Este 8 de Julio, la Comisión de Agricultura del Senado escuchó por cerca
de dos horas y media las exposiciones de organizaciones sociales y
ambientales sobre el proyecto de Ley de Obtentores, en una sesión en que
también estuvieron los gremios involucrados en la producción y uso de
semillas patentadas. Entre los asistentes estaban representantes de
ANAMURI, Grain, Chile Sustentable y la ONG Natural Solutions Foundation,
de Estados Unidos. A favor del proyecto se plantearon voceros del
consorcio Biofrutales, de INIA, Fedefruta, Viveros Frutales y la
Facultad de Agronomía de Chile.
En audiencia en ex Senado sembramos la Comisión de Agricultura con semillas libres
Periodismo sanador /
A continuación, la intervención de Lucía Sepúlveda, de la Red de
Acción en Plaguicidas RAP-Chile y suscrita además por María Elena
Rozas, Coordinadora Nacional Red de Acción en Plaguicidas Chile, al
cierre de la sesión del 8 de julio, realizada en el ex Senado de la
República.
Una ley innecesaria y peligrosa para la biodiversidad
La fundamentación del proyecto de Obtentores Vegetales se
relaciona con la supuesta obligación de promulgar el convenio UPOV 91,
cuyo texto es la base para la formulación de esta ley. A nivel global,
sin embargo, los países más ricos en biodiversidad y con economías
agrarias más importantes, NO han firmado el citado convenio ni tampoco
reformado sus leyes de semillas. En América Latina es el caso de
Argentina, Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela, Uruguay, Brasil,
México, Nicaragua y Paraguay. A nivel global, China, Kenya, Noruega,
Nueva Zelanda, Portugal, y Sudáfrica tampoco lo han suscrito. La
mayoría se mantienen como firmantes del convenio UPOV 78 resistiendo las
presiones de Estados Unidos.
Este proyecto tiene una relación directa con “obtenciones” de la
biotecnología desarrolladas a partir de los recursos genéticos del país,
pero jurídicamente el proyecto no cautela la protección de ese
patrimonio. Chile no cuenta aún con una Ley de Biodiversidad y aunque
signatario del Convenio de Biodiversidad, es uno de los dos países
latinoamericanos que no ha ratificado el Protocolo de Cartagena sobre
Bioseguridad de la Tecnología. Tampoco ha ratificado el Protocolo
Suplementario de Nagoya (2010) sobre Acceso a los Recursos Genéticos y
Participación Justa y Equitativa en los Beneficios Derivados. Chile
incluso es punto focal de este tratado, con Javier García como
representante del Ministerio de Medio Ambiente en este Protocolo sobre
acceso, de carácter suplementario al de Cartagena. No ratificarlo es
grave porque el proyecto que analizamos, aumenta las facilidades para el
ejercicio de la biopiratería.
Cualquier planta medicinal y/o de uso tradicional por comunidades
campesinas e indígenas, podría ser registrada fácilmente por un
obtentor si no es comercialmente conocida, no está inscrita en un
registro oficial y se le introduce un cambio cosmético. Posteriormente
el dueño del registro podrá impedir el uso de esa planta medicinal por
la comunidad, alegando que es una variedad derivada esencialmente de la
anterior o que no es claramente distinta de la que él ha manipulado
(artículos 5, 6 y 7).
Chile tampoco ha firmado un segundo Protocolo Suplementario al
Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad de la Tecnología, llamado
Protocolo de Nagoya/Kuala Lampur Sobre Responsabilidad y Compensación,
cuyo objetivo es “contribuir a la conservación y utilización sostenible
de la diversidad biológica, teniendo también en cuenta los riesgos para
la salud humana, proporcionando normas y procedimientos internacionales
en la esfera de la responsabilidad y compensación en relación con los
organismos vivos modificados”. Este último instrumento ya fue firmado
por Brasil, Colombia, México, Panamá y Perú, entre otros
(http://bch.cbd.int/protocol/parties/).
Situación actual del Registro de Obtentores
Desde el año 1996 Chile ya cuenta con un registro de obtentores
vegetales y a la fecha existe un total de 707 variedades de especies
agrícolas, frutales, ornamentales y forestales registradas, según SAG.
Un examen del registro permite afirmar que los obtentores son en su gran
mayoría empresas extranjeras. Es así como del total de 141 variedades
protegidas de especies agrícolas, Semillas SZ (de varias empresas
holandesas) ha registrado 27 variedades. Monsanto ha registrado 22, en
tanto que ANASAC detenta 14 registros para empresas propietarias
también extranjeras, de Nueva Zelanda, Francia, y Australia. Monsanto
obtiene royalties por distintos tipos de arvejas, cebollas, cilantro,
frejol, lechuga, melón, pepino y tomate. Las variedades de ANASAC son
para forraje: ballicas, pastos y tréboles, más trigo harinero. Semillas
SZ por su parte ha registrado 22 variedades de papas.
La transnacional Bayer tiene 6 obtenciones de alcachofa, a través
de la semillera Nunhems. Junto a Monsanto forma parte de ANPROS, la
Asociación Nacional de Productores de Semillas que ha desarrollado un
intenso lobby a nivel parlamentario y de la prensa a favor de este
proyecto de ley.
En el rubro de las especies ornamentales no hay obtentores
chilenos. De las 99 variedades registradas, 93 lo son por Holanda. Entre
ellas está la alstroemeria, obtenida a partir de una especie nativa
chilena, sin que ello signifique para el país ningún tipo de royalty.
Los obtentores chilenos se concentran en el rubro agrícola,
siendo el ex presidente de ANPROS Erick von Baer, cuya empresa sigue
siendo miembro de la directiva de los semilleros, quien registra el
mayor número de variedades: de cebada, avena, quinoa, entre otros. El
INIA y Fundación Chile son las únicas entidades públicas que figuran en
el registro actual, el primero con apenas 10 obtenciones, y Fundación
Chile con 1. Agric. Panam Seed Service detenta 7 variedades de maíz,
Alliance Semillas tiene 2 de frejol y Anasac una de trébol rosado.
En frutales, que concentra el mayor número de variedades (461)
hay sólo 23 variedades en manos de empresas o entidades chilenas. Casi
la mitad de las 461 inscripciones están registradas por empresas y
universidades norteamericanas. Entre la decena de países que registran
variedades en Chile, están Nueva Zelanda (40), España (30), Francia
(23), Israel (20). La frutilla, de la cual Chile es centro de origen,
está registrada por empresas de Estados Unidos (24) y España (3
obtenciones). Como se ve, unos pocos países del norte global monopolizan
el negocio de los registros y sus respectivos royalties.
Es llamativo que en el registro actual del SAG no figuren las
plantas medicinales, lo cual explicaría el lobby empresarial para
cambiar la ley e incluir también este tipo de especies, junto a otros
aspectos que aseguran una mayor renta para este negocio que ya es una
próspera realidad. La extensión de la duración del registro, de 15 a 20 y
25 años, y la prohibición de la guarda e intercambio de semillas
(artículos 48 y 49), así como la facultad entregada al obtentor para
perseguir judicialmente el uso indebido de las semillas registradas
(Art. 48), sólo persiguen aumentar las ganancias de las empresas citadas
y asegurar la expansión de los monocultivos a costa de la pequeña
agricultura familiar campesina.
Este proyecto de ley contradice las nuevas políticas de la FAO
que a partir de la declaración de 2014 como “Año de la Agricultura
Familiar Campesina” está impulsando en América Latina y el mundo,
iniciativas de respuesta al problema del hambre y a los desafíos
planteados por el cambio climático a realizarse con comunidades de la
agricultura familiar.
Promoción de farmocultivos
Este proyecto de ley no exige inocuidad para las nuevas
obtenciones, y en su mensaje de introducción (Artículo 1) sostiene que
generará condiciones para el desarrollo de cultivos que actúen “como
biorreactores generadores de vacunas”, es decir para la producción de
farmocultivos a partir de especies alimentarias. Este tipo de cultivos
transgénicos a campo abierto están prohibidos en la mayor parte de los
países del mundo por el riesgo de que contaminen los cultivos de la
misma variedad alimentaria. En Chile el Departamento de Genética de
Ciencias Biológicas de la Universidad Católica de Santiago está
desarrollando experimentos de tomate transgénico como vacuna contra la
hepatitis y el cólera, proyecto que este tipo de ley viabiliza. Hay que
recordar que Chile es centro de origen del tomate que se usaría como
vacuna, y exporta productos derivados de este cultivo. Según ODEPA
(Boletín“La Industria de la pasta de tomate”) el año 2013 el país
exportó US $ 108.274.354 (valor FOB) en productos derivados del tomate.
La expansión de este tipo de cultivos transgénicos significaría un
riesgo para ese tipo de exportaciones alimentarias dado el peligro de
contaminación de las variedades no transgénicas por la variedad
(farmocultivo o vacuna) que incluiría toxinas peligrosas.
La mayor rentabilidad del negocio entregada por este proyecto
puede atraer inversión en este tipo de farmocultivos con efectos
altamente negativos para el conjunto de la agroindustria exportadora,
similares a lo ocurrido con la miel. Es útil recordar que los
consumidores de los países desarrollados adoptan en forma creciente
patrones alimentarios que incluyen el rechazo de este tipo de alimentos
por los riesgos que conllevan a la salud (efecto crónico ligado a
cánceres y otras enfermedades).
Quién gana con la ley
Este proyecto beneficia fundamentalmente a los obtentores de
semillas híbridas y transgénicas, un negocio cuyas reglas han sido
abordado por el Congreso en un paquete de tres leyes relacionadas entre
sí: el convenio UPOV 91, ya aprobado, la Ley de Obtentores, y la ley de
Bioseguridad que de ser aprobada, sancionaría la expansión del negocio
de los transgénicos hacia el mercado interno.
No es casual que sea ANPROS la principal agrupación gremial
interesada en la aprobación de esta ley y de las otras dos. Su interés
es asegurar mayores ganancias y garantías para ese sector, en desmedro
de otras actividades agrícolas expuestas a la contaminación de sus
productos por los cultivos transgénicos. La publicidad de ANPROS busca
convencer al parlamento y a la sociedad de que el negocio de
exportación de semilla es sumamente importante para la economía del
país, en circunstancia que en realidad alcanza aproximadamente a los 400
millones de dólares anuales, una cifra muy menor en relación a las
exportaciones totales del sector silvoagropecuario, que en 2012,
alcanzaron a los US$12.315 miles de millones (ODEPA, Panorama 2012).
ANPROS ha expuesto en la Comisión de Agricultura a favor del
convenio UPOV 91, y ha estado en dos oportunidades presionando por la
aprobación de la ley de obtentores. Las tres leyes mencionadas favorecen
al mismo sector ya mencionado y su efecto a largo plazo impactará
negativamente en el sector agroexportador que hoy día tiene una
importancia central en el país.
Quién pierde con la ley
En la temporada 2011-2012 se certificaron en Chile un total de
111.218 hectáreas orgánicas (Odepa, Agricultura Orgánica 2011-2012). Las
exportaciones de este sector están creciendo pero la consolidación del
sector exportador de semillas transgénicas representa un peligro
evidente para el desarrollo de este tipo de agricultura, que por
definición no utiliza insumos químicos (agrotóxicos) ni semilla
transgénica. También afecta la exportación de semilla convencional.
En e l artículo 1 del mensaje de introducción a esta ley se
menciona que este instrumento legal permitirá trabajar en la obtención
de variedades orientadas al estrés hídrico, lo cual no se ha logrado en
ningún país, a pesar de décadas de ensayos. Pero la transnacional
Syngenta no necesitó de esta ley y ya está desarrollando este tipo de
experimentos con maíz transgénico en el valle de Azapa Esos cultivos,
sumados a los semilleros de exportación de maíz transgénico existentes
en las regiones VI y VII ya están poniendo en riesgo la integridad de
las razas de maíz propias de este país y en general, de los cultivos
convencionales de maíz.
Alemania rechazó recientemente una partida de maíz exportado
desde Chile, por estar contaminado con maíz transgénico NK603
(2/05/2013), que se exportaba como maíz convencional, lo cual fue
informado por la prensa alemana. http://www.schleswigholstein.de/MELUR/DE/Service/Presse/PI/2013/0513/MELUR_130502_Saatgut.html
No fue la primera vez, esto también ocurrió en 2001, 2005, 2009,
2010, 2011. Este tipo de incidentes impactan negativamente en las
exportaciones agrícolas de Chile, y existe el peligro de que se
comiencen a exigir certificaciones europeas, como ha sido el caso en la
miel.
Por otra parte, este proyecto de ley no ha sido discutido por los
pueblos originarios de Chile, como dispone el Convenio 169. El
Tribunal Constitucional, al pronunciarse sobre el convenio UPOV 91
observó que corresponde al Congreso llevar adelante ese proceso,
cuestión que no se ha cumplido hasta el momento, aunque muchas
organizaciones indígenas ya se han pronunciado en contra. Citaremos
entre otras, la Red de de Semillas Libres del WallMapu, de la zona de la
Araucanía, y organizaciones aymara del norte.
En síntesis, este proyecto de ley apunta a fortalecer un sector
productivo de tipo monopólico y altamente contaminante porque utiliza
agrotóxicos y semillas transgénicas, en desmedro de los productores
orgánicos, agroecológicos y convencionales, y en detrimento del
patrimonio genético de Chile y particularmente de sus comunidades
campesinas e indígenas. Esta ley operará teniendo como elemento auxiliar
el mercado y las instituciones del agro, que con su accionar aseguran
en la práctica el desplazamiento de las semillas campesinas y locales y
su reemplazo por las alternativas certificadas, ya sea híbridas o
transgénicas para la exportación.
Como Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas consideramos
que esta ley debe ser rechazada, porque los intereses de los
obtentores vegetales ya están suficientemente protegidos por la actual
Ley de Semillas, Nº 19.234. Llamamos a Uds., como parlamentarios y
miembros de la Comisión de Agricultura del Senado, a discutir y aprobar
leyes a favor de la biodiversidad y la agricultura sustentable, y a
impulsar la ratificación de convenios como los protocolos ya citados,
emanados de Naciones Unidas, con el objetivo de proteger la
biodiversidad y el valioso patrimonio genético del país, y de asegurar
el derecho de los campesinos e indígenas a contar con semillas
tradicionales, libres de patentes, transgénicos y plaguicidas, y a
producir nuestros alimentos en forma sana y segura, con métodos
agroecológicos.
Lucía Sepúlveda Ruiz, encargada del área de Semillas y Transgénicos de RAP-Chile
María Elena Rozas, Coordinadora Nacional Red de Acción en Plaguicidas Chile
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Comisión agricultura del Senado sesiona por marco regulatorio
UPOV 91 (patentación de semillas) / Continúan las sesiones de la
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atentado a la biodiversidad biológica. La comisión está integrada por
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H. / leer mas aquí.»» http://www.mapuexpress.net/?act=news&id=10591
http://www.mapuexpress.net/?act=news&id=10593
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