Por Vanessa TERAN
AFP
QUITO - --
Cuatro años después de su prohibición, los transgénicos han vuelto
al debate en Ecuador de la mano del presidente y candidato a la
reelección Rafael Correa, quien varió su posición y ahora se plantea
legalizarlos según él para cuadruplicar la producción agrícola y aliviar
la pobreza.
La Constitución de corte
socialista impulsada por Correa, aprobada en 2008, declaró al país
“libre de cultivos y semillas transgénicas”.
Para
César Paz y Miño, decano del Instituto de Investigaciones Biomédicas de
la Universidad de Las Américas (UDLA) de Quito, la prohibición de
semillas genéticamente modificadas representa un límite negativo para la
ciencia.
“Prohibimos lo que podría ser un instrumento de desarrollo”, sostiene.
Agroecologistas
como Javier Carrera, vocero de la Red de Guardianes de Semillas -una
ONG que promueve ese tipo de agricultura- plantean que Ecuador debe
mantenerse libre de transgénicos para preservar su diversidad agrícola.
“Sería muy peligroso que se permita el uso de estas semillas”, sostiene
Carrera, y explica que el país es originario “de más de 35 especies de
sembradíos, lo que le convierte en un banco genético de la humanidad”,
el cual quedaría expuesto a una “contaminación”.
En septiembre pasado, el presidente Correa
declaró que “las semillas genéticamente modificadas pueden cuadruplicar
la producción y sacar de la miseria a los sectores más deprimidos”, y
sostuvo que cometió “un error en la Constitución” al dejarse influenciar
por el “ecologismo infantil”.
“Si es
necesario enmendar la Constitución, así habrá que hacerlo”, manifestó el
gobernante, sugiriendo la posibilidad de generar semillas resistentes
al frío.
La reforma podría hacerse
realidad si Correa logra la reelección el 14 de febrero, algo probable
según las encuestas de intención de voto que lo dan ganador en primera
vuelta.
Roberto Gortaire, miembro de la
Conferencia Plurinacional e Intercultural de Soberanía Alimentaria
(Copisa), un movimiento ciudadano que fomenta la agroindustria
ecológica, cree que muchos de los supuestos beneficios de los
transgénicos son por ahora mitos.
“En
Ecuador hay alrededor de 15.000 fincas que han adoptado el sistema
agroecológico para sus cultivos y más de 120 iniciativas comerciales que
están colocando sus productos en el mercado”, destaca Gortaire, y
agrega que este tipo de sembradíos tiene índices de rendimiento “más
altos que la media”.
No hay pruebas de
que en Ecuador haya cultivos transgénicos, ni siquiera antes de la
proscripción, dijo Elizabeth Bravo, miembro de la ONG Acción Ecológica,
en el marco de un foro que acaba de debatir el tema.
Para
el activista de Copisa, “ciertos sectores académicos están interesados
en que Ecuador no sea libre de transgénicos por la ganancia económica
que implicaría para ellos”.
Esas
siembras utilizan semillas que han sido genéticamente modificadas a
través de la biotecnología -a diferencia de semillas comunes que
adquieren genes a través de la polinización- y la principal parte
corresponde a maíz y soya.
Pese a que
en el país está prohibido el cultivo y la producción de semillas
transgénicas, se permite la importación de productos que las contienen.
De
hecho, según Gortaire, la mayoría de animales que consumen los
ecuatorianos se alimenta con comida importada hecha a base de soya o
maíz genéticamente modificada.
Paz y
Miño cuestiona esta situación. “Están diciendo no a las semillas, pero
sí a los productos. ¿Acaso estos no producen los mismos daños?”.
Carrera
y Gortaire advierten de posibles efectos negativos de los transgénicos
en la salud humana como alergias, abortos espontáneos y problemas
intestinales.
Pero Paz y Miño enfatiza que “no hay evidencias contundentes de que consumir este tipo de alimentos sea nocivo para la vida”.
Los
transgénicos ganan cada vez más terreno en Sudamérica, donde Argentina,
Brasil, Chile, Colombia y Uruguay los permiten y solo Venezuela, Perú y
Ecuador los prohíben.
Paz y Miño opina
que, al mantenerle libre de transgénicos, Ecuador pierde competitividad
frente a sus vecinos. “La región se está inclinando hacia el uso de
transgénicos y van a aprovechar. Su producción y ganancias aumentan”,
sostiene.
Carrera, en cambio, piensa
que la agroecología podría aportar esa competitividad. “Tenemos el
potencial de ser los proveedores de productos orgánicos para el
continente, y para Europa también”, asegura.
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