Nadie puede negar, ni ocultar, que Argentina, México y España fueron
elegidos como laboratorios experimentales de la multinacional Monsanto,
exponiendo a los pueblos a sus fertilizantes y herbicidas muy tóxicos,
como el glifosato, que se abrió paso en el mundo, a fuerza de engordar
la billetera de quienes podían ponerle frenos. Y no hubieron
científicos ni médicos, que pudieran evitar las consecuencias, o tal
vez, hubo algunos, que no fueron escuchados y que, inmediatamente, eran
refutados por semejante pulpo empresario que pisaba fuerte en todos los
países del mundo. Así, los organismos estatales, que debían analizar los
tóxicos e informar a quienes les correspondía prohibirle a Monsanto que
vendiera químicos que resultaban nocivos a largo y a corto plazo, para
quienes trabajaban con ellos y los fumigaban, incluso, para la misma
naturaleza, su tierra, su fauna, su flora y sus habitantes, que
consumían esos productos transgénicos, varias veces fumigados y
envenenados de tóxicos.
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http://radiomacondo.fm/2017/09/04/los-terratenientes-del-agro-argentino-tienen-libertad-sembrar-horror/
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