Mientras la Comunidad Europea debate expulsar de sus fronteras a
Monsanto, los funcionarios del gobierno argentino parecen los voceros
dilectos de la multinacional agroquímica. La actitud de algunos de
ellos, como el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, se
comprende: antes de asumir en su cargo estaba del otro lado del
mostrador. Otros, como el titular de Medio Ambiente y Desarrollo
Sustentable, el rabino Sergio Bergman, no disimulan su poco
entendimiento en la materia y se subordinan a la estrategia del mayor
proveedor de glifosato del planeta: maximizar las ganancias de los
productores agropecuarios más allá de los daños colaterales.
Los
principales dirigentes del Parlamento Europeo pidieron esta semana que
los directores de la empresa de origen estadounidense se abstengan de
presionar a los políticos locales. Dicho de otra manera: que sus
lobbistas no pisen Bruselas, el corazón de la democracia del viejo
continente, donde por estas horas se define si se les renueva o no la
licencia para operar por diez años más.
Se trata de una represalia
a Monsanto por no haberse presentado a una sesión en la Eurocámara en
la que debía aclarar por qué fraguó documentación científica, tal como
se desprende del escándalo desatado en Estados Unidos conocido como
Monsanto Papers, donde por orden judicial salieron a la luz mails entre
directivos de la empresa y los funcionarios que debían controlarlos, que
prueban que la multinacional elaboraba sus propios informes privados
que luego eran avalados, a libro cerrado, por otros expertos.
...
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http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232549
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