Puede que en Estados Unidos y Europa, el rebuscado debate sobre los efectos nocivos –o no– del maíz transgénico ya produzca bostezos. Pero en México, el país de mayor consumo de maíz del mundo, la cuestión es de vida o muerte. No solo en un sentido biológico sino también cultural.
Hace más de 9.000 años que los habitantes de Mesoamérica cultivan y comen cientos de variedades autóctonas de maíz, una planta considerada un dios por los mayas y patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
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