martes, 10 de octubre de 2017

El mundo lo prohíbe, avanza en el país

Mientras la Comunidad Europea debate expulsar de sus fronteras a Monsanto, los funcionarios del gobierno argentino parecen los voceros dilectos de la multinacional agroquímica. La actitud de algunos de ellos, como el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, se comprende: antes de asumir en su cargo estaba del otro lado del mostrador. Otros, como el titular de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, el rabino Sergio Bergman, no disimulan su poco entendimiento en la materia y se subordinan a la estrategia del mayor proveedor de glifosato del planeta: maximizar las ganancias de los productores agropecuarios más allá de los daños colaterales.

Los principales dirigentes del Parlamento Europeo pidieron esta semana que los directores de la empresa de origen estadounidense se abstengan de presionar a los políticos locales. Dicho de otra manera: que sus lobbistas no pisen Bruselas, el corazón de la democracia del viejo continente, donde por estas horas se define si se les renueva o no la licencia para operar por diez años más.

Se trata de una represalia a Monsanto por no haberse presentado a una sesión en la Eurocámara en la que debía aclarar por qué fraguó documentación científica, tal como se desprende del escándalo desatado en Estados Unidos conocido como Monsanto Papers, donde por orden judicial salieron a la luz mails entre directivos de la empresa y los funcionarios que debían controlarlos, que prueban que la multinacional elaboraba sus propios informes privados que luego eran avalados, a libro cerrado, por otros expertos.
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http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232549

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