Mario Saavedra - Nueva York -
Cuando en inglés alguien quiere referirse a una realidad obviada por todos en medio de una discusión se habla del elephant in the room (el elefante en la habitación): es enorme, pero todo el mundo hace como si no lo viera. Algo parecido está pasando con las negociaciones del tratado de libre comercio entre Europa y Estados Unidos. Francia
ha pedido dejar de lado por el momento el tema de la excepción
cultural, sus leyes para protegerse de la invasión cinematográfica de
Hollywood y defender la industria patria. Pero, ¿qué pasa con los alimentos genéticamente modificados, hasta ahora uno de los grandes asuntos de fricción comercial entre ambas zonas?
En las primeras conversaciones para el acuerdo han participado
representantes de la gran corporación americana de productos
genéticamente modificados Monsanto, según la asociación contra los
productos genéticamente modificados GM Watch. Monsanto no ha atendido
las llamadas de Dirigentes para corroborar o desmentir su presencia.
Con una capitalización de mercado valorada en más de 56.000 millones de dólares, Monsanto produce semillas que, entre otras cosas, son resistentes a sus propios herbicidas. La empresa asegura que así abarata el precio de la agricultura. Los críticos afirman que lo que hace es encarecerla porque favorece los monopolios. Además, no se conocen bien los efectos a largo plazo y prácticamente ha borrado algunos tipos de semillas naturales del país.
Monsanto acaba de ser noticia en Estados Unidos por partida doble: en
primer lugar, debido al descubrimiento de una semilla "indestructible",
no aprobada por los reguladores, en una plantación del país. Por otro
lado, los tribunales han dado la razón a la empresa en el juicio contra
un granjero que había utilizado unas semillas derivadas en segunda
generación de otras de Monsanto sin pagar una comisión. La defensa del
agricultor, liderada entre otros grupos por el Centre for Food Safety,
asegura que el precio de plantar un acre de soja ha aumentado un 325%
entre 1995 y 2011, entre otras cosas porque más de la mitad de las
semillas globales las controlan tres empresas, entre ellas Monsanto. En
Estados Unidos, el 93 % de la soja plantada está genéticamente
modificada.
La Unión Europea tan solo ha aprobado dos semillas genéticamente
modificadas: una de maíz de Monsanto y otra de patatas de la empresa de
biotecnología alemana BASF. Francia, Italia y Polonia están intentando
frenar su uso. En mayo, decenas de miles de agricultores realizaron la
"marcha contra Monsanto", una protesta global contra la compañía
convocada en 52 países. Tal es la resistencia que estos productos
encuentran en Europa que la empresa ha anunciado que renuncia a tratar
de expandir sus semillas genéticamente modificadas por el viejo
continente: no harán lobbying y no intentarán obtener más licencias.
"Hemos llegado a la conclusión de que no hay aceptación suficiente en
estos momentos", aseguró la empresa. "No podemos seguir luchando contra
molinos de viento. Solo venderemos semillas genéticamente modificadas
donde haya un apoyo suficiente entre los granjeros, los políticos, y un
sistema regulatorio que funcione, y esto solamente se da en dos países
europeos, España y Portugal". Ambos, junto a Rumanía, permiten su maíz
MON810. En España se concentra alrededor del 90% de la producción de
maíz transgénico en Europa.
http://www.dirigentesdigital.com/articulo/mercado-global/212684/monsanto/elefante/habitacion/tratado/eeuu/europa.html
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