El 6° congreso del movimiento de los sin tierras en Brasilia:
Una lucha contra la hegemonía creciente del agronegocio
François Houtart
Del 10 al 14 de febrero se reunieron en Brasilia 15.000 campesinos para celebrar 30 años de lucha. El lema era: Una Reforma agraria popular.
1. El contexto
De
hecho, la situación es intolerable: en 2010, 175 millones de ha
improductivas (por especulación) y casi 4 millones de familias
campesinas sin tierra; una constitución inaplicada y una ley agraria
casi sin efecto; 2013 ha sido el peor año: 100 unidades repartidas y
5.000 familias reubicadas, cuando cerca de 100,000 esperan en
campamentos del MST una asignación de tierras[1].
No
se trata solamente de una lucha contra los latifundistas tradicionales,
sino también contra las transnacionales del agronegocio (30 millones de
ha compradas en los 20 últimos años) y el capital financiero. Desde los
90, el modelo se transformó en agro-exportador, basado sobre
monocultivos. En los últimos 20 años, la producción de alimentos
disminuyó de 20 a 35 %, cuando la caña de azúcar aumentaba de 122 %
(para el etanol) y el precio de los alimentos subió; el Mato Groso, gran
productor de soja transgénica, importa el 90 % de la alimentación de
otros estados; 6 millones de personas fueron desplazadas (700,000 en el
estado de São Paulo); se utiliza la mayor proporción mundial de tóxicos
(5 kg por habitante); en 2013 se importaron 16 millones de toneladas de
fertilizantes; en el mismo año se exportaron 18 millones de toneladas de
maíz a los EEUU (para el etanol). Entre 2003 y 2010, las grandes
propiedades pasaron de 95 a 127,000 y su superficie de 182 millones a
265 millones de ha.
No
hubo en Brasil una reforma agraria “clásica”, promovida por la
burguesía industrial (como en Corea del Sur, p.ej.) por el origen
externo del capital. Se pasó directamente del latifundio al agronegocio
exportador con superexplotación de los campesinos. Los efectos
(externalidades) se traducen en la destrucción ambiental (especialmente
la Amazonia), la supresión de empleos y la migración rural. Esta
“modernización conservadora” se realiza bajo el liderazgo de un grupo de
450,000 empresas que poseen 300 millones de ha y controlan la
producción de commodities, frente a 4,2 millones de obreros
rurales, 4,8 millones de pequeños campesinos (produciendo 70 % de la
alimentación) y 3,8 millones sin tierras. Cuando 15,000 campesinos
cantan la Internacional en el gimnasio de Brasilia, esto significa que
la lucha de clases no es un concepto obsoleto.
Las
reformas de Lula permitieron a millones de pobres salir de la miseria.
Pueden comer gracias a los subsidios del Estado. El Gobierno PT de
Dilma, en coalición con partidos conservadores, sufre las presiones de
los “ruralistas” con alto poder político y apoyo de los media. El
agronegocio prevalece en la política agraria. En estas circunstancias
¿cómo definir una estrategia? Es el desafío del MST.
2. Las estrategias
La
estrategia del MST se adaptó en función del contexto socioeconómico del
país y de su coyuntura política. Desde su fundación, en 1984, el
movimiento se fijó como objetivo una nueva repartición de las tierras.
La estrategia consistió en preparar grupos de campesinos sin tierra para
ocupar propiedades vacías de grandes terratenientes. Se les reunía en
asentamientos, viviendo bajo tiendas de plástico, organizados por grupos
de 12 familias, administrando colectivamente servicios comunes, las
escuelas primarias y los centros de salud. La solidaridad nacional e
internacional los ayudaba. Esta situación podía durar meses. En el
momento adecuado, tomaban posesión de las tierras, para organizar la
producción agrícola en cooperativas y construir sus casas.
El
origen cristiano de varios de los líderes influyó la orientación del
movimiento, como lo recordó en el Congreso una religiosa francesa
cercana del MST desde su inicio. La Comisión de la Pastoral de la Tierra
de la Conferencia Episcopal acompañó sus luchas. Sin embargo, el MST
siempre afirmó su autonomía. Con la introducción del capitalismo
agrario, su análisis en términos de clases se profundizó y el aporte del
pensamiento marxista fue importante en la formación de los líderes.
Durante
la presidencia de Fernando Henrique Cardoso, el modelo neoliberal se
profundizó. Cuando el MST recibió el premio Rey Balduino[2]
en 2001, el gobierno acusó a Bélgica de financiar un movimiento
terrorista. El príncipe Felipe (actual Rey), que tenía que presidir una
misión económica en Brasil, fue declarado persona non grata. El
MST apoyó la constitución del PT que, en 2002, permitió la elección de
Lula. La lucha contra el hambre desembocó en políticas sociales de ayuda
(menos de 5 % de la renta nacional), pero no en una transformación de
las estructuras sociales del campo. Al contrario, el modelo
agro-exportador se acentuó con el aumento del capital externo, el
desarrollo de multinacionales brasileñas y la expansión del capital
financiero (en 8 años, el pago de los intereses de la deuda interna a
los bancos fue de 320,000 millones de USD aproximadamente). Lula realizó
el “consenso brasileño” gracias a esta política.
Con
Dilma (2010), el modelo agro-exportador se reforzó. Leyes laborales y
ambientales más favorables a la “agricultura moderna” fueron votadas y
la reforma agraria casi bloqueada. Se siguieron los pagos de la deuda
externa. Durante tres años la Presidenta no recibió el MST, que en la
víspera del Congreso, envió una carta con 10 propuestas. La presidenta
acordó una audiencia, donde dos de las propuestas fueron aceptadas: una
aceleración de programas existentes de establecimiento familiar sobre
tierras recuperadas (para 36,000 de los 100,000 en espera) y de
formación técnica. La decepción fue evidente. En un momento donde varios
indicadores económicos manifiestan la fragilidad del modelo brasileño
y, por ende, del consenso social, eso podría significar un peligro
político para el gobierno.
3. El futuro de las luchas
Para
el MST, está claro que no se trata solamente trasformar la situación
agraria. Frente a 24 millones de jóvenes sin empleo, a 14 millones de
trabajadores analfabetos, a la degradación rápida de la naturaleza, es
una lucha contra un modelo que ha llegado a sus límites. No basta
cambiar las reglas. Es una lucha de clases, que no puede contentarse con
eliminar la pobreza, sino la desigualdad; y que en el campo no se
limita a una reforma agraria clásica, sino que incluye el fin de los
monopolios de las semillas, la reconstrucción de la biodiversidad, la
regulación del agua y la reforestación. Desde el exterior, el capital
internacional domina el modelo agroexportador y la explotación minera;
en el interior, la burguesía controla el banco central y el aparato
judicial. Es por ante esto que se necesita una alianza entre todas las
fuerzas para actuar contra la hegemonía del capital.
Al
principio, el MST tenía bastante esperanza en la acción política del
PT. Sin embargo, la decepción fue cada día más grande, y no solamente
porque el partido ha tenido que gobernar en alianzas. El apoyo crítico
se transformó en ataques frontales. El movimiento se encontraba en una
situación ambigua: por una parte, no existía alternativas políticas
inmediatas y por otra parte, la mayoría de sus miembros apoyaban a Lula y
a Dilma, en función de los programas de lucha contra la pobreza. El MST
decidió aprovechar todos los espacios de acción, fuera o dentro del
gobierno, y afirmó su autonomía en el campo político.
Se
preparó un programa detallado. En su núcleo, una agricultura ecológica y
familiar, con la democratización de la tierra, nuevas matrices
tecnológicas, soberanía de las semillas y relaciones con la industria.
Luego, una racionalización del uso de los recursos naturales, del agua,
de la energía, de las infraestructuras. Después, creación de condiciones
dignas de trabajo y de vida y desarrollos educacionales y culturales a
diferentes niveles. Finalmente, cambios de la estructura del estado y en
particular de los organismos para la agricultura. Semejante programa no
es socialista (se prevé, por ejemplo, una compensación financiera para
las tierras expropiadas) porque, dice el MST, las condiciones de tal
pasaje no existen todavía y se debe preparar con más tiempo.
Desde
un punto de vista práctico, eso significa retomar las ocupaciones de
tierras, como se hizo desde junio de 2013, a pesar de la preparación de
una ley, calificando de terrorismo el cierre de carreteras y de calles.[3]
Un segundo elemento es la presión sobre el Gobierno, para obtener
medidas concretas y cambios institucionales. De ahí, la carta a la
presidenta Dilma y sus 10 puntos concretizando el programa. La alianza
con otras fuerzas de resistencia constituye el tercer aspecto de la
estrategia, no solamente con los otros movimientos campesinos y con los
sindicatos obreros, sino también con las nuevas protestas urbanas.
Finalmente, la formación de los miembros y de los líderes es el último
pilar de la estrategia del futuro.
- François Houtart es Profesor en el Instituto de Altos Estudios Nacionales de Quito (Ecuador).
[1] Las cifras del artículo provienen de: El Programa del MST, septiembre 2013.
[2] Premio bisanual para iniciativas de desarrollo en el Sur.
[3] En previsión a la copa del mundo.
http://alainet.org/active/71631
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De:
http://alainet.org/active/71631
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