Han pasado tres años desde que el 1 de enero de 2022 el USDA cambió las reglas del etiquetado de alimentos modificados genéticamente, eliminando el término OGM y reemplazándolo por un logotipo nuevo, luminoso y brillante de un sol que brilla en una planta, creciendo felizmente en un campo. Muchos hemos luchado durante años por el derecho a saber qué contienen nuestros alimentos y cómo se producen. Esa nueva regulación en realidad no tiene ese objetivo, sino que está diseñada para permitir que las corporaciones oculten el uso de ingredientes transgénicos a los consumidores.
El nuevo etiquetado no es más que etiquetar lo que realmente es no etiquetar, o si se quiere pensar así, no etiquetar escondiéndose como etiquetar. De allí que ya hay varios litigios en países como Estados Unidos y Canadá para impugnar este nuevo sistema por considerarlo arbitrario, caprichoso, discriminatorio y contrario a la ley y normas de información al consumidor.
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