Es un hecho que existen diferentes motivos para oponerse a la siembra y
cultivo de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), que abarca
aspectos ambientales, económicos y sociales. Posicionamiento que se ha
establecido en el debate de un amplio espectro de la sociedad mexicana,
sobre los transgénicos. Veamos.
En sectores gubernamentales y empresariales no se ha entendido (o no se
han querido entender) las reales implicaciones que se asoman detrás de
los OGM, en muchas de sus facetas, soslayando que: la tecnología basada
en organismos genéticamente modificados ha desembocado en un callejón
sin salida. Los argumentos que se adelantan para justificarla son
falsos. Ni es más productiva, ni es más barata, ni es más amistosa con
el medio ambiente. Tampoco es claro que sea inocua para la salud humana,
pues aún en esa dimensión hay una gran polémica en la comunidad
científica.
Un organismo modificado por ingeniería genética, que puede ser una
planta, animal, hongo, bacteria o alga, entre otros, a cuya cadena de
ácido desoxirribonucleico (ADN) se introducen genes de otro organismo.
El organismo del que se toman los genes puede pertenecer a la misma
especie o ser de una completamente distinta, incluso de un reino
diferente. En teoría, esto significa que se pueden tomar genes de una
bacteria e introducirlos a una planta o a un animal. Por lo tanto, los
OGM son seres vivos nuevos, inéditos en la naturaleza y poseen
información genética que no existía en su especie.
Hasta ahora, hay dos usos de los organismos transgénicos: la liberación
al ambiente (en ecosistemas terrestres o acuáticos) y la producción de
medicamentos o uso confinado, en la que no hay una liberación
intencionada al ambiente.
Los riesgos de que estos organismos sufran modificaciones una vez
liberados varían de acuerdo con su construcción genética, pues se
desconoce cómo se van a comportar en el ambiente, en situaciones
distintas a aquellas en las que fueron creados, además de que se ignora
si representan un riesgo para el consumo animal o humano. Greenpeace ha
externado su preocupación por este hecho y ha llamado a tomar
precauciones antes de liberar a los organismos transgénicos, pues se
podrían generar problemas ambientales a mediano y largo plazos que se
sumarían a los existentes. Los posibles efectos pueden no ser evidentes
en las primeras generaciones que adquirieron la modificación sino años
después; entre ellos destacan: acentuar la pérdida de variedades
criollas y comerciales (erosión genética) por la sustitución de estos
cultivos innovadores en los que se busca la homogeneidad de materiales;
una vez ocurrido el flujo genético, si las especies que adquieran los
transgenes mantienen las ventajas adaptativas introducidas pueden
desplazar a otras especies del mismo ecosistema; las condiciones
ambientales pueden traer efectos negativos en el desarrollo de las
especies que adquirieron los transgenes; acelerar el desarrollo de
resistencia de los organismos patógenos a herbicidas y otras sustancia
neurotóxicas.
Aún sin considerar el “paquete tecnológico” que acompaña este tipo de
cultivos derivados de la manipulación genética, compuesto de herbicida y
semillas «Roundup Ready», que se ha convertido en la piedra angular de
la estrategia de Monsanto para seguir aumentando sus ventas de
herbicida. Productos que contiene un agrotóxico conocido como
glifosfato, que tiene un efecto letal comprobado en embriones, el cual
es acumulable tanto en los productos que lo contienen, como en el suelo y
el agua.
Por ello, es necesario estudiar a fondo el efecto de las
transformaciones genéticas, ya que la dispersión de transgenes es
irreversible. Los organismos vivos tienen como característica de poder
trasmitir información genética. No es como la aplicación de un producto
agroquímico, que cuando se detecta que causa daño se deja de usar. En
este caso, tiene que hacerse un análisis a largo plazo y pensar en otras
generaciones que enfrentarán el problema.
Un impacto comprobado se da tanto en la salud, la agricultura y en los
alimentos. No es fácil detectar los efectos negativos en la salud
humana, pero hasta ahora la discusión se ha centrado en dos temas:
reacciones alérgicas y resistencia a antibióticos. En cuanto a la
agricultura y la biodiversidad, los campesinos no sólo enfrentarán la
presencia de nuevos genes en sus cultivos, sino también un problema
legal, pues los transgénicos están patentados. El impacto en el ambiente
sobre la pérdida de biodiversidad (erosión genética) y afectación de
los ecosistemas, que a la larga puede generar problemas graves para
nuestro país, y atentaría contra lo que recientemente ha mencionado el
doctor José Sarukhán, de la Conabio: “La biodiversidad del país está
subvalorada”. En México, además, la problemática ambiental está muy
ligada a problemas de salud, derechos humanos y desarrollo.
El temor y la desconfianza sobre los transgénicos es hoy una realidad.
Por eso es importante participar en la manifestación mundial del 24 de
mayo, contra Monsanto y sus criminales tecnologías. En Morelia nos vemos
a las 11:00 de la mañana en “El Caballito”.
Cabos sueltos
1.- El experimento para la seguridad en Michoacán está resultando un
entuerto para la población, parece ser que entre más enredado y confuso
el panorama, más injerencia de la Federación en el estado. ¿Cómo van a
salir de este embrollo, que cada vez se complica más?, pregunto.
De:
http://www.cambiodemichoacan.com.mx/editorial.php?id=9872
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