México debe ser estricto en lo referente a las semillas transgénicas para que no se siembren masivamente en el país.
Las
semillas genéticamente modificadas, y a las que se le incorporan genes
de otros organismos para producir las características deseadas
artificialmente mediante la biotecnología vegetal, se les conoce como
productos transgénicos. Los cultivos donde la ingeniería
genética ha alcanzado más desarrollo y éxito en el laboratorio, son en
las semillas de maíz y soya; los científicos han podido saltarse la selección natural y la evolución para modificarlas de forma artificial.
Los productos transgénicos generan grandes ganancias a las compañías que los producen, pero éstas no advierten de los posibles daños que pueden provocar a la salud las semillas modificadas genéticamente, ya que no se han hecho los estudios necesarios que comprueben que no existe riesgo para la salud con su consumo; además, este tipo de prácticas amenazan la diversidad biológica de semillas como el maíz.
El gran
consumo que hay en México de maíz, que va más allá de un simple
alimento y que es todo un rasgo de nuestra cultura e identidad, ha
provocado que los consorcios trasnacionales que se dedican al desarrollo de semillas transgénicas
vean a esta región del mundo como un gran mercado para sus productos.
Por mucho tiempo en el país se prohibió sembrar maíz transgénico, con el
fin de proteger las variedades de maíces mexicanos de la contaminación
transgénica, que puede producirse si el polen del maíz transgénico se cruza con el de nuestras variedades nativas e híbridas.
La Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) sólo entregó licencias para sembrar granos transgénicos con fines experimentales en superficies de pocas hectáreas, hasta el 2012; pero a partir del 7 de septiembre de ese año el Gobierno del presidente Felipe Calderón autorizó a las empresas de biotecnología para solicitar autorizaciones con fines comerciales.Del
7 de septiembre de 2012 al 3 de septiembre de 2013, diferentes
consorcios transnacionales como Monsanto, Dow AgroSciences, PHI México y
Syngenta Agro, presentaron 14 peticiones de uso comercial de maíz
transgénico, a distribuirse en 5 millones 973 mil hectáreas en los
estados de Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila, Durango, Sinaloa y Baja
California Sur, de acuerdo con datos del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica).
La
siembra de estas semillas de maíz transgénico no se ha concretado, ya
que un juez suspendió la entrega de avales el 17 de septiembre del 2012,
debido a la demanda colectiva que interpusieron organizaciones civiles
contra la Sagarpa, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales
(Semarnat) y sociedades productoras de maíz transgénico.
Monsanto
es una empresa de origen estadunidense que controla alrededor del 90
por ciento del mercado mundial de semillas transgénicas; este
consorcio cuenta con un negro historial, en el cual destacan demandas en
los Estados Unidos por daños ecológicos desde 1931; también produjo y
comercializó el agente naranja, usado durante la guerra en Vietnam y que
ocasionó la muerte y el desarrollo de cáncer en miles de civiles
inocentes; creó y comercializó también el DDT y los PCB o askareles
químicos causantes de daños a la salud humana y al ambiente. Al día de hoy tanto el agente naranja como el DDT están prohibidos, pero muchos años se comercializaron libremente estos productos, generando grandes ganancias al consorcio.
La
empresa agroquímica Monsanto también se ha caracterizado por su poca
ética, por lo que fue condenada a pagar 1.5 millones de dólares por
sobornar a las autoridades de Indonesia para introducir algodón
transgénico en ese país, y en Francia fue también sancionada en
2006 por publicidad engañosa sobre las falsas propiedades ecológicas del
herbicida Round Up.
En
México, Monsanto se estableció desde 1950 y solamente en los tres
últimos años ha invertido más de 290 millones de pesos en la ampliación
de su Planta de Producción de Semillas, en Sinaloa, y planea invertir
adicionalmente otros 150 millones de pesos durante los próximos dos años
con lo que se generarían 400 empleos, que se sumarían a los mil 400
trabajadores que ya laboran en ese inmueble.
Monsanto
México, que preside Manuel Bravo, ha emprendido una feroz batalla
jurídica contra el juez que confirmó la decisión de frenar los permisos
experimentales, piloto y comerciales de maíz transgénico en el
país, ya que esto le está ocasionando pérdidas millonarias a la empresa
agroquímica. La utilización de semillas de maíz genéticamente
modificadas de Monsanto puede que dé mayores rendimientos a los
agricultores, pero también implica el uso exclusivo del herbicida de la
trasnacional Roundup.
El interés de las empresas agroquímicas no se limita al desarrollo y comercialización de semillas transgénicas de maíz, también se trabaja y se experimenta con semillas de soya, algodón, jitomate y otras. En México se ha sembrado experimentalmente, y en algunos casos se han llegado a comercializar semillas transgénicas de soya.
El
hecho de que en México aún no se concrete masivamente la siembra de maíz
transgénico no evita que la población lo consuma sin saberlo, esto debido a que el país no es autosuficiente en dicho cereal,
por lo que se tiene que importar de Estados Unidos más de 6 millones de
toneladas de maíz al año, de los que 45 por ciento es transgénico. El
maíz amarillo, que es el que más importa México para satisfacer la
demanda, es usado como insumo, para forraje, aceites comestibles, alta
fructosa y otros más, por lo que al consumir carne o refrescos,
probablemente estamos ingiriendo indirectamente estos granos
transgénicos.
El
jarabe de maíz de alta fructosa es un insumo muy usado por la industria
de las bebidas endulzadas y embotelladoras de refrescos como Femsa, que
ya no usan caña de azúcar para endulzar sus bebidas y sólo utilizan
jarabe de maíz de alta fructuosa. Un gran porcentaje de este edulcorante
está elaborado con maíz transgénico.
México debe ser estricto en lo referente a las semillas transgénicas para que no se siembren masivamente en el país,
sobre todo con el maíz, ya que una vez liberadas las nuevas especies,
no hay manera de retirarlas, y además se desconocen los efectos nocivos
que puedan tener a largo plazo estos cultivos sobre los ecosistemas y la
salud humana.
Los
productos de las empresas de biotecnología son presentados siempre como
un adelanto que dará solución a problemas en el campo y que dará
bienestar a los productores agrícolas, pero la experiencia nos muestra
que esto no es cierto; un ejemplo de esto son los plaguicidas y agro –
tóxicos que hace más de 40 años se nos presentaban como la panaceaa
para solucionar problemas con los sembradíos, y se afirmaba que estos
productos no representaban ningún riesgo para la salud, pero a través
del tiempo se documentó que sí eran nocivos para la salud y causaban
daños al medio ambiente, por lo que después de tres décadas se retiraron
del mercado.
De:
http://www.sdpnoticias.com/columnas/2014/05/20/semillas-transgenicas-un-peligro-para-mexico
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