Un estudio de la Universidad de British Columbia analiza los posibles efectos en el medio ambiente de los cultivos transgénicos, como la resistencia a herbicidas o la diseminación de los monocultivos a gran escala, y señala el dominio de la industria por unos pocos actores.
Es una cuestión complicada. La comunidad científica está de acuerdo en la dificultad de extraer conclusiones sobre las consecuencias a largo plazo en el medioambiente de los cultivos modificados genéticamente (OMG) o transgénicos, pues son muchas las variables implicadas. Sin embargo, un nuevo estudio publicado este jueves en la revista Science, y dirigido por Frederik Noack, experto en economía alimentaria e investigador de la universidad British Columbia, intenta arrojar luz a un tema sobre el que apenas hay estudios.
Noack y su equipo analizan el impacto en la biodiversidad, la deforestación y también en la salud humana de los cultivos OMG más extendidos en el globo en las diferentes regiones donde se llevan a cabo. A nivel mundial, la soja representa un 50% de los cultivos transgénicos, mientras que el maíz copa el 30%, el algodón, el 14% y la colza, el 5%. El 1% restante lo componen otros cultivos como la alfalfa, la papaya, la berenjena o la remolacha. Estados Unidos, Brasil, Argentina, India y Canadá son los principales países por volumen de este tipo de agricultura, aunando más del 50% de la producción, mientras que en la UE, sólo España y Portugal permiten su uso, siendo nuestro país el que le dedica, con diferencia, la mayor extensión.
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