El pasado sábado se realizó una marcha mundial contra el uso de pesticidas como el glifosato y los cultivos modificados genéticamente.
La marcha mundial contra Monsanto, según sus organizadores, tuvo lugar en 420 ciudades de 50 países de todo el planeta, y contó con la participación de cientos de miles de personas. La compañía estadounidense es uno de los mayores fabricantes de productos agrícolas —desde semillas modificadas genéticamente hasta el glifosato— del mundo. Este último producto, que se utiliza para fumigar los cultivos de coca en la lucha contra el narcotráfico en países como Colombia, es el principio activo de su herbicida Roundup dirigido a cultivos agrícolas.
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El poder de esta compañía “radica en que sus productos, provenientes de semillas modificadas genéticamente, hacen parte del 75 % de todas las comidas procesadas que se consumen en el mundo. Es por eso que su negativa rotunda a la etiquetación de este tipo de productos y alimentos lo hace un adversario de la salud humana”, explicó el colombiano Mauricio Lizarazo, organizador de la protesta en Berlín, a El Espectador.
Los manifestantes piden una reglamentación que obligue a etiquetar los productos que contienen transgénicos, alegando no son claros los efectos que traen a la salud a largo plazo y que es un derecho del consumidor saber qué está comiendo, recoge ese medio. El estado de Vermont es el único en EE. UU. que ha logrado aprobar, el pasado 8 de mayo, una ley que exige esta etiqueta en el empaque y que entraría en vigencia en julio de 2016. Sin embargo, la Asociación Nacional de Comestibles (GMA), que reúne a las grandes compañías de alimentos, demandó la ley ante una corte federal.
Los representantes de estas compañías alegan que los productos son perfectamente seguros para los humanos y que quienes “quieran evitarlos simplemente deben buscar la etiqueta de productos orgánicos libres de GMO (alimentos genéticamente modificados)”, informa El Espectador. Además, el proceso de etiquetamiento elevaría los precios de los alimentos hasta en 500 dólares anuales para las familias. En el Congreso estadounidense, además, se debate un proyecto de ley que podría bloquear en todos los estados del país la capacidad de regular los alimentos transgénicos.
Científicos estadounidenses, sin embargo, protestaron por la dificultad de realizar investigaciones independientes a las semillas modificadas genéticamente: para hacerlo hay que pedir autorización a las compañías fabricantes, informa El Espectador.
Este miércoles, la Unión Europea (UE) decidió que los 28 países miembro puede prohibir autónomamente el uso de los GMO en cada uno de sus países aunque haya sido autorizado por la UE en bloque. El acuerdo tiene que ser ratificado el 12 de junio por los ministros de Medio Ambiente.
El nuevo marco legal europeo permite a cada país prohibir el cultivo de uno de estos alimentos en todo o parte de su territorio invocando otros motivos que la protección de la salud y el medio ambiente, como el mantenimiento del orden público, la planificación territorial o la lucha contra la diseminación. En cambio, no podrán prohibir que dicho transgénico transite por su territorio.
Los transgénicos, más allá de Monsanto
Los alimentos modificados genéticamente son plantas o animales a los que se les han insertado en su ADN genes copiados de otras plantas o animales. Esta manipulación se efectúa en un laboratorio.
La mayor parte del maíz y los frijoles de soya en Estados Unidos son sometidos a modificación genética para resistir las pestes y tolerar los herbicidas. Sin embargo, todavía no hay carne o pescado modificados y la FDA todavía no ha aprobado ninguno.
José Graziano Da Silva, director general de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), insiste en separar la polémica política de los avances científicos que pueden ayudar a combatir el cambio climático.
"Transgénicos no es solo semillas de la Monsanto Esa confusión mata el tema, lo transforma en un tema político, el del monopolio de las semillas, que es otra cosa", insiste.
Los transgénicos no solo tocan a la agricultura: hay algunos ejemplos de aplicación de la tecnología transgénica en mosquitos, que ayuda a combatir el dengue, o en plantas de tabaco que generan insulina para humanos.
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Para Graziano, lo importante es continuar investigando y guardar todos los avances que puedan servir a futuro.
"Es como la energía atómica, está ahí guardada. Tiene sus riesgos y hay que tener todo el sistema de protección para esto. La FAO invierte mucho en el tema de la bioseguridad con transgénicos y dar al consumidor el derecho a la elección: que quede claro en etiquetado si el producto lleva o no transgénicos", explica.
Para lograr que los 47 millones de latinoamericanos (7,9 % de la población) que pasan hambre en la actualidad logren superarla, el director de la FAO no renuncia a nada.
"No descarto ni un arma contra el hambre. Es una lucha sin tregua y sin cuartel. Podemos erradicar el hambre, tenemos que utilizar todos los esfuerzos, y si los transgénicos son una posibilidad a futuro, no hay que descartarlos ahora", aseveró.
Sin embargo, en la región que más alimentos produce, el hambre hoy no es un problema de producción, sino de acceso, por bajos ingresos, y falta de recursos como tierra o agua, concluyó.
De:
http://www.pulzo.com/mundo/145416-aunque-el-75-las-de-comidas-procesadas-tiene-transgenicos-usted-no-puede-saber-cuales
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