseño de semillas genéticamente modificadas (o GMO por sus
siglas en inglés) que tienen el propósito de limitar la producción de alimentos
y acabar con la soberanía alimentaria en regiones como América Latina.
Para
el gobierno de los Estados Unidos es una prioridad estratégica apoyar la
investigación de empresas que trabajan con la transformación de los alimentos.
La razón fundamental es que esto significa una intervención directa sobre la
salud y la dieta de las poblaciones. En otras palabras, es un arma poderosa que
silencia a millones de personas en el mundo sin necesidad de utilizar las
armas. Como estrategia de superioridad global, las GMO son para las empresas
norteamericanas un negocio redondo en la medida en que no sólo producen las
semillas modificadas, sino que además venden los “antídotos” contra las plagas.
Si un campesino compra las semillas de empresas como Monsanto está obligado a gastar
también en los herbicidas e insecticidas de la misma corporación.
El
objetivo de empresas como Monsanto, Dupont o Bayer es dirigir un ataque en
contra de la cultura y las tradiciones de millones de campesinos. De hecho,
para muchas comunidades la semilla es sinónimo de fertilidad, diversidad y
multiplicación de la vida. Concepto que ha sido desechado por las denominadas
semillas “terminator” quea causa de su modificación están diseñadas para que no tengan una reproducción
futura. De este modo, el cambio en los alimentos ha generado la pérdida
progresiva de la soberanía alimentaria, esto es, la autonomía de los pueblos
para definir su propia política agraria sin tener que luchar en contra de
empresas que buscan monopolizar la producción de los alimentos (http://www.nadasantosobremonsanto.com/soberania-alimentaria/).
Esta
ha sido justamente una lucha constante en diversos países de América Latina. La
llamada “ley Monsanto” que promueve los derechos de autor en la propagación de
semillas con transformaciones genéticas, ha ocasionado en muchos casos la
criminalización de los campesinos. La paradoja se basa en que la utilización de
semillas patentadas de Monsanto por parte de agricultores que no declaren su
uso, pueden ser castigadas, incluso con cárcel. (http://www.jornada.unam.mx/2007/02/08/index.php?section=sociedad&article=047n1soc).Esto
sugiere a todas luces una estrategia de control sobre aquellos que se encargan
de alimentar a millones de personas en el mundo. Los grupos económicos buscan
restringir al máximo la diversidad y riqueza de los alimentos para que decidir
sobre la salud de la población. Lo peor y más preocupante es que las empresas
tienen a su favor la ley y la fuerza para cumplir con sus disposiciones.
Una
de las grandes amenazas para los países de Latinoamérica es no poder definir su
política alimentaria. Cada gobierno debe diseñar una estrategia para alimentar
a su población de acuerdo a criterios de equidad y distribución. Sin embargo,
con el advenimiento de empresas estadounidenses que buscan el control en la
producción alimentaria, los términos de la seguridad y la soberanía han ido
disminuyendo considerablemente. A Estados Unidos ya no le basta con el control
fáctico sobre el territorio mediante la instalación de bases militares, sino
que ahora ha buscado nuevas estrategias para generar presión económica y
política a través de la regulación de procesos agroindustriales y la creación
de una compleja legislación que protege a sus multinacionales.
El
propósito de las grandes empresas de alimentos es mostrar la utilidad y
beneficios que supuestamente las GMO pueden traer al mundo. Según los primeros
estudios, estas semillas “mejoradas”, aumentaban la fertilidad y reducían
ciertos gastos de producción. No obstante, en un estudio elaborado a largo
plazo por científicos latinoamericanos se ha demostrado todo lo contrario. En
primera medida, la calidad de la tierra ha disminuido dramáticamente, incluso
perdiendo su uso y nutrientes. En segunda instancia, los científicos
comprobaron que los productos de Monsanto y empresas similares traen daños
irreversibles para la salud de las personas, evidenciándose incremento en casos
de cáncer, malformaciones congénitas, daños genéticos, entre otros (https://www.grain.org/bulletin_board/entries/5555-latin-american-scientists-reject-letter-from-nobel-prize-laureates-in-support-of-gmos). Así
pues, las aparentes ventajas de las semillas tratadas genéticamente no se
comparan con los daños y perjuicios que le han causado a la salud humana y a la
biodiversidad de los ecosistemas.
En
un acto de soberanía, científicos del subcontinente latinoamericano enviaron
una carta al comité del Premio Nobel que fue otorgado a investigadores por su
avance en las semillas genéticamente modificadas, hecho que ha sido inadmisible
para quienes consideran los grandes daños que estas empresas han traído a
América Latina(http://www.march-against-monsanto.com/prominent-latin-american-scientists-say-bill-gates-gmo-golden-rice-is-a-total-failure/). Pero
las críticas no sólo han sido dirigidas por parte de científicos
latinoamericanos, la Universidad de Virginia en Estados Unidos realizó un
estudio en el que se comprueba que los herbicidas e insecticidas producidos por
Monsanto han causado importantes daños ambientales, incluso en el crecimiento
de plantaciones de maíz (http://sustainablepulse.com/2016/09/18/largest-ever-gmo-crops-study-shows-massive-environmental-damage-in-us/#.WDl7FObhC01).
Pese
a todas las denuncias realizadas en contra de las multinacionales, estas siguen
empeñadas en continuar con “investigaciones” que favorezcan al capital privado.
De hecho, Monsanto invierte millones de dólares al año en abogados para evitar
un decrecimiento en las ventas. El negocio es redondo pues no sólo limitan la
producción alimentaria, criminalizando a todos aquellos que intercambien
semillas, sino que reducen el mercado para que sean unas pocas empresas las que
se lleven todas las ganancias. De este modo, regiones tan ricas en
biodiversidad como América Latina que, por poner un ejemplo cuentan con más de
4000 variedades de papa, han visto cómo sus campesinos tienen que iniciar movilizaciones
para evitar que la diversidad sea llevada a la cárcel.
Por
esa razón, bajo una lógica criminal empresas como Monsanto, Dupont, Cargill y
Bayer se han apropiado del patrimonio intelectual einmaterial de millones de
generaciones de campesinos cuyo legado ha sido reducido a unas cuantas semillas
modificadas genéticamente que generan graves enfermedades. Algunas ONG como PesticideAction
Network International (PAN) han denunciado constantemente los daños de los
químicos usados por estas empresas. En un completo estudio realizado por la
asociación, se demostró las consecuencias del uso del glifosato para erradicar
plagas (http://pan-international.org/wp-content/uploads/Glyphosate-monograph.pdf). Esto
demuestra que Monsanto está empeñado en continuar con la comercialización de
sus productos a pesar que se han comprobado efectos desfavorables para la salud
de las personas y para los ecosistemas de distintos países. Lo que estas
empresas están haciendo es envenenar el mundo a cambio de cuantiosas sumas de
dinero.
Por
si fuera poco, en septiembre del presente año, se realizó un anuncio que
estremeció al mundo. Las multinacionales Monsanto y Bayer han decidido
fusionarse para crear un megaimperio en la producción y distribución de
alimentos(http://www.commondreams.org/news/2016/09/14/five-alarm-threat-our-food-supply-monsanto-bayer-merger-advances).
Con el pretexto de estar preocupados en torno a cómo se van a alimentar 3000
millones de personas para el año 2050, las corporaciones han puesto en común un
capital que asciende a 66 billones de dólares. El objetivo de fondo es poner en
marcha un plan para el dominio mundial que arrasará con la multiplicidad de
especies animales y vegetales y que pondrá a millones de personas a consumir
productos químicos, previamente diseñados en laboratorios.
Si
Estados Unidos logra que la legislación de países latinoamericanos apruebe el
uso de semillas GMO como lo ha hecho hasta ahora, se podría hablar de un
control hegemónico sobre un recurso vital como la alimentación. Esta
circunstancia superaría con creces otras formas de dominio dirigidas por el
Pentágono, pues ello implicaría que Washington podría disponer a su antojo de
la población mundial. En efecto, después de la cadena de fusiones y absorciones
similares a de Monsanto/Bayer como es el caso de Dow/Dupont, el mercado de semillas
ha quedado acaparado por unas tres megacorporaciones que tienen el monopolio
mundial de agroquímicos y semillas transformadas(http://www.commondreams.org/views/2016/06/03/six-questions-monsanto).Detrás
de estas empresas están los intereses del gobierno de los Estados Unidos por no
perder la supremacía mundial. Los costos para ello serán, sin embargo,
gigantescos pues la Casa Blanca está promoviendo el envenenamiento gradual del
mundo.
Como
en muchas ocasiones, América Latina se ha convertido en el laboratorio de
Estados Unidos. Todas las políticas del gobierno del norte han tenido fuertes
impactos en élites políticas condescendientes que han permitido el ingreso de
leyes que atentan en contra de los derechos de los campesinos. Por esa razón,
múltiples asociaciones como La Vía Campesina han iniciado una importante lucha
para evitar que Monsanto y sus socios sigan destruyendo el medio ambiente(https://viacampesina.org/es/).No
obstante, como se ha mencionado con anterioridad, la lucha por parte de los
campesinos no ha sido fácil, toda vez que las multinacionales tienen a su favor
la ley, la autoridad y la represión. De hecho muchas de las manifestaciones han
terminado con las fuerzas del orden a favor de multinacionales que poco o nada
las benefician.
Además,
muchos campesinos se han visto abocados por la falta de alternativas, a
utilizar esta serie de productos nocivos. Así pues, las corporaciones crean un
círculo vicioso de dependencia hacia sus insumos, pues una semilla Monsanto
sólo puede germinar a partir de ciertos fertilizantes y controlados con
determinados insecticidas. El acuerdo con Bayer sin duda tendrá que ver con la
creación de nuevos productos que sólo podrán ser utilizados en el campo si se
compran las semillas de la multinacional, pues de lo contrario se estaría violando
las patentes y creando un peligro para el capital de estas empresas. La
supuesta ventaja de los productos de Monsanto son su durabilidad en el tiempo,
con lo cual, las personas pueden consumir un alimento en largos periodos,
solucionando el problema de acceso a los mismos. Empero, ¿qué efectos
secundarios podrían tener alimentos rociados con glifosato? De ahí que antes
que la cantidad de alimentos, los gobiernos deberían preocuparse por no
envenenar a las poblaciones con productos genéticamente modificados.
Rodrigo Bernardo Ortega
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