HAVANA TIMES — De manera sigilosa avanza la introducción de cultivos
genéticamente modificados en la agricultura cubana, con una casi nula
participación de los consumidores y productores nacionales, en el diseño
de las políticas y estrategias en esta área.
La presencia en la TV nacional hace algunas semanas de dos de las
principales figuras que lideran el debate en torno a estas tecnologías,
no parece garantizar la imperiosa necesidad de detener la liberación y
propagación a escala productiva de maíz y soya transgénica, cuya
contención fuera de los ambientes controlados de los laboratorios, ha
demostrado ser imposible para los agricultores en el mundo entero.
Las series de debates producidos hace más de un año en algunos ambientes intelectuales habaneros, solo sirvieron para poner el negocio de los transgénicos en manos de los militares cubanos; y ya sabemos que el Ejército cuenta con todas las libertades para hacer y deshacer, sin rendir cuenta a la gente común, ni a las instituciones civiles, docentes o investigativas.
Aunque siempre se prefiere que el debate en torno a los transgénicos no conduzca a una binaria postura de totalmente a favor, o totalmente en contra, lo cual sería paralizante para el flujo y desarrollo de ideas y de la ciencia misma; lo cierto es que sin una moratoria para profundizar los debates y llegar a consensos mínimos, de nada serviría el diálogo.
Las actuales circunstancias, descubiertas por un grupo de intelectuales estadounidenses, que participaban en un evento en la isla, los impulsaron a emitir una declaración pública, que este lunes ha sido apoyada con otro texto por un reducido número de cubanos, a la espera de más firmas.
Aquí está la nueva declaración:
POR UNA AGRICULTURA CUBANA SIN TRANSGÉNICOS
Los abajo firmantes hemos decidido acompañar una iniciativa reciente de intelectuales estadounidenses y cubanos, quienes en una declaración hicieron patente su preocupación por la introducción en la isla de prácticas agrícolas basadas en el uso de organismos genéticamente modificados (OMG).
Entidades estatales cubanas promueven hace algunos años la producción de maíz y soya transgénica, entre otros cultivos, además de importar alimentos transgénicos que forman parte de la dieta humana básica en la isla, sin informar a la población de tales características y sus posibles implicaciones.
La tecnología de los transgénicos conlleva a la recuperación de un modelo agrícola convencional, de altos insumos, altamente dependiente de decisiones externas, y que quita autonomía al agricultor, lo cual resulta totalmente incompatible con el modelo agroecológico cubano.
La agricultura a base de OMG, además de no garantizar un verdadero mayor rendimiento, provoca el deterioro y pérdida de la biodiversidad agrícola, y favorece la privatización y control de las semillas.
Cuba ha desarrollado por más de 20 años un modelo de agricultura ecológica, que aún espera por ensayarse en toda su amplitud, y que demuestra la capacidad de la isla para generar su propia tecnología y su propia visión acerca de la producción de alimentos. Para ello dispone de personal científico especializado y reconocido internacionalmente, además de una puesta en práctica reducida, pero de gran valor.
La experiencia internacional, donde la tecnología de los OMG no ha solucionado el hambre ni la pobreza, sino que ha servido para agravar los problemas existentes, desplazando la agricultura familiar, debe servir de advertencia a las autoridades y el campesinado cubano.
La diversidad cultural también ha sufrido con la implantación de ese modelo agrícola extensivo altamente tecnificado, que ha provocado la desaparición del etnoconocimiento allí donde se ha convertido en hegemónico.
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud ha advertido que el uso de OMG puede significar “riesgos potenciales para la salud y el desarrollo humano”, pues “la introducción de un transgén en un organismo receptor no es precisamente un proceso controlado, y puede tener varios resultados con respecto a la integración, la expresión y la estabilidad del transgén en el huésped”.
Entre los varios daños que se han logrado identificar a corto, mediano, y largo plazo (a contrapelo de las trasnacionales, que promueven sus propias investigaciones), se destacan: la aparición de nuevas alergias y otras dificultades inmunológicas, la resistencia a antibióticos, la aparición de nuevos tóxicos en los alimentos, la disminución en la fertilidad, así como alteraciones endócrinas.
Son los promotores de los OMG quienes deben demostrar fehacientemente que los mismos no tendrán efectos negativos sobre la salud humana o el medioambiente, en las condiciones específicas de cada lugar. Tales pruebas no existen en Cuba, que aprobó en tiempo récord la liberación del maíz FR-Bt1, desoyendo las recomendaciones de expertos y la solicitud de una moratoria al proceso.
Por todas esas razones, nos oponemos al cultivo extensivo de transgénicos en Cuba, y llamamos a la comunidad científica nacional, al campesinado cubano, y a los ciudadanos y ciudadanas, a sumarse a este reclamo, y a exigir su derecho a participar activamente en la toma de decisiones relacionadas con aspectos que le incumben directamente.
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Aunque siempre se prefiere que el debate en torno a los transgénicos no conduzca a una binaria postura de totalmente a favor, o totalmente en contra, lo cual sería paralizante para el flujo y desarrollo de ideas y de la ciencia misma; lo cierto es que sin una moratoria para profundizar los debates y llegar a consensos mínimos, de nada serviría el diálogo.
Las actuales circunstancias, descubiertas por un grupo de intelectuales estadounidenses, que participaban en un evento en la isla, los impulsaron a emitir una declaración pública, que este lunes ha sido apoyada con otro texto por un reducido número de cubanos, a la espera de más firmas.
Aquí está la nueva declaración:
POR UNA AGRICULTURA CUBANA SIN TRANSGÉNICOS
Los abajo firmantes hemos decidido acompañar una iniciativa reciente de intelectuales estadounidenses y cubanos, quienes en una declaración hicieron patente su preocupación por la introducción en la isla de prácticas agrícolas basadas en el uso de organismos genéticamente modificados (OMG).
Entidades estatales cubanas promueven hace algunos años la producción de maíz y soya transgénica, entre otros cultivos, además de importar alimentos transgénicos que forman parte de la dieta humana básica en la isla, sin informar a la población de tales características y sus posibles implicaciones.
La tecnología de los transgénicos conlleva a la recuperación de un modelo agrícola convencional, de altos insumos, altamente dependiente de decisiones externas, y que quita autonomía al agricultor, lo cual resulta totalmente incompatible con el modelo agroecológico cubano.
La agricultura a base de OMG, además de no garantizar un verdadero mayor rendimiento, provoca el deterioro y pérdida de la biodiversidad agrícola, y favorece la privatización y control de las semillas.
Cuba ha desarrollado por más de 20 años un modelo de agricultura ecológica, que aún espera por ensayarse en toda su amplitud, y que demuestra la capacidad de la isla para generar su propia tecnología y su propia visión acerca de la producción de alimentos. Para ello dispone de personal científico especializado y reconocido internacionalmente, además de una puesta en práctica reducida, pero de gran valor.
La experiencia internacional, donde la tecnología de los OMG no ha solucionado el hambre ni la pobreza, sino que ha servido para agravar los problemas existentes, desplazando la agricultura familiar, debe servir de advertencia a las autoridades y el campesinado cubano.
La diversidad cultural también ha sufrido con la implantación de ese modelo agrícola extensivo altamente tecnificado, que ha provocado la desaparición del etnoconocimiento allí donde se ha convertido en hegemónico.
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud ha advertido que el uso de OMG puede significar “riesgos potenciales para la salud y el desarrollo humano”, pues “la introducción de un transgén en un organismo receptor no es precisamente un proceso controlado, y puede tener varios resultados con respecto a la integración, la expresión y la estabilidad del transgén en el huésped”.
Entre los varios daños que se han logrado identificar a corto, mediano, y largo plazo (a contrapelo de las trasnacionales, que promueven sus propias investigaciones), se destacan: la aparición de nuevas alergias y otras dificultades inmunológicas, la resistencia a antibióticos, la aparición de nuevos tóxicos en los alimentos, la disminución en la fertilidad, así como alteraciones endócrinas.
Son los promotores de los OMG quienes deben demostrar fehacientemente que los mismos no tendrán efectos negativos sobre la salud humana o el medioambiente, en las condiciones específicas de cada lugar. Tales pruebas no existen en Cuba, que aprobó en tiempo récord la liberación del maíz FR-Bt1, desoyendo las recomendaciones de expertos y la solicitud de una moratoria al proceso.
Por todas esas razones, nos oponemos al cultivo extensivo de transgénicos en Cuba, y llamamos a la comunidad científica nacional, al campesinado cubano, y a los ciudadanos y ciudadanas, a sumarse a este reclamo, y a exigir su derecho a participar activamente en la toma de decisiones relacionadas con aspectos que le incumben directamente.
- Isbel Díaz Torres. Biólogo. CUBA
- Jimmy Roque Martínez. Optometrista. CUBA
- Mario G. Castillo Santana. Historiador. CUBA
- Ariel Hidalgo. Maestro. CUBA/EUA
- Pedro Manuel González Reinoso. Promotor de Literatura. CUBA
- Karel Negrete. Jurista. CUBA/Francia
- Julio Tang Zambrana. Historiador. CUBA/EUA
http://monsantostop.wordpress.com/2013/07/25/digamos-no-a-los-transgenicos-en-cuba-stopmonsanto/
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