domingo, 30 de abril de 2017

Por la jornada laboral de seis horas y contra Chevron, Monsanto y la Barrick Gold

El peor trabajo que tuve no fue aquel en el que no tenía inodoro en el baño (sino pozo), ni ese en el que tenía que comer acostado en la cuneta de un sucio barrio industrial porque no había comedor (o era muy pequeño y la preferencia la tenían los efectivos). El peor trabajo que tuve fue aquél en el que trabajaba de pie 12 horas diarias (más los sábados) con turnos rotativos de mañana, tarde y noche en un torno con control numérico computarizado (CNC), una “maravilla” de la tecnología.

“Lo que pasa, pibe, es que la maquinita que manejás vos no puede parar nunca, porque es la que le da de comer a todos en la fábrica”, recuerdo que me decía el jefe de planta como chantaje. Era una máquina hermosa pero terrible. Una máquina-herramienta computarizada, programada, que funciona a alta velocidad y con precisión más que milimétrica (porque el CNC funciona con micrones). Las mordazas agarraban la pieza de metal y el husillo giraba a alta velocidad (el máximo establecido es el de 42 mil rpm). Entonces un “cuchillo”, una herramienta de corte, se abalanzaba sobre la pieza y le iba dando la forma programada previamente por computadora.
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