Por: Rodrigo Bernardo Ortega Enero de 2.018
En pasadas entregas, mostramos el peligroso proyecto que tiene el gobierno de Estados Unidos para el control territorial a través de laboratorios biológicos estratégicamente ubicados. En efecto, salvo en Australia, la Casa Blanca tiene centros de investigación en virus y bacterias en todos los continentes. Llama la atención el plan para “cercar” a Rusia, pues según denuncias hechas por el Kremlin, Estados Unidos tiene laboratorios en Georgia, Ucrania y Kazajistán (todas repúblicas ex soviéticas que comparten frontera con Rusia) (http://www.hispantv.com/noticias/salud/52961/moscu-denuncia-laboratorios-biologicos-de-eeuu-cerca-de-rusia). De esta forma, en un eventual ataque, el gobierno del actual presidente Trump tendría una ventaja notable frente a sus adversarios, reavivando la vieja lógica de la Guerra Fría. Sin embargo, el presente artículo no pretende ahondar en la amenaza mundial que significan los centros biológicos norteamericanos. Por el contrario, busca fijar su mirada en un proyecto específico que ha pasado desapercibido (quizás con complicidad) para la mayor parte de los medios de comunicación. Este plan tiene que ver con el control de la Amazonía como una de las proyecciones geopolíticas del Pentágono, para lo cual Brasil y Colombia resultan dos centros neurálgicos en la realización de sus intereses.
La historia ha demostrado que Estados Unidos no hace nada sin tener un interés plenamente identificado. En este sentido, lo que se cree es un “acuerdo de cooperación militar” entre Bogotá y Washington para la lucha contra el narcotráfico, tiene un trasfondo muchas veces ignorado (http://www.escritoresyperiodistas.com/NUMERO44/robledo.htm). La presencia de militares norteamericanos repartidos en siete bases (Malambo, Atlántico; Palenquero en el Magdalena Medio; Apiay, Meta; las bases navales en Cartagena; Bahía Málaga en el Pacífico; el centro de entrenamiento en Tolemaida y el Fuerte militar Larandia en Caquetá) es una muestra de la ambición territorial del país del norte en América Latina, con la que espera llevar a cabo su proyecto de control geopolítico.
Basta con observar la distribución de las bases militares para darse cuenta que el posicionamiento no tiene nada de inocente. Por el contrario, dada la ubicación estratégica de las bases militares en cualquier momento y bajo el motivo que sea, Estados Unidos podría invadir Colombia (https://www.tni.org/es/art%C3%ADculo/que-persigue-estados-unidos-con-las-bases-militares-en-colombia). Y no es una exageración, pues si se observa el mapa con detenimiento, se puede concluir que la presencia de militares norteamericanos está asegurada en los cuatro rincones del país. En el norte, en las principales ciudades; en el centro-oriente, concretamente en el departamento del Meta, desde donde podría dirigirse un ataque contra la hermana República de Venezuela (http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/05/11/bases-militares-de-eeuu-en-colombia-apuntan-a-venezuela/#.Wg_sz-RhjIU), en el occidente controlando los puertos del Pacífico y en el sur en Caquetá, muy cerca de la Amazonía donde existen planes para hacerse con las fuentes de agua y la creación de enfermedades vía laboratorio.
De hecho, como ha sido varias veces documentado, bajo el pretexto de “la lucha contra el narcotráfico”, Estados Unidos ha probado peligrosas armas biológicas en territorio colombiano. Durante el llamado “Plan Colombia” que no fue otra cosa que un proyecto de control espacial basado en la aspersión aérea con productos diseñados para la devastación de poblaciones y la creación de enfermedades incurables, el Pentágono aseguró la lealtad de las élites corruptas de Bogotá. Además, el país del norte introdujo peligrosas sustancias nocivas para los cultivos como el hongo patógeno Fusarium, componente considerado como un “agente biológico para la guerra” cuyos efectos son irreversibles (https://www.ecoportal.net/temas-especiales/salud/de_nuevo_armas_biologicas_de_usa_en_colombia/). Pues bien, este peligroso hongo se utilizó en la erradicación de los cultivos de uso ilícito, pero además con él se contaminaron otras tierras dedicadas a la agricultura y fueron afectados hasta los granos almacenados por los campesinos. Luego de muchas presiones de activistas, el microherbicida fue retirado de las aspersiones aéreas, pero ya cuando había causado enormes daños en el medio ambiente colombiano. Ahora, en la era del magnate-presidente cuya visión estrecha del mundo se basa en la conquista y el dominio se quiere reactivar el uso del glifosato y otros agentes químicos que una vez más demuestran la ambición de Estados Unidos por reducir y aplacar a “su principal aliado en América Latina”.
De acuerdo con el microbiólogo norteamericano Jeremy Bigwood, el hongo Fusarium es un agente bioquímico que mata a los organismos que penetra por medio de las toxinas que produce. Esta variedad conocida como el “agente verde” puede ser letal incluso para el ser humano. En efecto, algunos documentos históricos prueban que campesinos murieron luego de la ingesta de pan y otros alimentos contaminados con el microherbicida. (http://www.mamacoca.org/feb2002/art_gonzalez_armas_quimicas_y_biologicas.html). Ahora bien, es oportuno preguntarse ¿qué sucede en las bases militares de Estados Unidos en territorio colombiano? Luego de que la Corte Constitucional prohibiera el uso del glifosato para la erradicación de cultivos de uso ilícito por ser considerado un agente peligroso y nocivo (https://www.telesurtv.net/news/Corte-colombiana-prohibe-la-aspersion-aerea-de-glifosato-20170426-0041.html), ¿es necesario contar todavía con la presencia de militares estadounidenses? La respuesta es claramente no, pero el hecho de que el presidente Trump haya mantenido las tropas en Colombia demuestra que está en marcha un plan de agresión.
La recurrente entrada y salida de aviones a las bases militares es un asunto inquietante toda vez que significa una vulneración clara y efectiva a la soberanía nacional, así las élites en Bogotá quieran presentarlo como un “acuerdo de mutuo entendimiento”. La realidad es que, dentro de estos centros de operación, el Pentágono viene desarrollando armas bioquímicas con las que espera mantener controlada a toda la población de América Latina. Dicho de otro modo, la presencia de militares norteamericanos no sólo está dispuesta para el monitoreo de actividades relacionadas con el narcotráfico, sino por el contrario con la producción de armas biológicas que se utilizarán al mínimo signo de oposición a los planes del imperialismo. El hermetismo con que se maneja el tema y la imposibilidad de entrada a ciertos puntos de la geografía nacional considerados “sensibles” para el gobierno de Estados Unidos, demuestran que se está fraguando un plan para la conquista pasiva del territorio. De hecho, la Casa Blanca está haciendo la guerra a Colombia y los colombianos ni siquiera se dan por enterados.
Como se mencionó hace algunos acápites, una de las bases militares se encuentra en Caquetá, departamento fronterizo con la Amazonía que, no es sorpresa alguna, es una de las principales fuentes de agua potable del mundo además de una de las reservas de biosfera más ricas del planeta. Entonces, el plan geopolítico de Estados Unidos es claro: hacerse con el control de este punto estratégico so pretexto de la “protección del ambiente y el mantenimiento de la seguridad”. Por esa razón, en los próximos meses, la administración Trump presionará para que se reactive la erradicación vía aérea de los cultivos de uso ilícito mediante la implementación de virus y bacterias que se desarrollan en laboratorios secretos ubicados en la Amazonía colombo-brasilera. De allí partirá como hace más de quince años una guerra biológica silenciosa pero efectiva, la cual le permitirá al gigante del norte continuar con su despliegue militar (http://ccs.org.es/2000/11/20/guerra-biologica-en-la-amazonia-colombiana/).
El fin último de la ambición geopolítica del Pentágono es plantar bandera en “el pulmón del mundo” para manipular a su antojo el futuro de la humanidad.
El sustento de lo dicho con antelación es la operación conjunta AmazonLog 17 liderada por el ejército brasilero e inspirada en una actividad similar realizada por la OTAN en Hungría (2015), en la que Brasil participó como observador. La misión que se llevó a cabo en mayo de 2017 en la triple frontera amazónica (Brasil-Colombia-Perú) contó ni más ni menos que con el apoyo logístico del ejército estadounidense. De acuerdo con la BBC, la operación se da en el marco de nuevos acuerdos entre las Fuerzas Armadas de Brasilia y Washington que pretenden “reaproximar” y “estrechar” las relaciones militares de los dos países (http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/05/08/brasil-tropas-de-eeuu-participaran-de-ejercicio-militar-en-amazonia/). Pero más preocupante aún fueron las declaraciones de la embajada de Estados Unidos que aseguró existen “otros acuerdos en discusión, incluyendo soporte logístico, pruebas y evaluación en ciencia y tecnología e intercambios científicos”. A buen entendedor, pocas palabras.
Por si fuera poco, el ejército brasilero negó en aquel entonces que la operación sirviera como germen para una posible base multinacional como sucedió en el caso húngaro. No obstante, hace algún tiempo (se cree que entre el 6 y 13 de noviembre de 2017), se inauguró una “base logística internacional” cuyo propósito fundamental es la “asistencia humanitaria”. (https://www.clarin.com/mundo/brasil-ee-uu-paises-crearan-base-militar-amazonas_0_S1Z-CZYCW.html). El operativo AmazonLog 17 tendrá como bases las ciudades de Tabatinga (Brasil), Leticia (Colombia) y Santa Rosa (Perú), que comparten la triple frontera amazónica. Más claro no puede ser el objetivo de Estados Unidos que, con la salida injusta y manipulada de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, encontró en su corrupto sucesor Michael Temer un socio sin precedentes. De hecho, Temer ya le entregó al Pentágono la base militar de Alcántara ubicada al norte del país, desde donde el ejército estadounidense tendrá un comando de operaciones sin parangón para el control territorial y la prueba de sus virus y bacterias (http://www.hispantv.com/noticias/brasil/356054/temer-base-espacial-eeuu-militar-alcantara). En este punto es donde comienza a evidenciarse las consecuencias del giro a la derecha que viene sufriendo el continente latinoamericano.
Como ha sido comprobado históricamente las “razones humanitarias” no existen para el gobierno de Estados Unidos. O quizás sí, pero funcionan a la inversa, es decir se justifica las intervenciones, pero en detrimento de la humanidad. El apoyo a crueles dictaduras y la violación sistemática a derechos humanos por parte de militares estadounidenses, son tan sólo algunos ejemplos de “la ayuda humanitaria” que ofrece Estados Unidos. El nuevo proyecto AmazonLog 17 es claramente un despliegue geoestratégico en el que, con la complicidad de gobiernos serviles e ignorantes, el Pentágono pondrá en marcha laboratorios dedicados a la producción de enfermedades tropicales que sirvan para mitigar el crecimiento de la población latinoamericana que amenaza su futuro, otra “causa humanitaria”.
Al mismo tiempo, la Casa Blanca pretende ubicar sus tropas para “proteger los recursos hídricos” mientras explota a su antojo las fuentes de agua, flora y fauna de la Amazonía. Lo más increíble del caso es que todas las actividades son realizadas en presencia de gobiernos que desconocen el vocablo soberanía. En efecto, si se considera la nueva presencia militar de Washington en el norte de Brasil y se suman las tropas de las siete bases militares en Colombia, se podría decir que hemos retornado a la Guerra Fría porque incluso se están desarrollando agentes químicos para eliminar a la población. Esperemos que el siguiente paso del plan geopolítico norteamericano no sea el apoyo a terribles dictaduras.
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