Los agricultores plantaron una nueva clase de semilla en diez millones de hectáreas de campos de soya y algodón este año.
Desarrolladas por Monsanto, estas semillas, modificadas genéticamente
para resistir un herbicida llamado dicamba, representan uno de los más
importantes lanzamientos de producto en la historia de esa empresa.
Sin
embargo, las semillas y el herbicida han hecho que algunos agricultores
—muchos de ellos consumidores de Monsanto, que vende ambos— se pongan
en contra de la empresa, además de que han alarmado a los reguladores.
Los
agricultores que no han comprado las nuevas y costosas semillas, que
comenzaron a aparecer en el 2016, se están uniendo a demandas que
argumentan que sus cultivos se dañaron por dicamba que se coló en sus
tierras.
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