Silvia Ribeiro (Investigadora del Grupo ETC)
Sigue la resistencia social contra la
siembra de transgénicos en México, con protestas y foros en varios
estados. Ante la demanda de Monsanto, DuPont y Dow para sembrar millones
de hectáreas de maíz transgénico en Sinaloa y Tamaulipas, Sagarpa
continúa sin hacer pública su decisión ante un tema tan vital para el
país.
Varios
funcionarios y las empresas declaran que se necesita este maíz
manipulado para aumentar la producción, un argumento falaz, pero que
encuentra eco en algunos sectores, que se preguntan si los transgénicos
serían una opción para la suficiencia alimentaria. Por ser un tema
recurrente, resumo aquí los principales hallazgos técnicos al respecto,
de fuentes independientes, no cacareo de empresas y sus acólitos, que
hacen afirmaciones que no tienen sustento en la realidad.
Las estadísticas oficiales de más de una
década en Estados Unidos (por lejos el mayor productor de transgénicos a
nivel global) muestran que en promedio, los cultivos transgénicos
producen menos que los cultivos convencionales, y que en conjunto, usan
mucho más agrotóxicos.
Mencioné antes un estudio (La Jornada,
9/3/2013), donde investigadores de Wisconsin encontraron que el maíz
transgénico de ese estado, produjo menos que los híbridos en casi todos
los casos analizados durante varios años. Los resultados coinciden con
otros de diferentes universidades (Kansas, Nebraska, entre otros).
No obstante, el estudio sobre
productividad de los transgénicos más amplio y detallado hasta el
momento es el coordinado por el doctor Doug Gurian-Sherman, de la Unión
de Científicos Preocupados de Estados Unidos, titulado justamente
Failure to Yield (Falla de rendimiento, 2009), donde se analizan 20 años
de experimentación y 13 años de comercialización de maíz y soya
transgénica en Estados Unidos, basado en cifras oficiales
(www.ucsusa.org/food_and_agriculture/our-failing-food-system/genetic-engineering/failure-to-yield.html).
Este estudio demuestra que los
transgénicos fueron marginales en el aumento de producción agrícola en
Estados Unidos y, en cambio, otros enfoques con híbridos convencionales y
con orgánicos, aumentaron realmente los rendimientos en la cifras
totales del país.
En el caso de la soya, los transgénicos
disminuyeron el rendimiento (dato que se repite en todas partes)
mientras que en maíz tolerante a herbicidas no hubo aumento y en maíz
insecticida con la toxina Bt, hubo un ligero aumento, en promedio de
0.2-0.3 por ciento anual, lo cual acumulado da 3-4 por ciento en los 13
años analizados. El aumento se registró sobre todo en zonas de ataques
muy frecuentes de las plagas para la cual están manipulados, que
mayormente no existen en México.
Pero el dato más significativo es que el
aumento total de rendimiento de maíz en esos años en todo Estados Unidos
fue de 13 por ciento, o sea que 75-80 por ciento del aumento se debió a
variedades y enfoques de producción no transgénicos. Resumiendo: si no
se hubieran sembrado transgénicos en Estados Unidos, el total de
producción de maíz hubiera sido mayor. Además, la semilla de maíz
transgénico es más cara que la semilla convencional, hasta 35-40 por
ciento. Por tanto, el mínimo aumento de producción (0.3 por ciento) de
los que sembraron transgénicos no compensó el aumento de gastos en
insumos.
¿Por qué los agricultores de Estados
Unidos siguieron sembrando transgénicos aunque tengan menor rendimiento y
la semilla sea más cara? No tuvieron otra opción: las trasnacionales de
transgénicos (que también son las mayores de venta de agrotóxicos)
controlan a su vez la mayoría del mercado de otras semillas comerciales,
que hay que multiplicar cada año para su venta. Las empresas sólo
multiplican las que quieren vender, que son transgénicas, porque
aumentan la dependencia del agricultor, aumentan la venta de sus
agrotóxicos y pueden cobrar a las víctimas de contaminación (lo cual no
pueden hacer con híbridos).
Un ejemplo paradigmático es el agricultor
canadiense Percy Schmeiser, que el 16 de marzo habló en Culiacán en el
Foro ¿Maíz Transgénico en Sinaloa?, convocado por organizaciones
agrícolas del estado y Greenpeace. Schmeiser sufrió contaminación
transgénica, pero se negó a pagar lo que pedía Monsanto y decidió
denunciar la situación. Para quebrarlo moral y físicamente, Monsanto le
endilgó tres demandas, una por un millón de dólares. Schmeiser llegó
hasta la Suprema Corte, que dio la razón a Monsanto, pero lo eximió de
pagar por la enorme publicidad que tuvo el caso. Si se autoriza la
siembra comercial de maíz transgénico, se iniciará el mismo tipo de
persecución en México contra las víctimas de contaminación. Por ello los
organizadores del Foro en Sinaloa demandaron al gobierno rechazar las
siembras de maíz transgénico y restituir urgentemente la moratoria
contra éste, en lugar de imponérselo en su estado.
Los transgénicos producen menos, son más
caros, conllevan riesgos de salud y ambientales y nunca son una
opciónmás. Son un cultivo imperialista que contamina a los demás, por
insectos o viento o el trasiego, silos y transportes.
México tiene muchas opciones no
transgénicas y con semillas públicas para cubrir toda la producción de
maíz que requiere y aún más (Ver Antonio Turrent, 2012) .
Además, 85 por ciento de los productores
de maíz son campesinos y muchos siembran milpa, allí no sirven recetas
únicas ni semillas híbridas, se trata de volumen en diversidad de
cultivos, lo cual produce mucho alimento que no se contabiliza. Todas
esas opciones más sanas y soberanas están amenazadas por los
transgénicos y una política agrícola para favorecer a cuatro
trasnacionales.
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