Revista 'Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas'
Iniciar
una reflexión sobre los transgénicos en el Estado español, y en
particular en las comarcas de Aragón, no puede ser de otro modo que
denunciando la situación de incertezas que existe al respecto. Las y los
agricultores nos vemos sumidos en un mar de datos sesgados y
manipulados tanto por las empresas de semillas como por los gobiernos
central y autonómicos que contrastan con las informaciones de nuestro
sindicato o de organizaciones ecologistas.
Los ogm que dividen el campo
Recuerdo
cuando en 1998 se empezó a introducir el maíz transgénico llamado Bt176
de Novartris (luego Syngenta), sin que prácticamente nadie en el campo
supiéramos de qué se trataba ni hubiésemos dado nuestro parecer y mucho
menos nuestro consentimiento. En ese momento no teníamos herramientas
para saber qué saco de semilla era transgénico y cual no. No sabíamos lo
que sembrábamos. Igual de sorprendente fue la retirada de este maíz en
el año 2005 que cedió el paso a las variedades MON810 de Monsanto
autorizadas desde el 2003. Nadie explicó el por qué, aunque bien supimos
después1
que su polen afectaba a poblaciones protegidas de mariposas, que
existía el riesgo de propagar a las bacterias su gen de resistencia a
los antibióticos, que tenía efectos tóxicos sobre otros insectos
beneficiosos para la agricultura y que en algunos países se había
relacionado con terribles problemas alergénicos.
Pienso que tal desinformación puede ser hoy la responsable de que, en
las zonas más productoras de maíz transgénico, muchos maíces
tradicionales no híbridos, los conservados por agricultores y
agricultoras mayores en pueblos aislados y que se resembraban para las
gallinas o cerdos de la casa, estén contaminados por genes transgénicos,
siendo muy difícil la recuperación y limpieza de estas valiosas
semillas. De la misma manera, hoy me preocupa que repetidamente el
Ministerio autorice en diferentes comunidades autónomas
experimentaciones en campo abierto con otro maíz, el NK603 x MON810,
modificado con dos manipulaciones genéticas: la resistencia a insectos
(taladro) y la tolerancia a herbicidas derivados del glifosato. Esa
preocupación aumenta conociendo las graves denuncias sobre efectos del
glifosato y de sus preparaciones sobre la salud de la población y los
crecientes problemas de aparición de malezas resistentes a ese herbicida
en campos transgénicos en EEUU.
Fueron las presiones de nuestro sindicato agrario, de la mano de
organizaciones ecologistas, las que lograron que las normativas
obligaran a las empresas semilleras a identificar con claridad qué
llevaban sus sacos, y que informaran sobre cómo sembrar, riesgos,
resistencias, etc. Pero lamentablemente, las malas informaciones que nos
rodean y los intereses económicos de la industria semillera han sido
responsables de generar en nuestra tierra graves conflictos entre las
personas que siembran OMG y las que no. Por un lado es triste pensar que
muchas de las primeras no saben a ciencia cierta qué significa
cultivarlos. Por otro, muchas de las personas agricultoras afectadas por
contaminación transgénica se han planteado si se puede denunciar a las y
los vecinos de toda la vida arriesgándose a enfrentamientos indeseados.
Nuestra posición es la prohibición de los transgénicos, pero mientras
no se consigue, urge una normativa clara para resolver y evitar estas
situaciones.
La mentira para engañarnos
Quienes diseñan las semillas OMG olvidan por completo cuál es el
verdadero problema de la gente del campo y también de quienes cultivamos
maíz: su mala rentabilidad. Hasta el año 2006 se nos pagaba los mismos
precios que 20 años atrás, mientras que los costes en ese periodo habían
subido un 450%. Y esto ya sabemos que no ocurre sólo con el maíz. Los
años posteriores a 2006 el precio de venta del maíz ascendió
notablemente, sobre un 40% más de lo habitual, pero tal espejismo duró
muy poco y respondió a puros movimientos especulativos. Me consta que
fue una estrategia para animar así al sector agrícola español a sembrar
más hectáreas de maíz. Sin embargo, no son estos los elementos que
debemos tener en cuenta, no aceptamos miradas solo productivistas o
crematísticas.
Nos deben preocupar
otras razones. ¿No está demandando la sociedad otra agricultura? ¿No
demanda alimentos más sanos? Personalmente, creo que las respuestas a
estas preguntas las dan los datos de la disminución de la siembra de
maíz, -transgénico y no- que se ha dado en Aragón en los últimos años.
Las agricultoras y los agricultores estamos recuperando la
importancia de relacionar, lo más directamente posible, nuestro trabajo
y nuestros cultivos con la alimentación de la población, y no con los
intereses de la industria de piensos.
La productividad
Aún si solo nos centramos en el parámetro de la productividad, también
ahí el engaño está presente. Las informaciones que nos facilitan las
compañías de semillas no son claras. Es habitual que al presentarnos las
bondades de las semillas transgénicas nos den datos de productividad
basados en estudios realizados con las semillas híbridas equivalentes
(isogénicas).Y, ciertamente, si el valor añadido del transgénico es la
incorporación del gen BT para combatir
la plaga del taladro, sólo pueden existir significativas diferencias en
la producción en casos de circunstancias climáticas que permitan
ataques masivos de taladro, problema solucionado ya solamente
adelantando la época de siembra.
Si
repasamos los datos que la Consejería de Agricultura de Aragón nos
ofrece en diferentes campañas y sobre fincas de ensayo, la conclusión se
repite: la producción entre variedades convencionales y variedades transgénicas no tiene diferencias significativas.
Una información clara al respecto sería importante para poder ejercer
‘el derecho a decidir’ a la hora de comprar una semilla u otra, sobre
todo si tenemos en cuenta que a igual índice productivo la semilla
híbrida cuesta 120 euros menos por hectárea que su equivalente
transgénica.
Problemas con los cultivos transgénicos
Las modificaciones genéticas a las que se han sometido las semillas del
maíz, pueden protegerlas de un problema, el taladro -que con un buen
manejo no es relevante-, pero también tienen otras consecuencias
inesperadas. En los últimos años estamos observado que “el sol quema”
y que el maíz se seca antes de tiempo. Y, según mi observación, esto
está sucediendo principalmente en los cultivos transgénicos,
previsiblemente por el aumento de lignina que tienen. También hemos
visto auténticos desastres en parcelas transgénicas por culpa de los
ataques del virus del enanismo, de la araña roja e incluso de ambos
simultáneamente y aunque hay pruebas que lo constatan, éstas no aparecen
en las estadísticas más que como un hecho común y no como un efecto
producido por la introducción de transgénicos. Que el maíz resistente al
taladro tenga estos problemas ‘ocultos’ es fácil de entender, puesto
que los cambios genéticos alteran de forma imprevisible el
comportamiento de la planta. Además, los efectos del insecticida
producido pueden perturbar el funcionamiento de todo el ecosistema,
favoreciendo la proliferación de otros insectos plaga.
Por otro lado se prevé en el futuro inmediato problemas con las
patentes. Así, recientemente hemos leído en los periódicos que, los
compañeros y compañeras citrícolas de Valencia que injertaron una
variedad patentada de mandarinas sin permiso de la empresa están siendo
juzgados por no respetar la propiedad privada. Esto es exactamente lo
que persiguen los transgénicos, que con la patente del gen modificado se
adueñan de las semillas y de toda la planta, es decir de la esencia de
la vida. Esto es muy grave, y como repite Vandana Shiva, se debe luchar
por la eliminación total de cualquier patente genética, puesto que “las
semillas son la fuente de la vida y la primera pieza de la cadena
alimentaria. El control de las semillas en manos de monopolios significa
el control sobre nuestras vidas, sobre nuestra alimentación y sobre
nuestra libertad”.
Cómo actuar
Con este sencillo análisis de quien vive del y en el campo y observa
atento y respetuoso la vida y la naturaleza, digo con rotundidad:
- En España todos los cultivos transgénicos deben de ser eliminados. Se
ha demostrado que no sabemos nada de sus consecuencias a largo plazo;
lo único que sabemos es que contaminan y dañan al resto de las especies.
En buena lógica debemos también prohibir la importación de granos
transgénicos cultivados en cualquier otra parte del mundo. Si esta
prohibición no es posible, el principio de precaución –sentido común, le
dicen en mi pueblo – nos obliga a imponer una prohibición en forma de
moratoria. Al detener temporalmente los transgénicos mejoraríamos la
imagen de los productos agrícolas en general respecto a nuestro mercado
europeo y aumentaría la renta agraria en cuanto a los cereales ya que el
precio del maíz y soja convencional va siempre por encima del
transgénico. La proteína animal la podríamos producir con varios tipos
de leguminosas en España, como el altramuz dulce, habas, camelina, etc.…
- Incentivar a los laboratorios nacionales y universitarios para
la certificación, recuperación y mejora de las semillas autóctonas con
la voz campesina presente, participando así en el asesoramiento de lo
que hoy demanda la agricultura del futuro y requiere el campo.
Pero si la prohibición se demora, al menos algunas medidas son necesarias, a saber:
- Asegurar con leyes pertinentes la obligación de un etiquetado de los productos alimentarios
que indique siempre y de forma clara cualquier contenido o traza de
presencia transgénica, incluso en el caso de productos derivados de
animales alimentados con vegetales transgénicos.
-
La nueva ley sobre los OMG, dice claramente que los estados miembros
deben de comunicar todo tipo de incidencias, contaminaciones y problemas
socioeconómicos, etc. A su vez se deben habilitar seguros de
responsabilidad civil a agricultores y empresas productoras de
transgénicos por su contaminación. Se debe aplicar esta legislación sin
demora ni manipulaciones a la baja en el Estado español.
- Ante la próxima reforma de la PAC, y de nuevo a la espera de una prohibición, se debe solicitar que ninguna experimentación o cultivo transgénico reciba subvenciones o apoyo de la Unión Europea.
Para
finalizar quiero decir bien alto que la defensa de la Soberanía
Alimentaria pasa por que toda semilla debe producirse en cada
territorio, por la propia gente agricultora, por cooperativas agrícolas o
por entidades públicas.
Nota:
1 ver el cuaderno “Buenas razones para retirar las variedades de maíz MON 810 cultivadas en España” de Ecologistas en Acción http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/cuaderno_mon810_2011.pdf
Juan Carlos Simón agricultor de siempre, científico rural. Delegado de naturaleza UAGA Aragón- COAG
El autor está abierto a cualquier
debate, información o exposición de este tema y si alguien lo desea
puede mandarles estudios del mismo. jsimonvalencia@gmail.com
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=167294
No hay comentarios:
Publicar un comentario