miércoles, 13 de agosto de 2014

Estrategias de los corporativos biotecnológicos para controlar a la opinión pública: Renso D’Alessandro

Los grandes corporativos biotecnológicos están creando constantemente tácticas que aplican a nivel internacional a fin de crear una imagen pública favorable que les genere credibilidad. En el caso mexicano, no ha importado la buena o mala imagen de los corporativos. El gobierno federal está embebido en su estrategia transgénica con repercusiones que se extienden no sólo al desarrollo rural, sino también a la alimentación, la afectación de los ecosistemas y sus cadenas tróficas, la salud humana y la desposesión biológica por contaminación genética. Estas son algunas de las estrategias para controlar la opinión pública:
      1)      Círculos informativos exclusivos para las élites 
El círculo informativo para las élites comenzó con la ansiedad de las élites económicas ante la difusión del artículo de Seralini a nivel mundial[1]. Estas reuniones de tipo informal se realizan en espacios exclusivos en los que interactúan ciertos grupos sociales (clubes de golf, clubes sociales, casinos). En ellos participa un facilitador quien se presenta con credenciales de experto y da una charla especializada defendiendo la inocuidad, los grandes avances medicinales, la potencial de los transgénicos para encontrar fórmulas de la “juventud”, y los grandes avances sociales que han implicado estas tecnologías para paliar el hambre del mundo y mejorar la nutrición.
      2)      Marketing en blogs populares

Según la cadena Al Jaazera América[2], Monsanto tiene destinado un presupuesto para poder incidir en la opinión pública mediante post positivos en los grandes blogs de Estados Unidos. Blogs dirigidos a mujeres dedicadas a la crianza como “the Mommy Bloger”, “Federated” y “Bloher” reciben dinero por postear opiniones favorables sobre los corporativos y por interactuar con otros blogs a fin de difundir el “impacto positivo en el medio ambiente de la producción de alimentos agroindustriales dado el contexto actual en que los agricultores tienen menos recursos y más presión para alimentar al mundo”. La estrategia es utilizada también por otras empresas, pasando de las inversiones en grandes anuncios a pequeños pagos por ser sponsors de las empresas (de hasta 150 dólares) y hacer marketing en páginas web, postear notas favorables en Facebook, y “twittear” noticias positivas.
      3)      La cooptación de la comunidad científica  
La creación de comités de especialistas científicos es una estrategia trillada. En México, la Ley de Bioseguridad –cuyo formato ha sido aprobada en muchos países (y que actualmente se discute en Guatemala)- concibe la creación de consejos consultivos de científicos quienes deberían aconsejar a los tomadores de decisión, convertidos en administradores de la biodiversidad.
La CIBIOGEM según la ley, es la encargada en nuestro país de regular la co-existencia entre cultivos nativos y genéticamente modificados. Su función hasta ahora se basa en otorgar todos los permisos de siembra (ya sean pilotos, experimentales o comerciales) que muchas veces se otorgan sin respetar siquiera sus propios reglamentos[3]. En EUA, el panorama no es muy diferente, la Academia Nacional de Ciencias (NSA por sus siglas en inglés) ha creado un comité de especialistas que ha sido ampliamente cuestionado por científicos independientes dadas las inequidades y conflictos de intereses[4].
En India, igualmente el gran movimiento civil en contra los transgénicos cuestiona la objetividad del Comité de Aprobación para la Ingeniería Genética (GEAC por sus siglas en inglés) dadas las aprobaciones de cultivos genéticos en todos los rangos, ignorando los desastres sociales que han generado la amplia comercialización del algodón Bt[5].
La estrategia detrás de la conformación de estos comités faltos de ética, es poder justificar un discurso totalitarista e inapelable que refute todas las evidencias en contra de los OGM y de paso ir diluyendo la capacidad legal del principio de precaución que es la base de los amparos legales en contra de la siembra[6]. Asimismo, busca limitar la discusión dentro del sistema de saberes científico que es fundamentalmente de disciplinas duras (biológicas), de visión fragmentada y sumamente instrumental para así evitar que la ecología, las ciencias sociales, la economía (ciencia que incluso ha demostrado la ineficacia lucrativa de los OGM a largo plazo[7]), los actores campesinos (con sus variedades nativas y sistemas cognitivos ancestrales) y la sociedad civil en su conjunto, puedan aportar alguna opinión considerada como válida o justificable.
      4)      Incentivos inmediatistas para los sectores productivos 
Los transgénicos no están diseñados para la agricultura tradicional campesina, sino para un modelo de agricultura industrial dirigido hacia los grandes productores o agrobussinesman. Este tipo de productor se destaca por tomar sus decisiones basado en una lógica de maximización económica sin ningún tipo de sensibilidad ecológica[8]. A pesar de que los transgénicos pro sí mismos, no son sustentables ni ambiental ni económicamente, muchos de los grandes productores (ubicados en México en las zonas norte) deciden sembrarlos por ser aparentemente más rentables gracias a los subsidios gubernamentales e impulso comercial que reciben. La estrategia se basa en dar facilidades en la adquisición de créditos, insumos a precios preferenciales, y subsidios gubernamentales sobre cualquier otro tipo de cultivos, y sobre otras formas de producción[9].


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